RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

jueves, 14 de mayo de 2015

UN "NO PASARÁN" EN EL ARCO DE ZAFRA


El autobús del PP de Extremadura, en apuros en el centro de Zafra
Foto de: El Diario

 
Manuel Fernández Espinosa
 
OPINIÓN

En la vorágine de lo pasajero, cuando algún suceso se destaca, todo es resaltado sin que se pase de la condición de anécdota. Un suceso aflora por un instante, los periodistas lo manosean y después pierde "actualidad": es devuelto a la oscuridad (que si no es la nada, casi casi), quedando en la hemeroteca criando polvoramen. Así es como ocurre en nuestra llamada "sociedad de la información": paletadas de información, avalancha de anécdotas, declaraciones más o menos descontextualizadas, payasadas que otorgan su minuto de gloria (o todo lo contrario, más marrón) a un anónimo o a una celebridad, lo mismo es: lo que importa es la chorrada, ya va importando menos quien la dice, pues su emisor puede ser hasta catedrático.
 
La mejor forma de ocultar algo es cubrirlo de noticias insignificantes, de bagatelas. Antaño, en aquellos mercados de abastos, todos los pescados se servían al cliente envueltos en papel de periódico; y la humedad marina, con su punto de sal, pringaba el titular en que se podía leer que un bárbaro había acuchillado a su mujer o la enhorabuena de las bodas endogámicas de los principales. Aunque haya decaído la costumbre de reciclar el papel periódico en las pescaterías de esta guisa, hoy todos los pescados podridos siguen envolviéndose (si no literalmente, sí que en metáfora) en papel de periódico.
 
En plena campaña electoral salta -como un pez volador que visto y no visto vuelve del aire al seno marino- que el autobús electoral de José Antonio Monago se queda empotrado en el arco del cubo de Zafra. Se encontraba allí de campaña: confirmando voluntades, allegando electores. El arco de marras es una de las entradas al casco histórico de Zafra. Los populares que iban a bordo del autobús verían el arco, sus dimensiones, pero suponemos que tuvieron que insistirle al chófer: "Que pasa, que pasa el arquinu..."  Vaya usted a saber... Si fue la porfía del séquito clientelar de Monago, si había alguna moza a la que Monago quería impresionar, o si fue cabezonería de averígüelo Vargas... El caso es que el autobus no pudo pasar y se quedó atrancado: ni para adelante ni para detrás. Los socialistas vieron la carnaza noticiera y bramaron, ya que no había sido un atropello, había sido una injuria al patrimonio monumental, pues el arco no ha quedado indemne. Y es que meta usted la estatua de Pizarro por el "abujero" de una cerradura y sabrá lo que le pasa a la estatua ecuestre. Sin embargo, esta vez, gracias a Dios bendito y bendito sea Francisco Pizarro, no ha sido la estatua: ha sido el autobús de Monago y, la verdad es que no hay términos de comparación: ni a transporte ni a transportado.
 
Es un símbolo. El autobús, vehículo grupal contemporáneo, cargado de populares contemporizadores, de esos que aprendieron el entusiasmo en un cursillo acelerado de liderazgo político, donde les enseñaron que -poniéndose frente al espejo, ensayando sonrisas y creyéndoselo- serían invictos, el autobús en que iban en burra no pudo pasar por el arco segedano. Se podría parafrasear aquel dicho evangélico: más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja que un autobús de populares entre por el Arco de Zafra. Pareciera que el Arco no los reconociera como naturales zafrenses ni extremeños, por mucho 100% extremeño del que se jacten.
 
Se está contando como anécdota, cunde por doquier la noticia del suceso: a Dios gracias, sin víctimas mortales. Sus adversarios políticos le sacan partido a la porfía monagona de meter un autobús por el Arco de Zafra: ¡Se ha cargado el monumento! -prorrumpen con esa fingida indignación tan democrática como hipócrita: ¿desde cuándo ha interesado a un socialista el patrimonio artístico? En 1936 hicieron  ciscos las iglesias. Era de esperar que, como avezados aprovechadores del mal ajeno, se hayan adelantado a rasgarse las vestiduras. Sea.
 
Pero parece increíble que seamos tan pocos los que encontramos aquí algo más que una anécdota, una materia digna de García Berlanga. Yo, como soy tan raro, aquí veo todo un símbolo. El senado de la ilustre y antiquísima Segeda, con el cigarrillo colgando de los labios, se echa la boina a la nuca: "Esta gente moderna de ciudad es que no sabe ni entrar en los sitios". Goethe lo dijo magistralmente: "Todo es símbolo".

 
Que el autobús de Monago se quedara encajado en el arco de Zafra es, reconózcanmelo, un símbolo. No se puede desafiar las proporciones de lo tradicional, con políticas que nada tienen de tradicionales. No se puede pretender entrar triunfalmente en un casco histórico que atesora el ser milenario de un pueblo, metiendo por un arco medieval un armatoste del siglo XXI, a rebosar de propaganda demagógica. No se puede ser 100% extremeño (ese es el eslogan monagoneano) si no se sabe que por el arco de Zafra pasan caballerías, como la de Pizarro, o burros.
 
Pero burros de los que no hacen propaganda electoral.

miércoles, 13 de mayo de 2015

LA FILOLOGÍA Y LA BIOLOGÍA DESMONTAN EL DARWINISMO

 
 
NO MÁS BROMAS DE DARWIN
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
Recientemente ha aparecido un libro que muestra la fecundidad de los estudios interdisciplinares. Contra la idea vulgarizada que postula que las Ciencias Naturales y las Letras son mundos sin conexión, este ensayo muestra que, al revés de lo que piensa el común, las Letras pueden ayudar mucho a la interpretación de los productos literarios de las Ciencias Naturales. 
 
