RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

sábado, 8 de febrero de 2014

¿QUÉ HA SIDO DEL EJÉRCITO ESPAÑOL?



PALABRAS PRELIMINARES

Hace unos meses pedí un favor a un buen amigo mío: que escribiera para RAIGAMBRE un artículo sobre el estado de nuestro Ejército. Mi amigo y yo compartimos muchas cosas, pero una de las cosas compartidas que más fuertemente nos unen es el amor a España y a nuestro Ejército. La Península Ibérica, por determinación geográfica, es una zona de extremada peligrosidad; así lo podemos ver estudiando nuestra historia sembrada de guerras. No puede dejarse de advertir que la paz, la integridad y seguridad de nuestra nación solo pueden ser garantizadas por un Ejército fuerte, bien armado y cualificado, dirigido por los mejores. Pero cuando el aparato político no hace nada para que esto sea así... Entonces el riesgo crece: la paz, la integridad, la seguridad y la soberanía de esta zona candente se ponen en compromiso.
 
Se lo pedí a mi amigo, le solicité que escribiera un artículo sobre esta cuestión tan delicada. ¿Por qué no lo hice yo? Tenía mis reservas sobre mis aptitudes para abordar asunto tan serio: mi conocimiento sobre el Ejército es muy superficial y más teórico que práctico. El artículo tenía que ser escrito por alguien con experiencia, un militar, pues un civil (como yo) podría incurrir en imprecisiones, idealizar demasiado y, a la postre, terminar haciendo un panegírico sobre nuestro Ejército o desparramar sobre la vidriosa superficie del intelectualismo. Cortés y caballerosamente mi amigo aceptó la invitación y no tardó mucho en redactar el presente artículo que hoy doy a la edición de RAIGAMBRE. Me pidió que el artículo lo firmara yo, pero no sería honesto por mi parte atribuirme el mérito de este breve ensayo. Lo publico y digamos que lo firma Honorio González (pues por razones obvias, comprenderán ustedes que no pueda revelar la identidad de mi amigo). Le doy las gracias desde aquí y creo que cuantos lo lean, también se las podrán dar, pues es una de las contribuciones más excelentes y claras que se han podido hacer a esta cuestión: ¿Qué ha sido del Ejército Español?  
 
Manuel Fernández Espinosa

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¿Qué ha sido del Ejército Español?[1]

 

Hay quien se consuela de las derrotas que hoy nos infligen los moros, recordando que el Cid existió, en vez de preferir almacenar en el pasado los desastres y procurar victorias para el presente.
En tal sesgo, muy distinto del que suele emplearse, debe un pueblo sentir su honor vinculado a su Ejército, no por ser el instrumento con que puede castigar las ofensas que otra nación le infiera: éste es un honor externo, vano, hacia afuera. Lo importante es que el pueblo advierta que el grado de perfección de su Ejército mide con pasmosa exactitud los quilates de la moralidad y vitalidad nacionales. Raza que no se siente ante sí misma deshonrada por la incompetencia y desmoralización de su organismo guerrero, es que se halla profundamente enferma e incapaz de agarrarse al planeta.”

José Ortega y Gasset
La España invertebrada

 

BREVE EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Este artículo está escrito desde la admiración, el respeto, el agradecimiento y el cariño hacia los Ejércitos de España, “herederos y depositarios de una gloriosa tradición militar” como rezan sus ordenanzas.
Está escrito también, y precisamente por todo lo anterior, desde la pena, la preocupación y en definitiva el temor ante su posible desaparición, víctima como toda España de malos gobernantes.
Las críticas y el aire de desesperanza se dirigen únicamente contra esos malos gobernantes que han provocado conscientemente la situación actual.
Sin embargo, desde este momento debe añadirse que cabe la posibilidad, no muy remota, de que incluso con todo en contra, los militares españoles sean capaces de salvaguardar su espíritu, y conservarlo en beneficio de la Patria hasta el momento oportuno.

INTRODUCCIÓN 

El proceso de destrucción de la sociedad española tradicional, o lo que de ella permanece, perfectamente programado y que lleva en fase de ejecución desde el último cambio de régimen político en 1978, puede analizarse desde múltiples aspectos, ofreciendo el estudio de cualquiera de los factores una visión fácil de extrapolar al resto.
 
El caso de la aniquilación sistemática de los Ejércitos de España resulta especialmente paradigmático.

Podemos empezar este breve análisis, en el que únicamente trataremos los factores más relevantes, mencionando las causas que convierten al Ejército en víctima especialísima de las ansias destructivas de la clase dirigente del régimen fundado con la vigente constitución.

Es perfectamente conocido el relevante papel que la institución armada jugó en la historia de España durante todo el siglo XIX, fundamentalmente debido a las dificultades del estado liberal para gobernar con eficacia la nación mientras procedía a la destrucción de sus estructuras tradicionales, que eran precisamente las que le proporcionaban estabilidad.

El caso del régimen surgido del Alzamiento Nacional de 1936 es muy diferente, pero también en él, aunque de otro modo, los Ejércitos tuvieron un alto peso específico en la gobernabilidad nacional, funcionando de hecho como institución vertebradora, gracias entre otras cosas a su despliegue territorial, en casi todas las provincias, y al servicio militar obligatorio. Gran parte de la labor de alfabetización del pueblo español fue desarrollada por el Ejército.

Ni que decir tiene que en la actualidad las unidades militares se concentran en grandes bases, la mayoría de la población no tiene cerca ningún cuartel del Ejército, y el servicio militar obligatorio ha sido abolido.

Iniciado el proceso conocido como “reforma política” o más ampliamente “transición”, la institución militar permaneció en un primer momento vigilante ante los múltiples riesgos que amenazaban la paz social y la unidad misma de la Patria, así como los grandes logros obtenidos tras décadas de trabajos y sacrificios del pueblo español, mientras sufría el azote brutal del terrorismo sin sentir el apoyo de los nuevos gobernantes e incluso sospechando sus connivencias con los asesinos.

Tras los acontecimientos del 23 de febrero de 1981 creció exponencialmente el recelo político hacia la institución, que se percibía como posible amenaza para los “experimentos” político-sociales planeados, y se inició con fuerza el proceso de destrucción que alcanza en nuestros días su máxima virulencia.

MILICIA Y POLÍTICA

¿Por qué el militar español tradicional es considerado una amenaza por el poder político? Es muy fácil de entender. Las élites militares se componen de personas con un nivel de preparación intelectual altísimo, tanto científico como humanístico, una entrega a la profesión y una capacidad de sacrificio incomparables, y que tienen como característica diferenciadora frente otros grupos similares su falta de interés por el dinero, ya que de otro modo emplearían sus capacidades en profesiones mejor pagadas, es decir en cualquier otra profesión.

La ambición del militar tradicional no consiste ni tan siquiera en el reconocimiento de su labor, si no que aspira como máxima recompensa a la íntima satisfacción del deber cumplido. Por eso los destinos más duros son siempre los más solicitados.

