RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

jueves, 26 de diciembre de 2013

FRANCO Y LA EMIGRACIÓN



Por Antonio Moreno Ruiz 
(uno de los miles de españoles que, gracias a este sistema, no ha tenido más salida que la emigración)



Dice el refrán que a moro muerto, gran lanzada. Es muy aplicable para esos obsesos compulsivos que, por lo visto, no pueden vivir sin Franco; eso sí, cuando estaba vivo, estaban más callados que… en Misa. Se podrá decir que es que no se permitía la disidencia... Claro, ¿y ahora, con el sistema que se montó desde la Zarzuela, la burocracia franquista y lo más criminal y cobarde del antifranquismo, en alianza con la oligarquía financiera, la burguesía separatista y el terrorismo, sí que se permite? Je, a mí me lo van a decir…

La obsesión con Franco de nuestro tiempo es propia de demagogos que son incapaces de reconocer la mediocridad de su generación, la cual asiste con incapacidad manifiesta a este proceso de esquizofrenia social.

Claro que en la época de Franco hubo emigración, sobre todo en la postguerra, cuando los llamados “aliados” decretaron que a España había que negarle el pan y la sal. Pero claro, según los obsesos de Franco, la Guerra Civil fue culpa de unos militares intolerantes que no respetaron el resultado democrático de unas elecciones que ganó limpiamente el Frente Popular... Recapitulemos:

En 1930 hubo un golpe republicano fallido, luego de que el PSOE olvidara su colaboración con la Dictadura del General Primo de Rivera y se alineara con republicanos de signo liberal. El general Queipo de Llano, luego bestia negra del "republicanismo oficial", se sumó a esta intentona, conocida como la Sublevación de Jaca, que quedó en trágico esperpento, con los consiguientes fusilamientos de Galán y García Hernández.

Intentona golpista republicana que falló.

No sería la última…

En 1931, se convocaron unas elecciones que ganaron los monárquicos. No obstante, en las grandes capitales ganaron los partidos republicanos. No ganaron las elecciones; simplemente, aprovecharon el tirón de esas grandes ciudades para echarse a la calle. Alfonso “XIII”, lleno de miedo, y acaso recordando su infructuosa gestión para salvar al zar Nicolás II, consultó con el muy corrupto conde de Romanones (quien pervirtió con sus intereses la digna y justa lucha española en el norte de África) y a algún que otro militar. Creyó que no tenía apoyos y haciendo caso al conde, cogió las maletas y se fue, dejando en la estacada a sus partidarios, o al menos, a los partidarios del régimen monárquico, que eran la mayoría de los españoles, entre ellos un bisabuelo mío, campesino pobre de la Andalucía profunda. Lo digo por poner uno de los muchos ejemplos que contradicen claramente el falsario ataque de clasismo que suelen tener algunos  que gustan de ir de pobres y, sin embargo, no dejan de ser los más burgueses del mundo.

Los republicanos, llegando al poder de esta manera tan sorpresiva y ajena a la voluntad, lejos de buscar unidad, patriotismo y reconciliación, implantan leyes sectarias para perpetuar su régimen. En ello entra una férrea censura. Sí, la II República Española, por si algún lector víctima de la lobotomía del sistema no lo sabe, sostuvo la censura en sus cinco lamentables años de existencia.

Apenas un mes tardaron las quemas de conventos, ante lo cual, el célebre jacobino Manuel Azaña dijo que todos los conventos de Madrid no valían la vida de un republicano.

Bonita forma de comenzar a gobernar...

Y oigan, eso de cambiarle el nombre a las calles no fue cosa tampoco del franquismo. No, la II República fue una de las primeras cosas que hizo. Los nombres tradicionales, a los que los liberales habían ya apaleado bastante, fueron desapareciendo del todo para dar paso a continuas referencias republicanas e izquierdistas. Ni siquiera respetaron el liberalismo centrista/derechista de buena parte de los “padres fundadores” del régimen.

En 1934, ante unas elecciones que ganó el bloque de derechas, y tras continuas advertencias desde el periódico “El Socialista”, socialistas y comunistas, no sin el concurso de anarquistas y afines (a los que utilizaban, para luego hablar de “incontrolados”), dejando claro que sólo respetarían el resultado de las urnas siempre y cuando les conviniera (*), por lo cual, desde Asturias se lanzaron a una Revolución contra el poder legalmente constituido. Revolución contra el resultado de las elecciones que tuvo que reprimir el general Franco, defendiendo, pues, la legalidad republicana que los supuestamente más republicanos se saltaban a la torera. Pero claro, ya habían dejado muy claro que de esa “república burguesa” querían pasar a la dictadura, llevándose por delante lo que hiciera falta.

De justicia es reconocer que en el año 32 fue la Sanjurjada, una intentona por poner autoridad dentro del orden republicano, que fracasó. Injustamente, fueron acusados y encarcelados algunos carlistas de Sevilla. Y es que a los que tanto les gusta hablar de progreso y esas cosas también sienten fascinación por amordazar, cuando no encarcelar, a la gente inocente, mientras se protege y se fomenta la delincuencia.