Dos grandes especialistas españoles, jóvenes y con una trayectoria científica impecable, cada uno en su respectivo campo de la Biología y de la Filología Clásica, han unido sus conocimientos para desmontar el mito darwinista, inflingiendo un severo golpe al darwinismo, instrumento pseudocientífico al servicio del imperio británico, como hemos tenido ocasión de comentar en RAIGAMBRE: véase para ello el artículo de Fabio Emozione, "Indagación sobre el darwinismo. El Darwinismo: instrumento de poder mundialista bajo el liderazgo anglosajón" (también publicamos la versión original del artículo en italiano, aquí).
 
El libro que presentamos se titula "¿ESTÁ USTED DE BROMA MR. DARWIN? La retórica en el corazón del Darwinismo" y sus autores los más arriba mencionados: Emilio Cervantes y Guillermo Pérez Galicia.
 
Emilio Cervantes es científico titular del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) en el Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Salamanca. Y nuestro amigo Guillermo Pérez Galicia es Doctor en Filología Clásica, especializado en Retórica, con muchas publicaciones en su haber sobre temáticas muy diversas que muestran su prodigiosa versatilidad y cultura: desde la Histórica a la Teológica. 
 
El libro, entre muchas otras cosas, muestra que la expresión tan cara al darwinismo, eso de "selección natural", es contradictoria en sí misma, un oxímoron, dado que la naturaleza no selecciona. Este ensayo se ocupa de analizar, desde la retórica, algunos capítulos del libro "El origen de las especies por medio de la selección natural o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida", mostrando que Darwin recurrió al término "selección" para huir del término "mejora". Además, con ello, Darwin llevó en una extrapolación ilegítima la imagen del trabajo de agricultores y ganaderos a la Naturaleza, lo cual resulta a fin de cuentas una prosopopeya.
 
 

martes, 12 de mayo de 2015

PEDOCRIMINALIDAD EN LAS ELITES POLÍTICAS

André Le Troquer, dirigente socialista francés y presidente de la Asamblea Nacional,
pedocriminal

 
LOS "BALLETS ROSES" DE FRANCIA
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
Los casos de desapariciones de menores han conmocionado a las sociedades de todas las épocas. El caso más horrible que registra nuestra historia nacional más reciente fue la desaparición de las Niñas de Alcàsser (Valencia) en 1992: Míriam García, Toñi Gómez y Desirée Hernández. El crimen montó un revuelo en toda España como pocos casos han conocido, por la misma atrocidad perpetrada y por los detalles de crueldad y sordidez que trascendieron a la opinión pública. La oscuridad en que quedó toda aquella historia deslizó en la conciencia social que Antonio Anglés y Miguel Ricart no habían actuado solos, sino que los culpables había que buscarlos en otra parte. Por si fuese poco, el programa televisivo "Esta noche cruzamos el Mississippi", conducido por Pepe Navarro, desapareció y todo indicaba que desde altas esferas se había dado la orden de suspender aquel programa por la atención que había concedido a las investigaciones emprendidas por Fernando García, padre de una de las niñas víctimas, y Juan Ignacio Blanco. Aquello parece olvidado hoy, pero, por experiencia personal, siempre que sale en una conversación todos los que seguimos aquellas abrumadoras noticias relativas a la infame barbaridad revivimos el estupor y las heridas se abren. Tenemos la sensación de que aquel caso quedó sin resolver por oscuras maniobras que apuntan en la dirección de una red criminal compuesta por personajes poderosos.
 
 
Casos similares de secuestros infantiles, abusos sexuales y tormentos, sin excluir la posibilidad de rituales satanistas, se encuentran por doquier. Pueden variar los grados de perversidad, llegar o no al asesinato ritual, pero casos así pueden hallarse en las hemerotecas de toda Europa. Uno de los más célebres fue el "Affaire des Ballets Roses", registrado en Francia. Por la poca noticia que tenemos de él en España, vamos a tratar de resumirlo. Hay que decir, primeramente, que son dos los "affaires des Ballets Roses": el caso francés que vamos a tratar y que tuvo sentencia firme (del año 1959) y el belga, también conocido por el nombre de "Affaire Pinon", que involucraba a personalidades de primer orden de los poderes políticos belgas.
 
 
LOS BALLETS ROSES: PEDOCRIMINALIDAD
 
 
Más que un rumor, el escándalo que sacudió a Francia a finales de la década de los 50 y principios de los 60 del siglo XX, costó la carrera política de un importante personaje del socialismo francés, André Le Troquer, dirigente socialista y presidente de la Asamble Nacional. Le Troquer había perdido un brazo en la Primera Guerra Mundial, fue abogado prestigioso y formó parte de los gabinetes de gobierno. En 1958 su carrera terminó abruptamente tras el retorno del General De Gaulle.
 
 
La policía gaullista se empleó a fondo en la persecución de los círculos de poderosos depravados que organizaban orgías con jóvenes de 13 y 16 años de edad. Le Troquer era todavía presidente de la Asamblea Nacional y fue procesado y terminó por ser condenado a un año de prisión y 3.000 francos de multa.
 