Los militares tradicionales acostumbran a entender su deber de defensa de la Patria en el sentido más amplio posible, desde el literal de mantenimiento de sus límites territoriales hasta el más profundo de protección y salvaguarda de la unidad de todos los españoles, de sus costumbres y tradiciones, valores o estilo de vida.

Basta echar un vistazo a la prensa actual, con su descripción de la corrupción generalizada de todos los grupos de poder, para comprender que un grupo humano como el descrito, intrínsecamente inmune a la corrupción y el soborno, una élite moral e intelectual, con los medios militares bajo su control, no puede ser mirado desde la política más que con el máximo temor y recelo.

FORMACIÓN MILITAR

Pero ¿de dónde salen o salían estos individuos tan especiales? Nos centraremos en el caso más representativo, la escala superior de oficiales del Ejército de Tierra.

Decía en 1814 el Comandante General del Cuerpo de Artillería D. Martín García-Loygorri, que “cuando una educación noble e ilustrada despeja el entendimiento y fortalece el corazón, aunque no alcance a transformar en héroes a todos los jóvenes que la reciben, tiene una gran probabilidad de predisponer a muchos y de conseguir algunos”.

Y efectivamente la primera clave estaba en el sistema de educación militar que, como no puede ser de otro modo, comenzaba por el proceso de selección.

Hasta las últimas reformas, para ingresar en la Academia General Militar como cadete, era preciso haber obtenido el título de bachiller, haber superado las pruebas generales de acceso a la universidad y además superar la oposición de ingreso, consistente en una primera serie de pruebas escritas sobre conocimientos teóricos de matemáticas, física y química, geografía e historia, idioma extranjero, etc. A ello se añadían los test psicotécnicos, las pruebas físicas, el exhaustivo reconocimiento médico, la prueba práctica de resolución de problemas de matemáticas y física y, hasta 1986, una fase eliminatoria de instrucción militar básica en un campamento, que posteriormente dejó de ser eliminatoria y se integró en el programa del primer curso.

Los aspirantes, por término medio, invertían uno o dos años en preparase para superar esta oposición. Se trataba de un sistema similar al que la República Francesa emplea para la selección y preparación de sus élites dirigentes mediante las conocidas como Grandes Écoles.

Seleccionando sus cadetes de este modo se aseguraba por un lado que las capacidades de los alumnos permitiesen imponer con facilidad una exigencia educativa del más alto nivel durante los estudios y, no menos importante, una vocación militar demostrada por las dificultades asumidas voluntariamente al escoger el medio más difícil de acceso a una educación superior.

Precisamente la consideración de la educación impartida a los oficiales en la Academia General Militar como “educación superior” había sido un punto contra el que ya se empleasen con todos los medios a su alcance los gobiernos liberales de los siglos pasados, en especial con el advenimiento de la II República y en el caso más absoluto en las “reformas militares” de Azaña[2].

Todos sus enemigos, fuera por el motivo que fuera, negaban al Ejército la capacidad de impartir una educación considerada y oficialmente catalogada como superior, y por supuesto la potestad de expedir títulos de nivel universitario.

Independientemente de su catalogación oficial, la educación de los oficiales del Ejército de Tierra, por centrarnos en un caso extrapolable con sus especiales características a los de la Armada o el Ejército del Aire, conjuntaba formación humanística y científica, formación militar en todas sus facetas, preparación física, formación moral y sobre todo de carácter, mediante cinco años de disciplina, austeridad  e intenso trabajo, que creaba lazos de unión casi indestructibles entre los miembros de cada promoción.

Además, la combinación de periodos en la Academia General Militar, comunes a todos los cuerpos, con otros en las academias tradicionales de cada especialidad, que garantizaban, además de la formación especializada, el mantenimiento de las tradiciones, configuraba un modelo formativo de probada eficacia.

Pero los políticos de la “democracia” no podían permitir la existencia de una élite moral e intelectual como aquella, que precisamente fuera militar y con características estamentales.

Por ello todos y cada uno de los puntos que hemos descrito como básicos para la selección y formación militar han sido atacados y destruidos.

Actualmente no existe una oposición de ingreso propiamente dicha. La selección se produce de modo casi idéntico al de las universidades, mediante la nota media del bachillerato y la prueba conocida como “selectividad”. Además las limitaciones de edad impuestas para el ingreso hacen que, de hecho, aquel que no obtiene plaza nada más finalizar el bachillerato ya no puede casi ni plantearse volver a intentarlo.

Y finalmente se ha impuesto aquel viejo sueño de los políticos españoles de negar al Ejército su capacidad de impartir estudios superiores. En la actualidad se han fundado en el interior de la Academia General Militar, de la Escuela Naval y de la del Ejército del Aire, facultades dependientes directamente de las universidades más cercanas, dónde los cadetes se ven obligados a cursar unos estudios puramente civiles que les ocupan casi el total de su tiempo disponible. Los profesores, por supuesto, son civiles. No cabe situación más humillante.

Así las cosas, el sistema ha adquirido las características de una universidad, dónde cada cual se matricula de las asignaturas que considera oportunas cada año, empleando en finalizar los estudios los años que cada cual precise, con lo que el concepto mismo de “promoción”, tan importante para la cohesión, ha desaparecido.

Del mismo modo, al tener que permanecer toda la carrera en la academia dónde se sitúan estas facultades civiles, las academias tradicionales de las armas y cuerpos, allí donde las tradiciones seculares eran salvaguardadas y transmitidas, desaparecen sin remedio.

Ya tenemos el nuevo modelo de oficial del Ejército. Un ingeniero al que simplemente el Estado le ha pagado los estudios a cambio de un determinado número de años de servicio en filas.

CARRERA MILITAR

Sólo con la reforma de la educación militar ya está herido de muerte el Ejército Español tradicional, pero era preciso evitar que la institución  tuviese opciones de defenderse.

Para ello se han ido estableciendo desde hace años diferentes medidas en materia de política de personal con la finalidad fundamental de destruir la cohesión interna de los militares.

Resulta muy interesante recordar que, por ejemplo, desde finales del siglo XIX, los cadetes del Arma de Artillería firmaban el siguiente manifiesto al finalizar sus estudios: “Los Artilleros que firman en este álbum quieren conservar en el Cuerpo, y transmitir con su ejemplo a los que vengan a formarlo, el tradicional espíritu de honor, unión y compañerismo que recibieron de sus antecesores, con el que alcanzó las glorias y prestigios que goza para bien de la Patria y Honor de sus individuos. Y considerando que la escala cerrada es condición indispensable para el logro de tan altos fines, resuelven mantenerla entre sí, ofreciendo por su honor renunciar (por los medios que la Ley permita) a todo ascenso que obtengan en el Cuerpo o en vacante de General a éste asignada y no les corresponda por razón de antigüedad.”

Aunque es fácil de entender, la explicación detallada sobre por qué es una amenaza para el “tradicional espíritu de honor, unión y compañerismo” admitir cualquier mérito concedido con criterios subjetivos como razón para promociones o ascensos debería ser objeto de un estudio específico detallado. Baste apuntar que el Arma de Artillería ha sido literalmente disuelta, aunque resulte difícil de creer, en cuatro ocasiones desde el siglo XIX.

