RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

viernes, 29 de julio de 2016

CERVANTES Y EL OCULTISMO (III Parte)


Don Quijote en su lecho de muerte



EL DESENGAÑO DEL RENACIMIENTO


Manuel Fernández Espinosa

La cuestión de la astrología judiciaria no sólo concierne a la "adivinación" del futuro, sino que pudiéramos decir que la astrología es la matriz de todas las ciencias ocultas: hasta tal punto que, como bien saben los ocultistas, la confección de los sigilos (sellos) y los talismanes (valgan como ejemplos), hay que realizarla en los tiempos astrológicos convenientes. En lo que atañe a la supuesta adivinación del futuro, la astrología topaba con una de las cuestiones más cruciales de la época de Cervantes: el libre albedrío. 

Establecer las relaciones entre la gracia y la libertad humana habían desencadenado en España una cruda polémica entre dominicos (a la cabeza de los cuales figura Domingo Báñez), jesuitas (Luis de Molina) y la línea agustiniana (con el palentino P. Francisco Zumel, mercedario): se trataba de la llamada "polémica de Auxiliis" que entrañaba la conciliación entre la omnisciencia de Dios, la predestinación... Y la libertad humana. En esta contienda intelectual teológica y filosófica se afinaron conceptos como la "premoción", la "ciencia media"... Con todas sus escolásticas diferenciaciones: por cierto, que terminó sin resolverse y a ninguno de los que intervino se le dio la razón desde las instancias religiosas, sin afear ni anatematizar la posición de ninguno de los ponentes. La polémica de Auxiliis es tan compleja que vamos a contentarnos con solo mencionarla. Sería un tema para una tesis profundizar en la obra de Cervantes para averiguar si nuestro autor tomó partido por alguna de las posiciones, seguro que -con todos los ríos de tinta que todavía se dedican a la obra cervantina- alguien lo ha intentado. En una aproximación de lo más somera lo que podemos indicar es la completa adhesión de Cervantes al pensamiento tomista, sobre todo en lo que dice al conocimiento que tiene el ángel maligno, el diablo.

Recordemos la conclusión que alcanzábamos ayer, cuando atendíamos al pensamiento que Cervantes expresa sobre la astrología judiciaria y sus implicaciones en el orden teológico: sea o no sea ciencia la astrología (hay atisbos de que Cervantes pensaba que sí, aunque también hay motivos que nos llevan a suponer que Cervantes pensaba que la astrología resultaba tan inextricable que es prácticamente inaccesible), lo que sale a la luz es que: 

1) "...a solo Dios está reservado conocer los tiempos y los momentos, y para Él no hay pasado ni porvenir, que todo es presente" (capítulo XXV, de la II parte de "Don Quijote")

2) Que el demonio "no sabe nada de lo por venir ciertamente, sino por conjeturas": "...porque no solamente juzga de lo por venir por la ciencia que sabe, sino también por las premisas y conjeturas. Y, como ha tanto tiempo que tiene experiencia de los casos pasados y tanta noticia de los presentes, con facilidad se arroja a juzgar de los por venir" (Los trabajos de Persiles y Sigismunda.)


Si cotejamos estas dos conclusiones cervantinas con el pensamiento de Santo Tomás de Aquino veremos que Cervantes está acorde con el tomismo clásico:

1) Santo Tomás afirma que: "El otro modo es el de conocer los futuros en sí mismos, y de este modo solamente Dios conoce, no sólo los futuros que provienen necesariamente y en la mayoría de los casos, sino también los casuales y fortuitos, porque Dios ve todas las cosas en su eternidad, la cual, como es simple, está presente a todos los tiempos y los incluye..." 

2) Según el Doctor Angélico: "Los demonios conocen la verdad de tres maneras. Una, en virtud de la perspicacia de su naturaleza, ya que, aunque obscurecidos por la privación de la luz de la gracia, son, no obstante, luminosos por la luz de su naturaleza espiritual. La segunda, por revelación de los ángeles santos, porque, si bien no convienen con ellos por la concordia de voluntades, tienen, sin embargo, con ellos de común la naturaleza intelectual y por ella pueden recoger lo que los otros manifiestan. La tercera es por la experiencia de mucho tiempo, y no porque la adquieran por medio de ningún sentido, sino porque, cuando en las cosas singulares se realiza la semejanza de la especie infusa que naturalmente poseen, conocen como presentes cosas que antes no habían conocido como futuras, según hemos explicado al tratar del conocimiento angélico".