 
La investigación estableció que un ex miembro de la DST (agencia de contra-espionaje francesa, ligada al Ministerio del Interior y a la Policía), por nombre Pierre Sorlut y, que se hacía pasar por un oficial de policía, proporcionaba menores a los pedocriminales. Parece que reclutaba a los niños a cambio de ofrecerles prometedores contactos con hombres importantes que podían favorecer sus carreras artísticas, algunos progenitores de las víctimas eran conocedores de los encuentros. No faltaba el alcohol y las drogas. Se conducía a los menores al Pavillon du Butard, en las inmediaciones de París, en los bosques de Fausses-Reposes (este pabellón de caza se había puesto a disposición del presidente de la Asamblea Nacional), pero no fue el único escenario de aquellos crapulosos encuentros entre pervertidos y menores.
 
 
En aquellas mansiones privadas, las niñas y niños, ejecutaban coreografías obscenas que diseñaba la falsa Condesa de Pinajeff, pintora y ex actriz rumana, que a su vez era amante de André Le Troquer. Después de los bailes obscenos, los adultos que formaban el círculo mantenían relaciones sexuales parciales o completas con los niños. Pero las orgías y abusos de menores se perpetraron en otros apartamentos y pabellones de caza, propiedad de los miembros de la alta sociedad que participaban en estas aberrantes juergas.
 
 
¿Quiénes estaban implicados en estas fiestas de depravación sexual?
 
 
Elisabeth Pinajeff, la coreógrafa de los Ballets Roses

 
Hubo muchos implicados, pero no todos resultaron condenados. Entre los condenados, merecen citarse el enlace que abastecía las orgías que era, como hemos dicho, Pierre Sorlut (de 33 años). André Le Troquer, el dirigente socialista y político, tenía 74 años y su amante que oficiaba como maestra de ceremonias coreográficas, Elisabeth Pinajeff, que tenía 59 años. También resultó condenado un peluquero famoso que organizaba orgías en su apartamento parisino y en el pabellón de su propiedad en Villecresnes. Modistos, un oficial de la Policía y algunos más que no se especifica su posición social ni profesión. Tuvieron que prestar testimonio, aunque no resultaron condenados, algunos famosos: un pintor célebre, un director de orquesta y pianista, un cantante de Ópera, un marqués italiano, un médico, un coronel francés y un militar de alta graduación norteamericano (un "major").
 
 
Como podemos ver, los involucrados en este escándalo formaban parte de la alta sociedad y los círculos del París elegante y mundano, así como artistas, profesionales liberales y miembros del ejército y fuerzas de seguridad del Estado, con el Presidente socialista de la Asamblea Nacional a la cabeza.
 
 
El caso de los Ballets Rosas tuvo una gran repercusión mediática en su tiempo. El nombre "ballets roses" se ha empleado para muchos casos similares en que concurre la corrupción sexual de menores y las elites sociales que perpetran estos crímenes. El caso en Francia no se ha olvidado, incluso se hicieron películas como  "Elle boit pas, elle fume pas, elle drague pas, mais... elle cause" (1970) o "Les Ballets écarlates" (2004) que denuncian la pedocriminalidad institucionalizada en las altas esferas. En 2006, los periodistas franceses Christophe Dubois y Christophe Deloire publicaron su libro "Sexus Politicus", editado por Albin Michel. A día de hoy, Alain Soral es uno de los intelectuales franceses que más combate contra estos grupos de poderosos que cometen sus aberraciones con la impunidad que les otorga su alta posición política, económica y social.

Para mayor información sobre casos más recientes es muy interesante esta intervención de Alain Soral: Redes Pedófilas (subtítulos en castellano):

 
 
 
Puede consultarse, en francés, el blog "La Pédocriminalités", especialmente la entrada:
 

viernes, 8 de mayo de 2015

FUTUROMIGRANTES

 



 
 
PARÁBOLA O DISTOPÍA
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
La experiencia recomienda que, ante una serie televisiva, permanezcamos a la expectativa de los próximos episodios. Sin embargo, la que ayer se estrenaba en España, a través de varios canales a la vez (REFUGIADOS), presenta por su argumento los suficientes motivos como para invitar a la reflexión.
 
El núcleo argumental de la serie gira en torno a una invasión masiva procedente del futuro: no son extraterrestres, ni subsaharianos, tampoco zombies los que nos invaden. Una incontenible avalancha humana (se supone que nuestros descendientes) irrumpe en el presente: llamemos "futuromigrantes" a estos invasores ficticios. Vienen desnudos, se supone que para ponerse a salvo de alguna amenaza que gravita en el futuro, y tratan de acomodarse en el presente, con los problemas que ello entraña. Hablándose de futuro, uno pensaría de inmediato en todos aquellos que, debido a la crisis económica, han tenido que replegarse a los cuarteles paternos. Pero, ahí no habría problemas por lo general, nuestros padres nos conocen y lo natural es volver a la casa original, cuando no se puede sostener la casa propia, y ser recibidos. Estos que vienen del futuro, podrían ser nuestros descendientes, ¿pero cuántos potajes nos hemos comido con ellos? Ninguno.
 
El pretexto dramático nos remite más bien al fenómeno de la inmigración: a la valla de Melilla, al sur de Italia, a las pateras y a los polizones en camiones. También, aunque es un tema muy distinto, a las grandes masas que han tenido que abandonar sus hogares, escapando de escenarios bélicos. Algo muy actual. Por ahí interpretaremos mejor. Pero lo que, por ahora, nos afecta a España son los inmigrantes, no las familias que sí buscan refugio para escapar a masacres y limpiezas étnicas y religiosas que se están produciendo a día de hoy, esos sí son auténticos refugiados.
 