Al que lo merezca, pensaban los militares españoles tradicionales, que le den una medalla y la luzca con orgullo, recordando siempre que el mérito de las honras no está en tenerlas, sino en aspirar a merecerlas[3]. De nuevo la íntima satisfacción del deber cumplido. Pero si la concesión de honras o méritos, siempre sometida a posible arbitrariedad, se convierte en el fundamento de los progresos en la carrera militar, entonces estamos perdidos.

Y esa es precisamente la situación actual. El militar de carrera ve como en el ascenso a cada nuevo empleo militar, vuelve a ser evaluado y escalafonado, cada vez con criterios distintos y normas cambiantes, teniendo todas ellas en común un desmesurado desequilibrio a favor de los criterios subjetivos y en detrimento de los méritos objetivos.

Únase a ello la legalización de las “asociaciones profesionales”, léase sindicatos, y el plan de destrucción militar estará casi finalizado.

MISCELÁNEA

Partiendo de la premisa de que el elemento fundamental de la capacidad de combate del Ejército es el personal, con lo dicho resta poco que añadir.

Por supuesto hay muchos otros factores en el proceso destructivo emprendido desde hace décadas por los nuevos dirigentes españoles contra su Ejército. Proceso que adquiere su sentido más trágico al enmarcarlo en el general de destrucción de la sociedad española.

Comparados por ejemplo con los de cualquier nación del mundo, los presupuestos militares de España sólo merecen la calificación de ridículos, y episodios tan trágicos y vergonzosos como la muerte de 62 militares que regresaban de Afganistán al estrellarse el avión ex-soviético, obsoleto y en pésimas condiciones de mantenimiento, alquilado a precio de saldo y que pilotaba un ucraniano borracho, lo ponen de manifiesto. Que después de tantos años de penurias aún siga existiendo el Ejército Español es un mérito exclusivo de los militares que jamás los españoles serán capaces de valorar y agradecer con justicia.

Debemos apuntar también que la industria española, de armamento, naval o aeronáutica, ha sido víctima “colateral” de las campañas políticas contra el Ejército.

Pero hay un punto de carácter especialmente maquiavélico que merece la pena destacar. Se trata de la publicidad institucional destinada a aumentar el “prestigio” del Ejército precisamente presentándolo ante la sociedad como lo contrario de lo que es, ya sea un organismo internacional de ayuda humanitaria, una organización de caridad, con todo el respeto y admiración hacia las organizaciones de caridad, o últimamente como un cuerpo de bomberos forestales.

Una humillación tras otra.

CONCLUSIONES

Tal como dijimos en un principio, sólo nos hemos detenido en los factores más relevantes, sin pararnos a reflexionar en otros de cierta importancia como la incorporación sin restricciones de la mujer al Ejército, imponiendo sin embargo pruebas físicas diferenciadas por sexos como si el enemigo fuera a emplearse con menor dureza frente a las féminas en combate, o las múltiples humillaciones perpetradas como consecuencia de las campañas de tergiversación histórica.

Estudio psicológico aparte merecería la obsesión por no emplear la palabra guerra, llegando a negar vergonzosamente la evidencia cuando ha sido preciso.

Tampoco hemos hecho mención, y es importante destacarlo, al signo político de los gobiernos que adoptaron cada una de las medidas destructivas descritas. Es sencillamente irrelevante, de no ser porque caso de hacerlo nos daríamos cuenta del reparto descarado de papeles. Las derechas imponen las medidas más duras contra el Ejército mientras las izquierdas, en expresión popular, “le pasan la mano por el lomo”, normalmente con modestas mejoras salariales.

La conclusión es tan descorazonadora como el planteamiento inicial. El plan de destrucción del Ejército tal y como tradicionalmente lo conocíamos, programado desde hace décadas y ejecutado con precisión por gobiernos de uno u otro partido político, está llegando ya a sus últimas fases, y resulta trágicamente irreversible en las actuales circunstancias.

Que nuestra civilización está en peligro cada vez lo dudan menos españoles. Que el pelotón de soldados del que hablaba Spengler no llegue a estar disponible cuando sea preciso es cada vez un riesgo más cercano.



[1] Todos los datos incluidos en este artículo son de dominio público, o han sido divulgados previamente en medios de comunicación social y/o publicados en el Boletín Oficial del Estado o el Boletín Oficial de Defensa. No se ha incluido ninguna información de carácter reservado.
[2] “Don Manuel Azaña y los militares”, del General de Brigadas Miguel Alonso Baquer, editorial Actas.
[3] De “La Araucana”, de Alonso de Ercilla.

 



viernes, 7 de febrero de 2014

SOBRE EL HONOR Y OTROS VALORES


Reproducimos el artículo que el diario digital "El Contemporáneo" ha publicado hoy en su columna de opinión. http://elcontemporaneo.jimdo.com/opinion10/




"En nuestra sociedad existe una terrible crisis de valores. Los medios de comunicación los fomentan esa destrucción"

SOBRE EL HONOR Y OTROS VALORES
Luis Gómez
El otro día veía en un canal de televisión un programa titulado “Palabra de Gitano”, que por lo visto emite la cadena generalista de “Cuatro Tv”.
Movido por la curiosidad vi un poco de este programa, en el cual, a grandes rasgos, lo que viene a documentar es como vive esta comunidad en España. El programa relata sus costumbres, sus ritos, sus bodas, sus bautizos y sus creencias religiosas y da un gran protagonismo a la estructura jerárquica y patriarcal de los mismos, así como la función de la mujer en el interior de ese micro sistema social.
Todo me parece estupendo. En el programa, los protagonistas narran con total franqueza sobre como es la vida día a día para los gitanos. El respeto que por su parte dicen se les debe a los mayores y a los ancianos. El cómo las mujeres deben llegar vírgenes al matrimonio, y más aún, como una mujer que según la tradición se dedica a ello, debe sondear la virginidad de la novia delante de las mujeres de ambas familias y durante la ceremonia de la boda, para demostrar con un pañuelo manchado de sangre, que no se ha “deshonrado” su virginidad.
En una comunidad como la gitana, se puede apreciar que las tradiciones son vividas de generación en generación, y que es responsabilidad de todos el ser custodios y transmisores de las mismas. Respeto, honor, familia, etc., son palabras comunes que se repiten una y otra vez en su seno.
Una reflexión surge al hilo de este programa. Al parecer, cuenta con una audiencia considerable y lo que llama la atención es que el consejo editorial de la cadena, que tan crítico es para otros asuntos similares, la vemos en este programa ser bastante tolerante para divulgar estos valores…, eso sí, siempre que se remitan a otras comunidades y no a la propia sociedad mayoritaria española.
Todos sabemos que la eutanasia, el aborto, la destrucción del modelo familiar tradicional, el poco respeto que se les tiene a los adultos en la actualidad, la ausencia de valores positivos, el ataque constante que se hace a quienes defienden ese tipo de sociedad, el ataque a la religión católica que es la mayoritaria de nuestros mayores…, todo ello es puesto en tela de juicio de forma constante por esta  cadena de televisión en particular al igual que por todas  las demás en general.
Llama por lo tanto la atención, que se hagan programas en los que se incentive y se fomente en determinadas comunidades los valores tradicionales que han existido en España desde siempre, y que a renglón seguido, en el programa de tertulias siguiente, los invitados escupan sobre esos mismos valores y fomenten su derogación de la vida ordinaria de la inmensa mayoría de españoles. Entendemos por españoles en este caso a los que no pertenecen a una etnia determinada, claro está. 