Durante estos cinco años, rara elección fue limpia. Las presiones ejercidas por piquetes violentos y el caciquismo hacían que en muchos pueblos (y también en algunas ciudades), aquello pareciera un violento sainete. Hasta que llegó el 36, y tras unas elecciones más que dudosas, donde el recuento de votos se hizo tal y como se hacía en el turnismo, donde existía esa palabra de “preparar votos”. Interesante esta palabra...

Como “turnismo” se conoció al sistema imperante en la mal llamada “Restauración” emprendida por Cánovas y Sagasta, donde dos partidos, en elecciones preparadas de antemano, con la anuencia de una pseudo-monarquía de opereta (la mayor fábrica de republicanos de España), gobernaron los destinos españoles desde 1875 hasta 1931, con el paréntesis de la Dictadura del general Primo de Rivera, el cual gobernó de 1923 a 1930 con un gran consenso nacional, siendo Largo Caballero consejero de la presidencia. Pero pronto olvidaron los socialistas su colaboración con la Dictadura y quisieron implantar la “memoria histórica”… ¿Nos suena la palabreja y el proceso, verdad?

Y remachando la memoria histórica, militantes del PSOE fueron los que asesinaron a José Calvo Sotelo, el jefe de la oposición, el que había sido uno de los mejores ministros de Hacienda de la historia de España, quien como gobernante del mentado general Primo de Rivera, quiso nacionalizar y extender los recursos nacionales al tiempo que propugnó un sistema tributario justo, para que por fin la oligarquía pagara impuestos. No fue un hecho de “incontrolados”, porque fueron escoltas de Indalecio Prieto, el cual supo del vil crimen político y sin embargo, lo intentó ocultar. Mataron al cauce entre los patriotas, mataron al alma mater de la política social. Así demostraron lo que les importaba el país…

Objetivamente hablando, el republicanismo en España ha sido un esperpento sangriento.  Claro que motivado por la antimonarquía liberal, la misma que a principios del siglo XX forzó a miles y miles de españoles a emigrar. Todo el continente americano se llenó de nuestra gente. Y como recuerda el escritor cubano Francisco Escobar, poco después de la malhadada separación,  más de un millón arribó a la perla antillana.

Durante todo el régimen manejado por Cánovas y Sagasta, continuó la emigración y el hambre. Y como advierte el historiador Pío Moa, durante el nefasto quinquenio republicano, esta tónica no cambió. Claro que ahora, algún despabilado quiera aprovechar el coladero de la ley socialista que conserva el PP para obtener la nacionalidad. Sé de un caso peruano cuyo abuelo llegó antes de la Guerra Civil y que sin embargo, ha obtenido la nacionalidad. En la Cuba castrista, ese foco de adoración romántica de propios y extraños, más de uno y más de dos han recurrido a triquiñuelas similares.

Y después de todo esto, ¿tendrán la cara dura de echarle las culpas a Franco de la emigración actual, cuando el régimen actual tiene unos antecedentes más que claros en el turnismo y en la República?

Definitivamente: Hay que ser ignorante y sinvergüenza.

Fueron los españoles de la postguerra, en especial esa gente que nació desde finales del siglo XIX a los años 40, los que con una cultura de esfuerzo y mérito, levantaron el país. Esa generación fue despreciada por tirios y troyanos porque claro, a lo mejor no se veían tan “modernos”. Sin embargo, los “modernos” que ya incubaron en los años 60 y de ahí en adelante no sólo han arrasado con la obra de sus antecesores directos, una obra de trabajo y tesón que llevó a un país arrasado a estar entre las diez primeras potencias industriales del mundo, sino que encima, como adolescentes malcriados, no reconocen su tremendo e irresponsable fracaso y pretenden marear la perdiz con Franco. Y es que a Franco se le podrán hacer muchas críticas, pero lo cierto es que fue en su régimen cuando se acabó con la emigración, así como se creó la clase media, se implementó la seguridad social universal y se erradicó el analfabetismo, entre otros muchos logros, con el concurso, reitero, de una generación (¡encima!) vejada.

Con el nuevo turnismo y la república coronada de Juan Carlos y compañía, volvemos a la debacle. El nefasto Simón Bolívar al menos tuvo cierta honestidad cuando dijo que  “destruimos tres siglos de cultura e industria”. Ya hemos conocido un desastre de 1898. No repitamos lo mismo con los mismos. Pongámonos ya las pilas, que nos coge el toro.

¡Desperta ferro!

¡Santiago y cierra España!






(*) Para ver las terribles proclamas  socialistas, no viene mal revisar este enlace:

http://qbitacora.wordpress.com/2009/06/08/largo-caballero-citas-guerracivilistas/

1 comentario:

  1. Olvidan algunos que la emigración española procede de mediados del XIX hasta que a finales de los sesenta del siglo XX se reduce excepcionalmente. La cantidad de españoles emigrados para 1975 era ridícula.

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