Hablamos, por supuesto, del primer episodio: no tenemos una bola mágica para hablar de los que vendrán a nuestras pantallas en lo sucesivo. Pero, ¿qué hemos visto?
 
Llama la atención que la película nos coloque en un mundo rural que poco tiene que ver con la realidad, al menos europea: uno se diría trasladado a escenarios que, quitando los iglús, parecen de "Doctor en Alaska". Se nos presenta a un matrimonio joven, con una hija, que vive en una casa aislada en el bosque. El marido es bastante cristiano, hasta se deja convencer telefónicamente por el padre cura (o "pastor", cualquiera sabe) para prestarse a acoger al "futuromigrante" que llama a su puerta. En la casa, la cruz. En el coche familiar, la cruz. Y hasta van a los oficios litúrgicos dominicales en familia (qué gente más piadosa, pardiez). Pero no es una familia rara, pues a la iglesia va todo el pueblo. Se trae el cristianismo a colación sin etiquetas. No sabemos si es presbiterianismo, episcopalismo, metodismo o catolicismo: todo queda muy cristiano, pero sin determinar.
 
Es curiosa la presencia de ese cristianismo en el primer episodio de esta serie: además de reservarse discretamente la confesión, su papel queda reducido al de instrumento receptor de "futuromigrantes", en virtud de una función que parece limitada a la estricta dispensación de ayuda material, invocando pasajes evangélicos que nos instan literalmente a acoger todo lo que nos venga. El mensaje es explícito: si somos cristianos, tenemos que recibir. Y los que no lo hagan, es que no son cristianos. El cristianismo es presentado, de esta guisa, como una religión que se homologa a las Organizaciones No Gubernamentales de ayuda humanitaria. Y eso es algo de lo que no tienen culpa los guionistas, sino una percepción compartida por la inmensa mayoría del público, que la misma Iglesia actual se ha labrado.
 
El pueblo parece situado en España (por los letreros, digo), pero la policía no es la Guardia Civil, ni la Ertzaintza ni los Mossos d'Esquadra: parecen guardias rurales. El pueblo de marras apenas tiene viejos, es como si nuestro mundo rural no hubiera conocido el éxodo y el envejecimiento poblacional no se hubiera producido jamás, debido todo ello a las desastrosas políticas antifamiliares y anti-rurales a las que se han aplicado los gobiernos que se han ido sucediendo en nuestra democracia.
 
La más inquietante de las escenas es cuando los invasores del futuro -que, por cierto, se han traído a su propia policía bien equipada- emprenden la persecución y captura, perfectamente legalizada ante las autoridades del presente, para detener y confinar en "campos de concentración" a cuantos son merecedores de la orden de búsqueda y captura en virtud de saberse anticipadamente (que para eso vienen del futuro) los delitos que van a cometer antes de haberlos cometido.
 
Este es tal vez el punto que hace más intrigante la serie y que invita a continuarla. Combinando suspense parece que todo conduce a una distopía. Son muchas otras las cuestiones que suscita una serie como ésta, cuestiones de índole filosófica, pero con la inundación inmigracionista de Europa, compréndasenos, no estamos ahora para metafísicas.
 
No obstante, con esta serie, habrá que esperar acontecimientos.


miércoles, 6 de mayo de 2015

ESPAÑA NUNCA FUE RACISTA






 
EL RACISMO, OTRO EXTRANJERISMO
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
Humano -de la cuna hasta la sepultura- Don Francisco de Quevedo es uno de los españoles más grandes que ha dado la historia. Humano cuando odiaba (que lo diga Góngora), cuando amaba (hasta en cenizas amaría), cuando combatía con la pluma (por el patronazgo de Santiago Apóstol) o con la espada (cuando desenvainaba o porfiaba en batirse con el maestro de esgrima baezano Pacheco de Narváez). Humano que, en el caso de Quevedo era ser españolísimo. Español, desde los pies zambos hasta la revuelta melena.

Leer Quevedo a bocajarro es una empresa fastidiosa. No se le puede recomendar a quienes gustan de lo fácil, pues sin un buen diccionario a la mano será difícil descifrarlo al profano (a quien no lo lleva gozando décadas ha); prácticamente imposible será admirarse de su clarividencia, no podremos reírle los juegos de palabras, no podremos entendernos con él y, en fin, no seremos su cómplice. Pero si se le ha leído con frecuencia, al cabo de los años Quevedo es agradecido y nos desplegará su fastuoso mundo de taberneros aguadores, de médicos matasanos, de jaques y coimas, de mosquitos y moscones cojoneros... Y nos atacará la risa que produce una fantasía fecunda en alianza con una inteligencia formidable.

Vengo a reivindicar, tras esta advertencia preliminar, la lectura de Quevedo. No es la primera vez ni -con ayuda de Dios- será la última: yo, antes que otra cosa soy quevediano. Y vengo a reclamar para Quevedo la honra de haber sido uno de los primeros en denunciar la esclavitud de los negros. Sí, como leen.

Sor Teresa Juliana de Santo Domingo, La Santa Negrita

Todo el mundo piensa que tuvo que venir Abraham Lincoln para abolir la esclavitud, todo el mundo piensa que fueron otros -nunca los españoles- los pioneros en pugnar por acabar con esa inhumana sinrazón. Pero, como suele pasar, cuando todo el mundo coincide en una de esas cosas... es que todo el mundo se equivoca. Esas cosas que todo el mundo comparte frecuentemente no son más que lugares comunes de la "mitología". Uno de los primeros que reclama que se rompan las cadenas de la esclavitud que, por el color de la piel, tenía humillada a la raza negra es nuestro Quevedo. No podía ser de otra forma. Ni es de extrañar.