"Las personas mayores, son respetadas en la mayoría de las culturas. Los gitanos cumplen con esa costumbre. El resto de españoles ha olvidado ese cometido"

¿Defenderían los tertulianos de estas cadenas (Sexta, Cuatro, Antena 3, Telecinco, etc) que las mujeres españolas llegasen vírgenes al matrimonio? ¿Defendería el que los mayores fuesen cuidados por sus familiares, en vez de ofrecerles la salida del geriátrico, el asilo o más radical aún la eutanasia? ¿Defenderían estos tertulianos tan conocidos de todos, la natalidad como don de la mujer y el fomento de la familia numerosa, o abogarían por el aborto sistemático y las familias desestructuradas? ¿Pondrían en tela de juicio las políticas de izquierdas y derechas que llevan a la persecución religiosa y a la destrucción de sus tradiciones, o lucharían por defenderlas y transmitirlas? ¿Permitirían que la mujer fuese sobre todo, madre, esposa y femenina, o las tildarían de machistas?
Dejo las interrogantes abiertas, pues por mi parte tengo clara cuál sería para mí la respuesta, pero no quiero influir en la opinión de los lectores.

Pero es triste ver como la mayoría de los que nos rodean, toda esa gente consumidora de programación televisiva de forma compulsiva, es gente anodina y sin criterio propio, gente que se traga las consignas panfletarias provenientes de éste y otro programa de televisión de forma tan inconsciente y temeraria como para inmolarse como individuos, desnudándose de sus tradiciones y de sus valores tradicionales y familiares, para al mismo tiempo salir como férreos defensores de esos mismos principios en los otros. 

miércoles, 5 de febrero de 2014

CARTA PÓSTUMA A BLAS PIÑAR



Por Antonio Moreno Ruiz


Mi querido y admirado Don Blas:

¿Pero cómo se le ocurre irse tan pronto, hombre de Dios? Sí, pronto, no lo digo con ironía. Usted estaba más joven que yo, que parezco un viejo achacoso, envidioso de la vital energía que ha conservado usted durante casi un siglo de vida.

Como su merced bien sabe, en esta Expaña que padecemos (que no es la España que amamos), a la que vuesa merced definió muy acertadamente como “manicomio autogestionado” antes de írsenos a la Casa del Padre, bueno, pues aquí nos gusta mucho ultrajar a los muertos. Tal vez porque, al perder nuestro natural carácter y espíritu de leones ibéricos, nos faltan bemoles para hacer frente a ciertas personas cuando están vivas. Santiago Carrillo no era santo de mi devoción. ¿Cómo va a serlo el que fue el responsable de la brutal matanza de Paracuellos del Jarama, la mayor matanza de civiles de la Guerra? Pero lo cortés no quita lo valiente, y lo que es, es. Ninguna muerte puede alegrar ni puede ser motivo de mofa. Pero algunos no lo entienden, y así se retratan. Cuando murió Hugo Chávez, quien tampoco era santo de mi devoción, a un canal televisivo le faltó organizar un carnaval. Y cuando se muere usted, pues toda una cohorte de payasos cobardes, de derecha a izquierda, hacen lo mismo. Santo y seña de un pueblo envilecido y narcotizado que no responde más que a los más bajos impulsos. Pero como ni usted ni su familia conocen el rencor, con seguridad se apoyan en Dios Nuestro Señor para acordarse de lo bueno interior antes que de lo malo exterior.

Supongo que ya habrá visto la carta que su amigo de usted Francisco Torres (1) le espeta a Victoria Prego, esa infeliz apóloga de la zarzuelera tiranía. Esta señora, aduladora de una clase política que nos ha arruinado en todos los sentidos, presume de no haberle entrevistado…. ¡A usted, que fue el altavoz de millares de españoles! A usted, cuya representatividad en nuestra patria fue mucho mayor que la de cualquier oligarquía separatista, pero que con una ley electoral tan inicua como ridícula, defendida por sociólogos progres al servicio del interés plutocrático de turno, tenía menos diputados que ellos. ¡Y hablan de igualdad y derechos! Con todo, ¿cuál es la ética periodística de alguien que presume de no entrevistar, y más a un representante del pueblo? Pero bueno, éste es un ejemplo del “manicomio autogestionado”, D. Blas, y su buena respuesta ha recibido.

Mi amigo Conrad López, quien tuvo la dicha de conocerle en persona, escribía hace poco: “en el momento de despedirnos y estrechar su mano, le espeté un sincero y emocionado "Gracias, D. Blas". El, con toda naturalidad, me respondió "No hombre, gracias a vosotros. Lo he pasado estupendamente en vuestra compañía", y yo le repuse: "No D. Blas ... gracias por todos estos años de sacrificio y de esfuerzo". Se quedó sin palabras, la emoción se asomó a sus ojos y no fué capaz más que de balbucir "bueno... no, yo... bueno...", mientras volvíamos a estrechar las manos y nos despedíamos definitivamente.”

Sacrificio: Qué palabra tan importante y tan incomprensible hoy...

Usted, D. Blas, si hubiera nacido en Hispanoamérica, sería conocido como el doctor Piñar. Pero en esta Expaña de la que hablamos, eso ya no se lleva. Nos suena como anticuado. Total, si todo el mundo se cree un sabio y cree demostrarlo a gritos, como se hace en los innumerables programas de la farándula, auténticas armas de destrucción cerebral masiva... Pero eso, usted, doctor en derecho, insigne notario, bueno, si hubiera querido, pues hubiera tenido una vida “resuelta”. Pero no, usted no quiso. Empezando por ser el padre de una familia numerosa, como tantos padres de familias similares que levantaron el país, ayudando a su elevación demográfica como auténtico motor social. Luego, a pesar de su lealtad inquebrantable al régimen de Franco, fue molesto para muchos que en él medraban, para luego ser "aperturistas", y actos seguidos, demócratas de toda la vida y tabla rasa del pasado, y a día de hoy, propulsores de una ley que no es memoria histórica y sí desmemoria histérica. Y contra todos esos aciagos procesos estuvo usted luchando; usted, que venía del Derecho y la cultura, haciéndose famoso por aquel valiente y certero artículo “Hipócritas”, donde denunciaba la hipocresía angloamericana; usted, que presidía el Instituto de Cultura Hispánica, buscando hermanar a la Hispanidad en el fondo y en la forma, y sin embargo, tirios y troyanos lograron arrebatarle el puesto; usted, que en los últimos años del régimen ya era criticado por los que estaban preparando el harakiri y que tras la confirmación rupturista de todo aquello, con el sello cultural que había fundado bajo el calor de la más combativa Acción Católica, se lanzó a la arena política, representando a los patriotas bajo una alianza nacional que salvaguardara los valores del 18 de julio. Y claro, el Estado postfranquista, salido de las covachuelas burocráticas en consenso con lo peor del antifranquismo, no podía permitir eso. No podía permitir que usted representara a un partido interclasista que era el que más jóvenes albergaba de toda España. Pero en aquellos tiempos, Adolfo Suárez, burócrata arribista del Movimiento y cabeza visible de nuestros desastres actuales, hablaba bien de Franco y decía mantener su herencia, en conjunto con Juan Carlos, mientras recogía votos; Manuel Fraga, quien había sido ministro de Franco, decía primero que nada a su derecha, y segundo, que  prefería a Santiago Carrillo antes que a usted; una grandísima parte del clero oscilaba entre la democracia cristiana, el marxismo y el separatismo, todo junto y revuelto, ocupándose más de banderías politiqueras anticatólicas que de la revelación, la tradición y el magisterio, sin que ello despertara ningún tirón de pelo en los anticlericales de siempre.