Pero, siendo esto así, la actitud de Miguel de Cervantes ante la astrología judiciaria puede dar la impresión de que Cervantes, al calificar a esta astrología como "ciencia", abogaba y hasta podía tener nociones de esta astrología que para los modernos es superstición y para los ocultistas una razón para hacer a Cervantes de los suyos.

A esto hay que decir que la astrología llega desde los tiempos más remotos al Renacimiento, envuelta en lo que se llama el "Corpus Hermeticum". Sobre la astrología hay muchas ideas confusas, equívocas y equivocantes: "Los egipcios no habían buscado en la observación de los astros y las constelaciones más que simples datos que sirvieran de base al calendario, a la fijación de las fiestas anuales, a la determinación de los días nefastos que tenían una aparición regular, a la determinación de la fortuna asignada a determinados nacimientos por los "siete Hathor" y al conocimiento de los momentos más oportunos (las "iniciativas" de la astrología hermética) para acometer empresas" -señala el especialista Jean Doresse en "El hermetismo egipcianizante". El "Corpus Hermeticum" se atribuía al dios egipio Thot (Hermes griego) y constituye un conjunto muy variado de escritos astrológicos, médicos, mágicos, alquímicos, filosóficos, etcétera. El "Corpus Hermeticum", junto a los textos de los "Oráculos Caldeos" y los "Orphica", ejerció una considerable influencia sobre el Renacimiento europeo como lo puso de manifiesto la investigación de D. P. Walker (The Ancient Theology) o Ernst Cassirer (Die platonische Renaissance in England und die Schule von Cambridge): el platonismo invocado por Marsilio Ficino es una suerte de sincretismo filosófico entre el neoplatonismo helenístico y el hermetismo. Pero ni los mismos renacentistas estaban de acuerdo en la consideración de la astrología: Ficino era un acérrimo partidario de la astrología, mientras que Pico de la Mirandola se ensañó contra ella. Lo que sí está claro es que -como señala Jacob Burckhardt: "La mayor parte de los Papas, por ejemplo, confesaba abiertamente que consultaban las estrellas [...] incluso León X pareció basar la gloria de su pontificado en el florecimiento de la astrología. Y en cuanto a Paulo III, nunca celebraba un consistorio sin que antes sus astrólogos le hubieran señalado la hora más propicia" (La Cultura del Renacimiento en Italia).

Las fluidas relaciones de España con Italia en todos los órdenes (político, cultural, artístico...) no se limitaron a traer la métrica poética (Boscán y Garcilaso de la Vega) a la Península Ibérica, también vinieron estas influencias filosóficas, astrológicas, mágicas. Basta asomarse a la biblioteca de Juan de Herrera, el arquitecto de El Escorial, para persuadirse de ello: entre sus libros (más de 750 volúmenes, inventariados tras su fallecimiento) encontramos "La Sombra de las Ideas" de Giordano Bruno (quemado en la hoguera por mago), los textos de Hermes Trismegisto, incluso tratados tardíos relacionados con el Corpus Hermeticum: Sinesio o Picolomini, la obra de Ramón Lulio, libros de alquimia y la "Monada Ieroglyphica" del astrólogo y mago inglés John Dee, entre muchos otros.

Cervantes, hombre de su tiempo, no podía estar al margen de estas influencias. Pero estar bajo esas influencias no significa aceptarlas conscientemente. Y como se pone de manifiesto en su obra, la postura de Cervantes frente a estos influjos dista mucho de ser la de la adhesión, sino que más bien lo que podemos ver resaltado es el esbozo de una ligera sonrisa escéptica por todas esas "maravillas": una semejante sonrisa suscitaban estas cosas en Quevedo (léase "Los sueños"), aunque en Quevedo era sonrisa sarcástica. Pues todas esas ideas renacentistas eran, para los hombres del barroco, embelecos de una época en la que había florecido el optimismo vital, el engaño y autoengaño en que los hombres viven por no querer encararse frente a frente con la verdad cruda y desnuda de nuestras miserias terrenales. Si el Renacimiento había apostado por arrebatarle al hombre la visión cristiana que hace de este mundo un "valle de lágrimas", los hombres del barroco (y más todavía si cabe los españoles), tras hacer la experiencia de viajar y leer mucho, retornan otra vez a la iglesia con el desengaño en sus alforjas; lo mismo que D. Quijote que, vencido en la playa de Barcelona, regresa a su aldea para morir cristianamente, adjurando de todas sus locuras y profesando la Fe Católica. 

Los que ven ocultismo en Cervantes no han visto entre sus renglones la sonrisa desengañada de quien ha aprovechado mucho, incluso sus reveses, sacando la lección de la lucidez y la humildad que se conforma a la fe de sus mayores.

Continuará...    

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