Escudo conmemorativo de la Batalla de Lepanto -con Águila de San Juan- que el negro Juan Latino puso al frente de su obra "Ad Catholicum pariter et invictissimum Philippum Dei gratia Hispaniarum Regem..." (Granada, 1573), cuyo lema en latín compuso el docto afroespañol y que reza: "COELITUS UNUM IMPERIUM, ENSIS UNUS, REX UNICUS ORBIS".


JUAN LATINO

España, pese a todas las mentiras propaladas por sus enemigos, por ser católica nunca fue racista. Existió la esclavitud hasta el siglo XIX, y no sólo en la América española, también en la península. Pero, ¿qué país puede enorgullecerse de contar con un humanista negro? Solo España. Ocurrió así con el caso de Juan Latino (1518-1596), nacido esclavo en la Casa de los Condes de Cabra, pero que por sus talentos gozó de estudios en la Universidad de Granada y, aplicado, se convirtió en el excepcional caso de un humanista negro de nuestro Renacimiento, catedrático admirado por todos y casado con una señora de una distinguida casa nobiliaria. Ese milagro sólo podía darse aquí, en un pueblo católico, gobernado por hombres santos (Felipe II). Muy pocos lo saben. Muchos quisieran que se ignorara. Pero esto es lo que hay y hemos de estar orgullosos.

Sor Teresa Juliana de Santo Domingo, "La Negrita de la Penitencia"



SOR TERESA JULIANA DE SANTO DOMINGO



La primera mujer negra que escribe en una lengua europea es afro-española y escribe en español. Se trata de Sor Teresa Juliana de Santo Domingo. Nació en un punto indeterminado al oeste de Africa, aproximadamente allá por el año 1676 y se llamaba Chicaba. Fue capturada en una de las depredaciones perpetradas por mercaderes de esclavos y esclavizada a los diez años. La vendieron en el mercado de Sevilla, pero el ser hija de reyes africanos le valió ser presentada ante el Rey Carlos II. Pasó a la casa de los Marqueses de Mancera y la "santa negrita" (así se le conocía) se mantuvo firme en no casarse hasta que a los veinticuatro años anunció a sus señores que quería ser monja. En 1704 logró cumplir la voluntad de Dios siendo admitida en el Convento de la Penitencia de Salamanca. Se distinguió en el claustro como poetista, profetisa y mística. Sor Teresa vivió en la clausura del monasterio de la Orden Tercera de las Dominicas y subió al cielo el 6 de diciembre de 1748 con fama de santidad. En cualquier otra nación europea ¿hubiera sido posible? En España sí fue posible y fue gracias a la benéfica influencia omnímoda de la Santa Iglesia Católica. Chicaba está en vías de subir a los altares.

ALEGATO DE QUEVEDO EN CONTRA DE LA ESCLAVITUD POR EL COLOR DE LA PIEL

Quevedo no conoció a Sor Teresa Juliana de Santo Domingo, pero es allá por el año 1636 cuando el genio manchego, en su fantasía moral titulada "La hora de todos y la fortuna con seso", en el discurso XXXVII para más señas, despliega un valiente alegato en contra de la esclavitud basada en el color de la piel y a favor de la liberación de los esclavos negros:

"Para nuestra esclavitud [pone Quevedo en boca de un negro ficticio] no hay otra causa sino la color, y la color es accidente y no delito" y sigue diciendo ese personaje: "De nuestra tinta han florecido en todas las edades varones admirables en armas y letras, virtud y santidad". Otro dice, aunque se le nota cierto tono de sorna del que tanto le cuesta privarse a Quevedo: "...si la color es causa de esclavitud, que se acuerden de los bermejos, a intercesión de Judas, y se olviden de los negros, a intercesión de uno de los tres reyes que vinieron a Belén...".

Esta apología de Quevedo en pro de la dignidad de la raza negra es poco conocida. Nunca es tarde si la dicha es cierta y hoy era un buen día para recordarlo. Para recordar que en España hubo genios como Quevedo que, a diferencia de las patrañas fabricadas por nuestros enemigos, siempre tuvieron muy claro que era una injusticia esclavizar a otros seres humanos por el color de la piel.

Steven Spielberg, el director cinematográfico de ese bodrio inmundo que ataca a España (me refiero a su película "Amistad"), tendría que saberlo. Pero eso es pedirle mucho al cineasta de ciencia ficción; pues las obras de Quevedo están untadas con tocino y Spielberg no podrá ni olerlo.
 
Y si con todo y con ello insistieran, que lean noticias de actualidad: hasta el mismo presidente de Israel ha admitido racismo judío contra los judíos negros. Es, pues, conveniente que algunos se lo hagan ver y no calumnien más a nuestros antepasados. Qué ya está bien..

