RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

miércoles, 18 de septiembre de 2013

CRISTÓBAL ESPINOSA DE LOS MONTEROS, EL TERROR DE LA PIRATERÍA CHINA EN EL PACÍFICO

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EL ALMIRANTE DE JAÉN INVICTO EN MÁS DE VEINTE BATALLAS CONTRA LA PIRATERÍA CHINA 
Por Manuel Fernández Espinosa
 
Su origen y su último paradero son un enigma a día de hoy para los pocos que lo han estudiado, lo que se sabe es que era de hidalgo abolengo, como indica su apellido, y que su precoz disposición para las armas y la ejecutoria de sus hazañas lo hicieron digno portador de apellido de tan ilustre prosapia. El cine ha dado a conocer, con sus películas, la actividad pirata de los ingleses. Tampoco es desconocida la piratería holandesa y francesa, pero poco sabemos de la lucha de la Real Marina Española contra los piratas chinos que eran la lacra de nuestras posesiones en el Mar del Sur (el nombre primigenio de lo que hoy conocemos como Océano Pacífico). Entre los episodios más gloriosos de nuestra intervención contra la piratería china cabe destacar el que protagoniza el Almirante Cristóbal Espinosa de los Monteros, un hombre que aunque nació en tierras del interior (en Jaén) mostró su pericia en la marina, dejando muy alto el pabellón español.
Cristóbal Espinosa de los Monteros nació, calculamos, a mediados del siglo XVI y había cumplido los doce años cuando por su villa pasó un capitán con la comisión de alistar hombres para su bandera. Aquel niño se presentó y expresó que quería enrolarse. El capitán se admiró, pero rechazó al rapaz por su corta edad. Cristóbal le dijo:
-Yo confío en Dios, señor Capitán, que me hará grande y me ayudará para que acierte a servirle a Él y a mi Rey en esta profesión.
El capitán se admiró tanto de aquella respuesta que lo aceptó y lo llevó consigo.
Estuvo cinco años en las galeras, aprendiendo los ejercicios de la marina, hasta que un buen día se embarcó para América, con destino a Nueva España. En la ciudad de Méjico vivía un tío suyo al que presentó cartas credenciales de sus padres y el tío lo hospedó en su casa, empleándolo en negocios varios. Sin embargo, inquieto por valer más y atraído irresistiblemente por las armas, Cristóbal Espinosa de los Monteros se presentó al General que tenía más a mano y éste lo aceptó haciéndolo Alférez de su bandera. Demostró su valía y coraje en tantas ocasiones que muy pronto fue ascendido a Capitán. El Virrey lo nombró Capitán del galeón “Almirante” que partiría a Filipinas.
Cuando estaban llegando a Filipinas los españoles se toparon con doce corsarios chinos. Cristóbal Espinosa de los Monteros se puso a la cabeza con su galeón “Almirante”, seguido de cuatro navíos españoles más que componían la escuadra. Acometió a los piratas chinos con denuedo, derrotándolos, apresándoles dos navíos y poniendo en fuga a los demás. Era el primer encuentro que tendría Espinosa de los Monteros con los corsarios chinos, pero no sería el último.
El Gobernador de Filipinas premió aquella proeza nombrando Almirante a Cristóbal Espinosa de los Monteros. Filipinas estaba siendo hostigada crudamente por las incursiones chinas, por lo que Espinosa de los Monteros se aprestó a pertrechar una escuadra de seis navíos, para ir en socorro de la isla de Jesús Pintados. Llegado que fue a ésta los españoles pudieron comprobar que los enemigos chinos eran superiores en número, estimándose que bien pudieran ser ocho mil piratas. Cristóbal Espinosa de los Monteros envió a dos de sus navíos a unas islas con la orden de desembarcar y traer dos mil indígenas vestidos a la española. No fue fácil convencer a los isleños para que se cortaran las coletas que tenían costumbre llevar, pero siempre hay manera para lograr un propósito cuando se tiene las armas. Una vez disfrazados de españoles, aquellos insulares, bajo la férula de los españoles fueron apostados, con sus arcos y copia de flechas, en lo alto de un monte para que los chinos pudieran avistarlos.
 
Embarcaciones chinas de la época
A la mañana del día siguiente de estar listo todo se dio la batalla, peleándose desde la mañana a la noche. Murieron 21 españoles y 12 indígenas. Cuando se hizo la noche, tras ordenar lanzar lluvia de flechas, Espinosa de los Monteros ordenó acometer a los chinos. En dos horas de encarnizada lucha, cuerpo a cuerpo, entre chinos y españoles, hubo grande estrago de corsarios y los chinos se vieron tan perdidos que, aunque siendo más, tuvieron que retirarse. La escuadra del Almirante Espinosa de los Monteros los persiguió, ansiosa de derramar hasta la última gota de sangre de aquellos facinerosos. A las seis de la mañana, los nuestros habían echado a pique cinco navíos chinos y capturar cuatro.
Retornaban los españoles triunfantes, cuando el rabioso enemigo llegaba con doce barcos de refresco, para reforzar aunque tarde a una poderosa flota pirata que había sido diezmada, puestos en fuga los supervivientes, muertos muchísimos y no pocos apresados. Ante la inesperada llegada de aquellas doce embarcaciones que venían tan frescas, el Almirante Espinosa de los Monteros ordenó sacar de las bodegas a los prisioneros. Y ante los ojos asombrados de los piratas chinos que los observaban, los españoles fueron ahorcando en las jarcias, antenas y palos a los cautivos. Aquella drástica medida intimidatoria inspiró tal terror en los chinos, que aquellos doce barcos piratas se lo pensaron mejor y se dieron la vuelta. Pero Espinosa de los Monteros, viendo la maniobra de retirada, no se lo pensó dos veces y presto emprendió la caza de aquellos doce: mandó al fondo del océano a cuatro navíos y apresó tres.
Cuando regresaron los nuestros, con tan gloriosa victoria y espléndido botín de barcos y esclavos, se celebraron grandes fiestas en honor del valeroso Almirante Cristóbal Espinosa de los Monteros y el Gobernador de la isla le concedió la encomienda de tres pueblos, con una renta de 1500 pesos de oro cada una.
Estando en Filipinas se sabe que tuvo más de veinte combates con los piratas, venciendo en todas las ocasiones.
En 1608 llegó a Jaén una carta del Almirante Espinosa de los Monteros, para darles nuevas a sus padres. En aquella carta el bravo Almirante les contaba haber sufrido una herida en la última batalla con los piratas a los que había vencido. Nada más se supo de él.
El humanista manchego Ximénez Patón, a quien debemos estas noticias de Cristóbal Espinosa de los Monteros, escribe en el año 1628:
“Si es muerto, confío en que Dios le habrá dado su gloria por lo bien que le sirvió contra los enemigos, y, si es vivo, Dios le conserve y aumente las victorias para mayor gloria de Su Majestad y de la del Rey Señor Nuestro”.
Bibliografía: Bartolomé Ximénez Patón, "Historia de la antigua y continuada nobleza de la ciudad de Jaén, muy famosa, muy noble, y muy leal, guarda y defendimiento de los reynos de España. Y de algunos varones famosos, hijos de ella" (1628)

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