Como usted sentenció: ¡Hipócritas! Y otras cosas…

Y tras esa marabunta, tanto a su persona como a Fuerza Nueva se le echaban las culpas del terrorismo. ¡Encima! Encima de que el terrorismo, apoyado en su día por todos aquellos que se decían demócratas antifranquistas, nunca ocultó sus estrellas, sus hoces y sus martillos, ya fuera bajo la bandera republicana, o ya fuera bajo banderas separatistas. Digo yo que, con la tirria que le tenía el sistema, hubiera sido relativamente fácil encarcelarlo, de haber tenido su merced alguna responsabilidad terrorista de por medio. Pero no, usted nunca la tuvo. Nunca pudieron probarle nada. Sin embargo, el sistema se encargaba de propagar la estrategia de la tensión, que tan pingües resultados le había dado en Italia, y a la par que agrandaba artificialmente el terrorismo ultraizquierdista, establecía acciones que luego atribuía a la “extrema derecha”. Dicen que claro, que hubo militantes de Fuerza Nueva implicados en hechos violentos... ¿Pero es que acaso se olvidan que fueron militantes socialistas los que en julio de 1936 asesinaron a José Calvo Sotelo? ¿Acaso se olvidan de las implicaciones del PNV con ETA, o del partido comunista con los GRAPO? ¿Y de todo el historial terrorífico de las tiranías rojas, con más de cien millones de muertos en menos de un siglo? ¿Y acaso se olvidó de cómo el mismo Estado utilizó a elementos exaltados para la guerra sucia contra ETA, llegando Felipe González, el mister X del juez Garzón, a tener dos ministros enchironados? Pero claro, a tipos así sí que entrevista Victoria Prego, así como todos los secuaces de este plutocrático régimen.

¿Por qué esta señora no muestra una sola prueba contundente de la violencia achacada a usted directamente? Si es muy fácil… Pero es que por su parte, como por la de tantos otros, no hay más que injurias y calumnias.

Por otra parte, jamás le han podido acusar de prevaricación, robo, corrupción, o algo que se le parezca, mientras que todos los partidos que forman parte del parlamento tienen a imputados en sus filas, sin que nadie dimita. A ésos también los entrevistan la señora Prego y compañía, con toda clase de loores, faltaría más.

Ando repasando sus intervenciones, que usted ha mantenido hasta hace muy poco, y es que me impresiono. Don Blas, qué nivel cultural, ¡pero qué nivel! Aquellos discursos tan bien enhebrados, donde no faltaba la finura de su ironía y de su humor... ¡Y sin un papel! Anda que igualito que tantos otros que pululan por el congreso... Y sin embargo, usted no fue sólo criticado con saña por sus enemigos, sino por muchos que se decían “nacionalnosequé” e iban de ultrillas por la vida. Yo también formé parte de ese circo. En alguna que otra ocasión le critiqué con saña, soltando vana palabrería, como hace todo aquel que de nada sabe. He sido muy niñato y muy tonto en determinadas épocas de mi vida, condicionado por temas y complejos personales que a nadie le importaban, y me ha llevado años superar todo eso y madurar.  Felizmente, pude disculparme con su nieto Miguel, que al igual que usted, es un caballero patriota que no conoce la maldad ni el rencor, y cuando tuve el honor de conocerlo en Roma, mientras honrábamos a los beatificados mártires de la Cruzada, me dio un abrazo fraternal. Y con su nieto Blas, al que no conozco en persona pero sí que tengo algún contacto a través del facebook, y que ya ha sido medio insultado por el incompetente Iñaki Oyarzábal, de esa derecha, ¡uy, derecha no, centro-reformista!... Bueno, de eso… ¡Y la que está liando con sus libros, en buena hora! Y sus nietos, al igual que usted, no responden ni con insultos ni con rencores, manteniendo una gallarda elegancia que queda como sello de una gran estirpe.

Ah, se me olvidaba: ¿Ha leído la carta de Don José Utrera Molina? ¡Me ha encantado! Otro caballerazo donde los haya. En mi pueblo, por ejemplo, se empeñó junto con mi abuelo materno, (que fue alcalde en la época de Franco durante diecisiete años) en hacer viviendas. Y vaya que si las hicieron. Y mi abuelo, que fue combatiente falangista, jamás me inculcó el rencor hacia las familias del pueblo que habían pertenecido al otro bando. En su entierro, hubo gente de todo signo, y en un pueblo chico, eso creo que quiere decir mucho. Por otra parte, ya de mayor me enteré que a mi abuela paterna le asesinaron a dos parientes en la Guerra. Uno tiene una calle en su pueblo, o tenía, no sé si a esa ley de la desmemoria histérica le habrá dado por ahí. Y un tío de mi abuela, fue alcalde republicano pero duró diez días en su cargo, diciendo, al igual que Ortega y Gasset, “no era esto, no era esto”. Y luego, fijémonos en lo que hicieron los más republicanos que la República, asesinando a Melquíades Álvarez, intelectual republicano, liberal y progresista. Y a los trotskistas… En fin, pero sería meternos en otro tema. El caso es que jamás vi en mi casa rencor alguno. Y también puedo decir que en otras familias del pueblo que les tocó un destino diferente, tampoco lo percibí. El rencor este artificial, esta mala uva rediviva, no es obra sino de politicuchos, en muchos casos, con traumas freudianos, hijos mimados del régimen que luego se dieron cuenta que la rosa y el puño, la gaviota o la estrellita daban más ganancias. Empero, hombres como usted, Utrera Molina o mi amigo y maestro Domingo Fal, aun con sus diferencias ideológicas, son ejemplos de lealtad, honor, perseverancia y templanza. Y gentes como ustedes es que ya no hay, para desgracia de los jóvenes cristianos y patriotas, que nos vemos cada vez más huérfanos.