martes, 5 de mayo de 2015

RODRIGO DÍAZ DE VIVAR: EL CABALLERO DE LA RESURRECCIÓN




EL CID CAMPEADOR:
UN ESBOZO SOBRE EL SIMBOLISMO DE SU DEVOCIÓN A SAN LÁZARO


Manuel Fernández Espinosa


Ramón Menéndez Pidal estableció que la literatura española, a diferencia de otras literaturas, estaba marcada por nuestro carácter que le imprime un fuerte sentido realista. La verosimilitud es para Menéndez Pidal el sello de nuestra literatura y, en concreto, de nuestras "gestas" medievales. Esto lo contrastaba el sabio herculino con la literatura ultrapirenaica: "En cuanto a su espíritu de realidad, el "Poema del Cid" no es comparable a los "Nibelungos" o a la "Chanson de Roland", sino a los cantos muy anteriores, de los cuales esos poemas tardíos hubieron de recibir sus elementos históricos". Para Menéndez Pidal, uno de los factores más decisivos en la verosimilitud del "Cantar de Mio Cid" frente a las fantasiosas aventuras y prodigios que se pintaban en la "Chanson de Roland", por ejemplo, era que nuestro "Cantar de Mio Cid" estaba más próximo a los sucesos históricos, lo que limitaba mucho la fantasía del poeta ante su auditorio que era conocedor de los sucesos y al que no podía dársele gato por liebre. Esta convicción ha prevalecido en buena parte de historiadores de nuestra literatura, pero recientemente ha sido puesta en cuestión por estudiosos como Alfonso Boix Jovaní en su artículo "Aspectos maravillosos en el Cantar de Mio Cid" o Javier Victorio, en su edición del "Cantar de Roldán", en cuya introducción Javier Victorio escribe: "Lamentamos no estar de acuerdo con dicho planteamiento. No sólo el realismo no es "la" peculiaridad de nuestra literatura, ni siquiera en la Edad Media, sino que, además, hay textos medievales de carácter épico, como el "Poema de Fernán González", muy acusadamente inspirados en el espíritu (y algunas fórmulas) de ese texto francés".

 
Lo del verismo de nuestra literatura nacional (y, en concreto, la que ahora nos interesa: la medieval), tesis sostenida por Menéndez Pidal y secundada por gran parte de la tradición historiográfica, es una cuestión que ha abierto una fecunda discusión entre los especialistas. Baste aquí mencionarla, sin que terciemos en ella, pues lo cierto es que ésta sería una querella académica que no es de nuestra incumbencia en este esbozo que pretendemos hacer de una cuestión que requeriría mayor atención de la que ha suscitado. Sería digno de mayor atención el estudio de la religiosidad (la "pietas") del protagonista de la materia cidiana, esto es de Rodrigo Díaz de Vivar y el mundo que lo envuelve. Y, aunque grandes estudiosos, como el recientemente fallecido D. Gonzalo Martínez Díez, se han ocupado de establecer una nítida línea de separación entre el personaje literario (el Cid del "Cantar de Mio Cid", las "Mocedades de Rodrigo" y los romances recopilados por Menéndez Pidal) y el personaje histórico, sería idóneo no obstante poner de manifiesto las concomitancias entre la facticidad histórica y diversos elementos conservados en el plano literario. El Cid literario no es un mero ente de ficción ("ficto", como le gustaba decir a X. Zubiri).
 
 
Uno de los campos que se muestran más estimulantes en la comparativa que podría hacerse para hallar coincidencias entre el personaje histórico y el ficto de la literatura es el campo de la religiosidad del Cid Campeador. Este asunto de los elementos religiosos que podemos hallar en la materia cidiana pone de manifiesto las conexiones íntimas entre el personaje histórico y el literario. Alfonso Boix Jovaní insiste en que la aparición del ángel San Gabriel al Cid es uno de los elementos del mundo maravilloso que contradice el verismo postulado por Menéndez Pidal y sus seguidores. Y Juan Victorio se ha ocupado de relacionar esa aparición de San Gabriel al Cid con la que el mismo ángel anunciador protagoniza en el "Cantar de Roldán" (CLXXXV), cuando se le revela a Carlomagno. En la gesta de Roldán la visión que se le revela a Carlomagno es más compleja en su iconografía y cargada de simbolismo. En el "Cantar de Mio Cid" el autor es más parco, el mensaje de San Gabriel es breve:

 
"Cavalgad Çid,/ el buen Campeador,
ca nunqua en tan buen punto/ cavalgo varon;
mientra que visquieredes bien se fara lo to".


("Cabalgad, Cid,/ el buen Campeador,
pues nunca en un tan buen punto/ cabalgó varón.
En tanto que vos vivierais,/ bien se hará lo de vos".)


En efecto, en este episodio prodigioso del "Cantar de Mio Cid" se puede ver que hay un elemento que se repite en los cantares de gesta (lo mismo en el "Cantar de Roldán" que en el de Fernán González): el caudillo recibe la revelación de una entidad celestial: a Fernán González se le aparece Santiago Apóstol, a Carlomagno y al Cid Campeador el arcángel San Gabriel. Puede sintetizarse, en palabras de Javier Victorio: "Así, hay un recurso que se repite. El ejército cristiano pasa siempre apuros en los inicios de un combate. Se inicia el "suspense" para el no acostumbrado. Lógicamente, los guerreros de la cruz empiezan a decaer (y a caer). Ha llegado el momento en que el jefe lance ardientes exhortaciones a la lucha, recordándoles su condición, para pasar a dar ejemplo de arrojo. Es también el momento en que "Dios está con nosotros", y, para mayor comprobación, se realiza el prodigio, la aparición (allí del ángel San Gabriel, aquí del Apóstol Santiago), etc."


