RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

jueves, 23 de mayo de 2013

ZAÑARTU, EL CORREGIDOR DE HIERRO

Don Luis Manuel de Zañartu e Iriarte


Luis Manuel de Zañartu e Iriarte fue un vasco ilustre, otro de los tantos que a la par con el General Urrutia, Cosme Damián Churruca, Blas de Lezo, etc..., sirvieron lealmente a la Corona e hicieron gala de la hidalguía que siempre se presumió a los vascongados desde la cuna, nacieran en la ciudad o en la aldea, fueran refinados o montaraces (para ello, explicando un poco los antecedentes, bastaba probar los ancestros vizcaínos o guipuzcoanos de los demandantes). Por supuesto, esta medida tuvo sus detractores, por ejemplo Juan García, fiscal de la Corona, en su De Hispanorum Nobilitate et Exemptione arremetió contra la hidalguía universal de los vascos, negando la posibilidad de que en un mismo territorio, todos pudieran ser hidalgos. Pero, por otro lado, Andrés de Poza, en su De Nobilitate en Proprietate. Ad Pragmáticas de Toro e Tordesillas, defendía que, en cumplimiento de las pragmáticas de 1398 y 1403, los vizcaínos podían desentenderse de la pragmática de Córdoba de 1492, desarrollando la idea de que la nobleza vizcaína era distinta de la castellana, pues era universal y primitiva, debido a que en tierra vascongada nunca hubo encomiendas, ni feudos, ni vasallajes. Finalmente en Vizcaya en 1526 y en Guipúzcoa en 1610, se reconoció el origen hidalgo para todos sus hijos.

En el feudo ancestral de los Velas y Guevaras, el Señorío de Oñate, nacería el año de Nuestro Señor de 1720 don Luis Manuel de Zañartu, reinando sobre las Españas el primero de los Borbones hispánicos, Felipe V.

Hizo las Américas rumbo al Reyno de Chile junto a sus padres y tíos cuando todavía era un niño, y, como era condición de buena parte de los vascongados que se asentaban en tierras de los Virreinatos de la Nueva España y del Perú, se dedicó a la actividad mercantil que tanto había florecido entre los novohispanos, hasta que compró el oficio de Corregidor, lo que le llevó de vuelta a la metrópoli para probar su pureza de sangre (esto era requerido para probar la ausencia de ascendencia inmediata de judíos o moros), la cual, una vez probada en pergamino oficial, le facultó para tomar el cargo de Corregidor de la Nueva Extremadura, para el que fue nombrado por el Gobernador de la Capitanía General de Chile, don Antonio de Guill y Gonzaga.

En 1760 casaría con una española, también vascongada, doña María de Carmen Errázuriz, quien le daría dos preciosas hijas.

Cuando asumió su cargo, Santiago había caído en cierto grado de corrupción y violencia, lo que aprovechó Zañartu para elaborar un programa que comprendía la realización de un plan de obras públicas necesarias y que además servirían para dar trabajo remunerado a ociosos, vagos y maleantes, que en aquellos tiempos, alfombraban por doquier las calles de Santiago. Su programa tuvo un gran éxito, lo que le valió para ser ascendido a Coronel del Regimiento de Infantería de Milicias de Santiago en 1778. Pero mas allá de su eficacia en la planificación, lo que le hizo ganar celebridad, fue el mantenimiento del orden público en la ciudad y su esmero en inculcar en las muchedumbres los buenos hábitos de moralidad y decencia harto olvidados en el Santiago de la época, en especial entre negros y mulatos, pero también entre individuos de más alta alcurnia que en algo se desmandaban y cuyas buenas costumbres habían caído en el relajamiento.

Zañartu, el corregidor de hierro, no fue aborrecido únicamente, debido a su rigor, por la canalla y la chusma, sino que también se ganó la enemistad de buena parte de los caballeros de Santiago y de los criollos. Zañartu, muy al contrario de lo que siempre se ha escrito como una especie de nota al margen, en la ya repetitiva y falaz leyenda negra, nunca fue impetuoso, ni pecó de impulsivo, antes bien, era un funcionario público ceñido a las leyes judiciales imperantes en el Antiguo Reyno de Chile. Fue una autoridad ejemplar en el Virreinato, a la par que una institución también ejemplar: la Real Audiencia.

Bien es cierto que fue una persona un tanto excéntrica y algo desconcertante, lo que se demuestra en la decisión que tomó sobre sus dos hijas: Teresa y Dolores, cuando las recluyó en un convento, debido principalmente a su paranoia sobreprotectora, habida cuenta de como estaban las cosas en la urbe: violencia y corrupción a la orden del día, aunque posteriormente él mismo las atenuara e incluso acabara erradicando alguos vicios con severidad. Así pues, la necesidad de salvaguarda, le llevó a tomar esa decisión un tanto descabellada, a todo ello se unió el fallecimiento de su amada esposa, que lo llevó a endurecer aun más si cabe su duro carácter. El Rey Carlos III le autorizó a fundar un nuevo convento de monjas contemplativas en 1766. Empleó para ello fondos personales e hizo traer a siete monjas, incluidas sus hijas, que habitaron el convento en 1773, y que tomó el nombre de Convento de Nuestra Señora del Carmen de San Rafael. Cuenta la leyenda, que un hombre acompañó a Zañartu en el camino de regreso a casa, sugiriéndole que se desviara del camino habitual y tomara otro un poco más tortuoso, salvándole la vida con esta sugerencia, pues tres hombres lo esperaban en el camino habitual para quitarle la vida. Él atribuyó esa decisión providencial al Arcángel Rafael, patrón de los peregrinos; esta fue la razón por la que tomó a San Rafael como santo patrono de su convento.

Admirado por muchos, odiado por tantos otros, este vasco ilustre, para bien o para mal, no dejó indiferente a nadie...y todavía hoy, un halo de misterio envuelve su vida y hechos.

Luis Baraza

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