A toro pasado, todos somos politólogos y tertulianos, ¡je!, pero usted cogió el toro por los cuernos en una época muy dura, en una época donde sus militantes no sólo se tenían que enfrentar a una furiosa violencia roja, sino también a las cargas policiales, y a los infiltrados de los servicios secretos que destrozaban todo lo habido y por haber. Y en todo caso, qué culpa tenía usted… Por lo menos tenía derecho a equivocarse, dado el caso. Los que no tienen disculpa ninguna fueron los que claudicaron, los que se cambiaron la chaqueta, los traidores, los miserables, y un largo etcétera. Ésos, en alianza con la tiranía interior y los extranjeros que nos odian, son los grandes culpables, y no usted, que encabezó la resistencia.

Yo, personalmente, podría indicarle algunas discrepancias, ¿pero para qué? Además, seguramente sería rebatido a base de bien. Y con todo y con eso, que ya no tiene importancia, ahora sí que entiendo muchas cosas, D. Blas. Con el tiempo, he entendido por qué usted se sentía tan identificado con el misticismo de los legionarios rumanos, con aquella Guardia de Hierro de Codreanu que recibió, al igual que vueseñoría, golpes de todos lados. Usted tenía un sentido místico de la vida, algo muy marcado desde su infancia, alimentado en su casa, y por supuesto, no quiso separarlo de la política, porque usted no creía en Maquiavelo de ninguna de las maneras. Fíjese que lo que le digo a lo mejor es una burrada de las mías, pero no se me enfade, por favor, y permítame la exagerada licencia: Se me antoja que si usted hubiera nacido en un país “ortodoxo”, hubiera sido pope. Con todo, usted quiso ser un caballero católico consecuente, encarnando ese ideal del gran filósofo García Morente. Usted quiso ser un español con todas las de la ley. Y eso cuesta. Porque ser español en Expaña está mal visto. Algo escribo al respecto en mi nuevo poemario, Clamores de un español, aunque hay de todo, pues también canto a nuestras gestas. Me hubiera gustado enseñárselo, pero a lo mejor me daba vergüenza, porque al lado de sus versos, hubiera resultado una gran porquería, permítame la expresión. ¡Y es que usted también era poeta! Si es que usted ha sido muy grande, Don Blas, si es que como usted hay muy pocos… Con razón se le podría aplicar aquella canción de Massimo Morsello: “Noi non siamo uomini d´oggi”.

Y además, usted tenía un problema, sí, un problema grande: No tenía maldad. Y eso por desgracia es un problema en este rastrero mundo. Usted era “inocente”, y no lo digo en un sentido peyorativo, pues pocas cabezas más privilegiadas que la suya había en España. Usted era limpio de corazón, era una buena persona, y eso, por desgracia, es muy difícil de entender y asimilar, tal y como estuve conversando con mi amiga Doris, de cuyo apellido no me río, al igual que espero que ella no haga ironías con el mío.

¿Sabe, Don Blas? A veces me puede el bombardeo materialista, hedonista e irreligioso que sufrimos y pienso que a ver si es que mis padres se equivocaron con su empeño en educarme, en transmitirme valores… Porque en la práctica, si uno no es un maleducado, un chillón o un trápala en líneas generales, no es respetado. A veces la educación y las buenas costumbres se ven como signo de debilidad, como propensión al cachondeo. Entonces, viene la pregunta utilitarista: ¿Para qué sirve? Y sí, sí que sirve. Y si a lo mejor en la tierra parece que no sirve en lo inmediato, sirve en el corazón, sirve para ir sembrando ejemplo y sirve en el cielo. Y porque así pienso, no me avergüenzo en decir que he llorado cuando me he enterado de su fallecimiento, que el sábado me levanté sobresaltado soñando que le daba el pésame a su nieto Miguel, y el domingo me eché a llorar como un niño, pensando, al igual que la amiga Doris, en cuántos españoles no tuvimos un despertar de nuestra inquietud patriótica gracias a su figura, sea de una manera o de otra; y pensando que al morir gente de su edad y valía, de esos que levantaron un país que a posteriori estropearon otros, siento como si el cordón umbilical que me une a la patria, aquí, en la otra punta del mundo, se me fuera yendo, sintiéndome extraño en todas partes, sin un hogar al que acudir, por más que acá, en esa Lima, Ciudad de los Reyes de la flor y nata de las Indias, (crisol de la identidad y de la fidelidad virreinal, que usted conoció con el amigo Gianfranco Sangalli, entre otros) sea más valorado que allá.

Al igual que usted, creo escudriñar ciertos vientos bonancibles que vienen del Este, aunque yo me escoro más hacia lo ruso. ¡Quién nos iría a decir, señor mío, que Rusia ostentaría la bandera de la esperanza! Y eso a veces me da más fuerza de lo que pueda esperar de nuestro país. ¿Seré acaso muy catastrofista, demasiado pesimista? Puede ser, y vive Dios que eso no es bueno. Pero también pienso que si no somos conscientes ante la dureza de la realidad, no podremos vencer, y tendremos que lamentarnos de que al final, perdimos, tal y como escribe su homónimo nieto.

En fin, mi querido y admirado señor, creo que ya está bien la cosa por mi parte. Pongo fin a las palabras y doy comienzo a las oraciones. Como dice nuestro buen Conrad, gracias, muchísimas gracias de corazón. Gracias por su hermoso legado, por su ejemplo vivificante, por su nobleza de acero toledano, por su constancia, que fue como la de los mozárabes que se aferraban al hispánico crismón como Alfa y Omega frente a invasores y traidores. Gracias por ser como fue y como seguirá siendo en nuestros corazones. Y como usted nos enseñó, sin miedo a nada ni a nadie, por la fe y por la patria, las banderas en alto.

¡Viva Cristo Rey!

¡Viva España!

Y valgan estos versos de un servidor como homenaje:

HASTA SIEMPRE, DON BLAS

Una espada de noble acero toledano,
rubricada por un crismón mozárabe,
habló de enérgica resistencia,
a través de un caballero infatigable.

Alfa y Omega sobre España,
abanderando una patria de universo,
en este aciago, destructor y confuso siglo,
de gloria y decepción, realidad y sueño.

Desconociendo la claudicación,
sopló la llama de un verbo erizado,
extendido una cultura de calor místico,
con calidez de legionario rumano.

Sin miedo, sin silencio, sin rencor,
con gallardía, educación y elegancia,
un estandarte de honradez cubre
una faz hace poco amortajada.

Damas y caballeros: ¿Ya saben
de quién estoy hablando?
Aciertan si es Don Blas Piñar López
la persona que están pensando.

Nos acaba de dejar uno de los buenos,
un testigo de lucha imprescindible,
cuyo quijotesco escudo fue parando,
mandobles de mediocridad irascible.

Agredido por un sistema criminal,
vilipendiado por la prensa lacayuna,
el mejor orador de la transición,
unió a una masa de justicia ayuna.

Fueron pasando los años,
mas no pasó la firmeza,
ni la autoridad propia de un
cabeza de familia con entereza.