Ciertamente, es oportuno recordar que San Gabriel es el ángel de la Anunciación. Maguer sería conveniente también resaltar que, tanto en el caso de Carlomagno como en el del Cid, la intervención de Gabriel no sólo se explica por la tradicional función de San Gabriel como anunciador, heraldo celeste, como bien apunta Boix Jovaní. A Gabriel se le atribuye la revelación coránica a Mahoma y que sea San Gabriel el que se ponga de parte de Carlomagno y del Cid Campeador es una reivindicación cristiana del arcángel que es reclamado para la Cristiandad y, apareciéndose a Carlomagno y al Cid reviste a ambos líderes de una dimensión religiosa que no hay que soslayar.


Además del caso de la aparición de San Gabriel al Cid, es menester recordar que, en el santoral cidiano, tiene muchísima importancia San Lázaro. El Cid invoca continuamente a Dios, a la Virgen María y a otros patronos como San Pedro (lo cual no es extraño, dada la vinculación del Cid con el monasterio de San Pedro de Cardeña), a San Isidoro "el de León" (que es San Isidoro de Sevilla), a Santiago Apóstol (como no podría ser menos), pero uno de los santos que más poderosamente llama la atención, en la materia del Cid, es San Lázaro.


En la oración de Jimena que se halla en el Cantar I (vv. 330-365), la esposa del Campeador invoca, por este orden, a: Dios, a la Santa María Virgen, a Melchor, Gaspar y Baltasar, a Jonás, a Daniel, a San Sebastián, a Santa Susana, a San Lázaro, a San Dimas (aunque no lo menciona por su nombre), a San Longinos y a San Pedro. La mención de Jonás y Lázaro guardan una relación muy íntima. Tanto Jonás como Lázaro son figuras de la resurrección; de ahí que fuesen representados desde los primeros tiempos en las catacumbas. Jonás, lanzado a las aguas, para ser devorado por una ballena y más tarde devuelto a la playa y Lázaro, el amigo de Jesucristo, hermano de Marta y María, resucitado por Jesucristo tras cuatro días de yacer en el sepulcro: "Señor, ya hiede, pues lleva cuatro días" -dijo Marta a Cristo, cuando éste mandó retirar la piedra que sellaba la cueva.


La invocación que Jimena hace en su rogativa a San Lázaro recuerda el episodio de la resurrección:


"resuçitest a Lazaro / ca fue tu voluntad".


Podríamos pensar que, en todo caso, la devoción a San Lázaro es de Jimena y que tal vez no fuese del Cid. Pero resulta que la intervención prodigiosa de San Lázaro en el ciclo del Cid también consta, si no en el "Cantar de Mio Cid", sí en las "Mocedades de Rodrigo" que, aunque cantar más tardío, pertenece al ciclo cidiano. Esta aparición de San Lázaro tiene lugar, según la tradición, cuando todavía joven Rodrigo Díaz va en peregrinación a Santiago de Compostela. En el camino, Rodrigo y sus acompañantes se topan con un leproso. Pero, a diferencia de sus compañeros, el Cid, en un ejercicio de caridad cristiana, no muestra repugnancia o la cautela que era de esperar ante el leproso (o "gafo"), sino que lo ayuda, en la versión dramática de Guillén de Castro ("Las mocedades del Cid") el Cid auxilia al gafo, le da su gabán, come en el mismo plato y bebe con el enfermo, marginado socialmente por lo contagioso de su mal. Poco después, el leproso le revela su verdadera identidad en una aparición prodigiosa. Así se nos transmite el contenido del mensaje de San Lázaro al Cid, según consta en el manuscrito de la "Crónica de Castilla" (Bibl. de El Escorial X-i-II, fol. 133 ro.):


"¿Duermes, Rodrigo?" E el respondio e dixo: "No duermo. Mas ¿quien eres tu que tal claridat e tal olor traes?" Et el respondiole estonçe e dixo: "yo so Sant Lazaro, que te fago saber que yo era el gafo a quien tu feziste el mucho bien e la mucha onrra por el amor de Dios. E por el bien que tu por el Su amor me feziste, otorgate Dios un grant don, que quando el bafo que sentiste ante ty viniere, que todas las cosas que començares en lides o en otras cosas, todas las acabaras conmplidamente, asy que la tu onrra cresçera de dia en dia. E seras temido e rresçelado de los moros e de los cristianos. Et los enemigos nunca te podran enpeçer. E morras muerte onrrada en tu casa e en tu onrra, ca nunca seras vençido, ante seras el vençedor syenpre, ca te otorga Dios Su bendiçion. E tanto fynca e faz sienpre bien". E fuese luego, que lo non vio y más".


Es interesante advertir las claves ocultas de esta relación del Cid con San Lázaro, pues operan a varios niveles.


Atendamos primero al nombre: Lázaro es un nombre propio de origen hebreo (Eleazar) que podría traducirse como: "El que es socorrido por Dios", "Al que Dios ayuda". Y el Cid es presentado multitud de veces, en el mismo "Cantar de Mio Cid", como aquel a quien Dios ayuda. El mismo Cid es consciente de esta ayuda, por la que muestra su agradecimiento:


"valer me a Dios / de dia e de noch!". ("¡Me ha de valer Dios / de día y de noche!")


Esta conciencia de sentirse en todo momento amparado por Dios y socorrido por el Altísimo es algo que encontraría su origen en la revelación de San Lázaro al Cid de la que más arriba hemos dado cuenta.