Y se nos va en la intimidad humilde,
propia de quien no conoció la maldad,
propia de un amante de la tradición,
de un amante de la justicia social.

Y yo, lleno de lágrimas,
me despido de su inmortal capitanía:
¡Hasta siempre, estimadísimo Don Blas!
¡Sea usted nuestro celestial vigía!







(1) Véase: Carta abierta a Victoria Prego sobre Blas Piñar | Diario YA





CATOLICISMO Y PATRIA



“Si el Catolicismo fuera un enemigo de la Patria, no sería una religión divina. La Patria es un nombre que trae a nuestra memoria los recuerdos más queridos, y bien sea porque llevamos la misma sangre que aquellos nacidos en nuestro propio suelo, o bien debido a la aún más noble semejanza de afectos y tradiciones, nuestra Patria es no sólo digna de amor, sino de predilección”. 

S.S. San Pío X

martes, 4 de febrero de 2014

"A DIOS POR RAZÓN DE ESTADO"

 
 
UN AUTO SACRAMENTAL
DE 
DON PEDRO CALDERÓN
DE LA BARCA
Representación escultórica de San Dionisio Areopagita
 
Por Manuel Fernández Espinosa
 

 "A Dios por razón de estado" es un auto sacramental de D. Pedro Calderón de la Barca. El título induce a pensar en el concepto maquiavelista de "razón de Estado". Maquiavelo no fue, en modo alguno, el primero pero sí que fue el más explícito a la hora de convertir la religión en un instrumento, más o menos apto, para la finalidad política de fundar, conservar y ampliar un dominio (político-social y territorial). Desde Maquiavelo la "razón de Estado" se convierte sin tapujos en la directriz y el criterio supremo desde el que se pretende legitimar cualquier acción política (aparcando la moral y haciendo del éxito político el fin que justifica los medios). Esto se hizo en el Renacimiento, en virtud de un criterio pragmático, cuando se arrinconaron como obsoletos los principios e ideales bajo los que se había regido el caballero medieval. "El fin justifica los medios" ha pasado a ser frase proverbial del acervo popular, atribuida a Maquiavelo (aunque durante años he tratado de hallarla en los escritos de Maquiavelo sin mucha fortuna). Pero la conclusión es cierta: el teórico florentino termina afirmando que la "razón de Estado" justifica cualquier acción política, siempre que tenga como fin: 1. La fundación (Rómulo mató a Remo para fundar Roma); 2. La conservación (Bruto mató a sus propios hijos que conspiraban contra la flamante República romana) o 3. La grandeza (Fernando el Católico y la expansión del Reino de Aragón).

Stephen Rupp (en su ensayo "Allegories of kingship: Calderón and the anti-Machiavelian tradition") repara en este auto sacramental calderoniano titulado "A Dios como razón de estado" y entiende que se trata de una de las obras a considerar como producción dramatúrgica antimaquiavélica, que se inscribe en la fecunda tradición hispánica contra Maquiavelo (baste mencionar el clásico "Tratado de la religión y virtudes que debe tener el príncipe cristiano para gobernar y conservar sus Estados. Contra lo que Nicolás Machiavelo y los políticos de este tiempo enseñan (Madrid, 1595), que debemos a la péñola del Rvdo. P. Pedro de Rivadeneira, de la Compañía de Jesús). Pero el auto sacramental calderoniano que aquí abordamos ("A Dios por razón de estado") no es un tratado político, como el del P. Rivadeneira. ¿Qué es lo que puso Calderón sobre las tablas y frente a nuestros ojos?

En este drama, hay una superposición de planos. En primer lugar, los personajes que intervienen tienen, como manda la tradición dramática del auto sacramental, una dimensión alegórica (que se remonta al poeta hispano-romano Aurelio Prudencio, nacido en Calahorra el año 348 d. C. y fallecido alrededor del año 410 d. C.): así personajes de la obra calderoniana que nos ocupa, como el Ingenio, el Pensamiento, la Gentilidad, la Sinagoga, África, el Ateísmo, la Confirmación, la Penitencia, la Extremaunción, el Orden Sacerdotal, el Matrimonio, la Ley Natural, la Ley Escrita, la Ley de Gracia. Pero, por otra parte, hay dos personajes que sí que tienen una dimensión histórica fáctica: San Pablo de Tarso, que a su vez (también) personifica la conversión y otro personaje más que, a lo largo de toda la obra, es presentado como el Ingenio, pero que puede reconocérsele, siguiendo la mentalidad de la España de Calderón, tan familiarizada con la piadosa tradición eclesial, con no otro que San Dionisio Areopagita.

En "A Dios por razón de Estado", donde pone "Ingenio" podemos poner "San Dionisio Areopagita". Fue éste, según se creía en tiempos de Calderón, aquel discípulo de San Pablo al que se refiere el Nuevo Testamento (Hechos de los Apóstoles 17, 34) y segundo obispo de Atenas. Calderón nos lo presenta en el Areópago, en el mismo momento en que tiene lugar la crucifixión y muerte de Jesucristo en el Gólgota, cuando se produce el terremoto que hace exclamar al sabio Dionisio, todavía pagano: “Que el Mundo expira, o su Hacedor padece”; la tradición afirmaba que esta experiencia había sido la que impulsara a Dionisio a buscar sinceramente a Dios. Desde ese momento, sin poder admitir por razonamiento filosófico el politeísmo que le ofrece la Gentilidad, Dionisio (el Ingenio en la obra calderoniana) emprende la aventura de buscar a Dios. El personaje del Pensamiento supone un contrapunto, a veces con ribetes de “gracioso”, que acompaña al Ingenio. Es oportuno advertir que el personaje del Pensamiento es presentado por Calderón como algo que nada tiene que ver con lo que pudiéramos suponer un responsable y concienzudo ejercicio de la Razón, sino más bien con algo que no se detiene, como si de un flujo mental se tratara, condenado a la dispersión, de tal manera que, en uno de los coloquios dramáticos, cuando el personaje "Ingenio" (=Dionisio Areopagita) le ordena detenerse al personaje "Pensamiento", alega éste al "Ingenio":

“Si eres tan necio
que haces pretensión de que
se detenga el Pensamiento,
¿cómo de sabio blasonas
y altivamente soberbio
Ingenio te llamas?”

El Ingenio reconoce que el Pensamiento es libre y, por eso mismo, contraviene la voluntad del Ingenio, mucho más ponderado. El Pensamiento interviene bajo el signo de la indocilidad, sin estar dispuesto a someterse a ninguna otra instancia que la de saltar de aquí allá. El Pensamiento es, en esta obra, algo que más se asimila a la imaginación (y, como tal, una actividad voluble, inconstante, inestable). Podría llamársele al Pensamiento como Santa Teresa dijera de la "Imaginación": es la loca de la casa.

Prosiguiendo el argumento del auto sacramental, digamos que, tras el catacalismo que vive en Atenas, el Ingenio (San Dionisio) se pone a buscar la razón de tal cataclismo: el paganismo de los gentiles no logra convencerlo y así es como el Ingenio y el Pensamiento parten a la búsqueda de Dios.

Al primero que se encuentran es al Ateísmo –geográficamente localizado en el Nuevo Mundo, todavía no colonizado por los españoles e identificado con los indígenas americanos. El Ateísmo, personaje alegórico, no puede satisfacer a los viajeros, por lo que estos lo dejan atrás para venir a encontrarse con África, otro personaje alegórico que representa en el auto sacramental la geografía y la humanidad que se han islamizado. El Ingenio y el Pensamiento tienen que pasar de largo, no sin anatematizar las malas costumbres y las contradicciones que repugnan a la Razón perseverante del Ingenio. Es entonces cuando se hallarán con la Sinagoga –alegoría del judaísmo, del pueblo elegido del Antiguo Testamento y, por ende, pueblo deicida. El momento en que el Ingenio y el Pensamiento topan con la Sinagoga es cuando ésta comisiona al todavía fanático fariseo Pablo de Tarso a perseguir a la comunidad cristiana de Damasco. Lo que es absoluta indiferencia (natural hasta la animalidad) del Ateísmo; lo que es vicio y superstición del mahometanismo... En la Sinagoga deicida es maldad en estado puro: su protervia le impide admitir que ha cometido el peor de los crímenes, el de crucificar a Jesucristo por no reconocer en Él al Mesías que anunciaban los profetas veterotestamentarios. La Sinagoga amenaza al Ingenio cuando éste le discute su fanatismo deicida. Tras separarse, el Ingenio y el Pensamiento se encuentran con Pablo que ha sido derribado del caballo camino de Damasco, lo asisten y es entonces cuando logran llegar a la meta que se propusieron.

En el tramo final del auto sacramental se nos ofrece una apoteosis de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana y todo queda explicado para el público que en aquel tiempo tanto gustaba del teatro. Se descorren los velos y es entonces cuando se asiste a la comprensión de la pedagogía divina por la cual Dios nos ha ido conduciendo, para redimirnos, desde la caída de nuestros primeros padres hasta otorgarnos la Ley de Gracia, para llegar a la cual nos dio primero la Ley Natural y después la Ley Escrita (el Decálogo) que se perfeccionan en la suprema Ley de Gracia contenida en la Iglesia Católica con sus Siete Sacramentos.
 
La escenografía es todo un monumento barroco: “una fuente, cuyo remate será hostia y cáliz, y alrededor los siete sacramentos, teniendo cada uno en la mano una cinta blanca, como caños que salen de la hostia)" -se nos dice en una acotación escénica. Esta imagen había sido empleada por el dominico Fray Luis de Granada (1504-1588), cuando escribió sobre los Sacramentos que son estos: "unos celestiales instrumentos y medios por donde se nos comunica la divina gracia y unos caños que se derivan de la fuente del costado de Cristo...". En el auto, los Sacramentos tomarán la palabra y declaran cuándo fueron instituidos por Jesucristo Nuestro Señor.

Pero la Sinagoga porfía en su protervia; ni por todo aquello que está contemplando puede convertir su corazón a Dios y dice en su maligna soberbia anticristiana:

“Primero que yo lo crea
veré al mundo fallecer
con mayor ruina, que cuando
le vi expirar”.

El judaísmo y el mahometanismo no dan su brazo a torcer. El Ateísmo y la Gentilidad (los pueblos ateos o paganos, todavía no evangelizados) sí son capaces de convertirse. Sin embargo, Pablo profetiza que la Sinagoga y el mahometanismo serán reducidos:
 
“cuando el mundo venga a ser
sólo un pastor y un rebaño”.

La conclusión del auto sacramental la confirman los personajes que dicen a coro:

“que debe el ingenio humano
llegarlo [a Cristo] a amar y creer
por razón de estado cuando
faltara la de la fe”.

Como podemos comprobar el esquema maquiavélico queda invertido magníficamente por Calderón de la Barca que, con esta obra vuelve a demostrar ser el más capaz de los literatos teológicos y el campeón de la propaganda tridentina de nuestro Siglo de Oro. La belleza de los símbolos operantes, la grandeza de los raciocinios (que por no abusar del lector no hemos considerado detenidamente), la majestad de la conclusión donde asistimos maravillados al Triunfo de la Iglesia Católica sobre la naturaleza grosera del politeísmo y el ateísmo, sobre la porfiada negación de la verdad en judíos.

Y Maquiavelo queda reducido al ridículo. La religión no es (como Maquiavelo dijo) un instrumento para la política; es todo lo contrario, la Política es la que debe sujetarse a la religión, siendo la Política el instrumento de la Religión. Y esto se impone incluso cuando los políticos no puedan gozar de la gracia de la Fe: por "razón de estado" cuando falte la fe. Queda trazado así el más perfecto de los programas político-teológicos hispánicos: ésta es la verdadera vocación de la Monarquía Hispánica que fue truncada por la acción perniciosa de las fuerzas de la revolución que por doquier enjambró Europa, quebrantando la Cristiandad. Esta es nuestra auténtica tradición, la de todos los pueblos hispánicos. La Tradición que hemos de recuperar del olvido para reanudarla.

sábado, 1 de febrero de 2014

LA EPOPEYA VILIPENDIADA: LOS REALISTAS HISPANOAMERICANOS (III)


Por Antonio Moreno Ruiz 



FULGOR

¿De dónde viene el fulgor,
Que guía a los caballos,
Bajo el sol enfurecidos,
En los imponentes Llanos?


La ardiente sangre africana,
Empuñada por un mariscal,
Asturiano, que en América,
Su vida va a realizar.


Es José Tomás Boves,
El de caracteres exagerados,
Claros cabellos y firme espada,
Bebe del fulgor de los Llanos.


¡Taita! ¡Taita! ¡Taita!
Palabra india de fuerza,
Por un caudillaje bravío,
Gritado por la tierra.


Fulgor venezolano,
Con las carnes abiertas,
Entre lanzas coloradas,
Y tambores de guerra.


Iberia y las Indias,
Se están separando,
Entre puñales de odio,
Los corazones temblando.


¡Qué días tan terribles!
¡Desgarros y divisiones!
¡Ruptura por todas partes!
¡Historia de horrores!


Las grietas comenzaron,
Antes de Napoleón,
Helado se siente,
El hispano corazón.


Tropical fulgor,
Guía a los llaneros,
Montoneros del rey,
Feroces y altaneros.


En pleno desbarajuste,
Continúan la jornada,
Comenzando los Andes,
Desde la sabana.


Del norte se vienen,
Aires caribeños,
Estrepitosos galopes,
Boves y los morenos.


Fulgor de batalla,
De sangre nerviosa,
Ondas de peligro,
Música sorda.


Mugidos de montes,
Entre cañones rugiendo,
Fulgores terribles,
El sol se está poniendo.


¿A dónde llevará,
Este herido fulgor?
La suerte está echada,
La bandera es de dolor.





LA EPOPEYA VILIPENDIADA: LOS REALISTAS HISPANOAMER...