San Lázaro, en efecto, es patrono de los leprosos. Esto está suficientemente constatado y baste que traigamos a las mientes que las leproserías fueron llamadas antiguamente "lazaretos". En ese especial patronazgo de San Lázaro se superpone, por un lado el amigo de Jesús (resucitado por Jesucristo) y el Lázaro de la parábola del "rico epulón y el pobre Lázaro" (Lucas 16, 19-31); como es sabido, en la parábola el rico desprecia al pobre enfermo que es presentado a la puerta, pidiendo limosna en vano y lamido por los perros. Más tarde, en la otra vida, será Lázaro quien goce de la felicidad eterna, mientras el epulón sufre los tormentos del infierno. El Cid muestra, con su solicitud ante el leproso, que su caridad no es fingimiento ni hipocresía, sino firme cumplimiento del mandamiento de la caridad.


Pero San Lázaro también es, en la Edad Media, patrono de los esquiladores; esto puede comprobarse a lo largo y ancho de toda la geografía peninsular, pues en las antiguas cofradías que daban culto a San Lázaro, la mayoría de los que en ellas se encuadraban eran esquiladores. Es más que probable que los antiguos, más familiarizados con el mundo simbólico, hallaran en el ejercicio de la esquila la cifra de una imagen simbólica de la muerte: las ovejas son esquiladas, pero la lana vuelve a crecerles. Esta vida mortal y pasajera también se somete a muertes que, por mucho que periódicamente esquilan, no aniquilan.


La relación del Cid Campeador con San Lázaro no sólo se la encuentra exclusivamente en la literatura cidiana. También hay atisbos de ella en la historiografía. El Arcediano del Alcor, Alonso Fernández de Madrid (1474-1559), autor de la "Silva Palentina" (obra que lo convirtió en el más importante cronista antiguo de Palencia), dejó constancia de que la devoción atribuida al Cid (y familia) a San Lázaro no sólo es de índole literaria. Cuenta el Arcediano del Alcor que, el Cid, avecindado en Palencia: "...de su mesma casa y palacio mandó hazer la iglesia parrochial de Sant Lázaro, y también la casa que llaman de la Orden, donde se acogen y curan los enfermos del mal de Sant Lázaro, la cual hizo después un cauallero de esta ciudad, que se llamó Alonso Martínez de Olivera... que según dice en su testamento, venía de linage del Cid" ("Silva Palentina"). Considérese, descendientes muy posteriores del Cid, como el palentino Alonso Martínez de Olivera, guardarán celosamente la devoción a San Lázaro heredada de su preclaro ancestro.


Por lo tanto, la relación piadosa que sostiene el Cid Campeador con San Lázaro se muestra como una clave para acceder a la auténtica proyección paradigmática del Cid Campeador.


El Cid tiene en su juventud, cuando peregrina a Compostela, un encuentro providencial con San Lázaro que se le hace el encontradizo bajo figura de un leproso. El encuentro será una prueba de la que el Cid sale airoso, pues la caridad del ejemplar caballero no se frena frente a la repulsión del prójimo incógnito y desfigurado, cuya enfermedad puede contagiarse; poco después, se le muestra al Cid la verdadera identidad de aquel a quien ha tratado caritativamente: el leproso es San Lázaro y éste, como premio, le revela su destino al Cid: Dios no le faltará nunca al Cid, siempre le ayudará en todo trance y lo bendecirá en toda empresa. La constante ayuda de Dios se le revelará en otras apariciones: como la de San Gabriel Arcángel (tambíen se cuenta la de San Pedro que tiene poco antes de morir).


Pero, todavía más que las intervenciones portentosas de San Gabriel o San Pedro en la vida del Cid, San Lázaro es el paradigma hagiográfico para comprender la figura del Cid Campeador en una dimensión espiritual: Lázaro que murió y fue resucitado de la muerte es como una figura referencial para lo que serán las vicisitudes por las que atraviese el Cid. El Cid, una vez caído en desgracia y desterrado, sufrirá una muerte iniciática de la que resurgirá más robustecido.


Y no lo olvidemos tampoco: el Cid Campeador vencerá a sus enemigos, incluso después de muerto. Pues, bajo el signo de San Lázaro, el Cid Campeador es el Caballero de la Resurreción.



NOTA BENE:


Recomiendo especialmente el artículo de mi amigo Luis Gómez López: "De santos y héroes: ¿San Rodrigo Díaz de Vivar?", publicado en RAIGAMBRE. Pues el presente artículo y el que indico se complementan. Así podemos entender que el Cid Campeador merece en justicia ser canonizado, como era la voluntad de nuestro gran monarca Felipe II.

BIBLIOGRAFÍA:

Menéndez Pidal, Ramón, "Castilla. La Tradición, el idioma", Espasa-Calpe, Madrid, 1966.

Menéndez Pidal, Ramón, "Flor nueva de romances viejos", Espasa-Calpe, Madrid, 1994.

Boix Jovaní, Alfonso, "Aspectos maravillosos en el Cantar de Mio Cid" (en la red).

"Cantar de Roldán", edición de Juan Victorio, Cátedra Letras Universales, Madrid, 1999.

"Poema de Mio Cid", edición de Colin Smith, Cátedra Letras Hispánicas, Madrid, 1979.

Martínez Díez, Gonzalo, "El Cid histórico", Planeta, Barcelona, 1999.

Guillén de Castro, "Las mocedades del Cid", edición de Christiane Faliu-Lacourt, Taurus, Madrid, 1987.

domingo, 3 de mayo de 2015

PÉREZ-REVERTE Y LA LEYENDA NEGRA



Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor 

Cuando Pérez-Reverte escribe bien hay que reconocerlo. Pero cuando escribe mal (o sea, las más de las veces), también. Y cuando se deja llevar por la ceguera ideológica, más todavía. Leí un artículo que algo habla sobre la batalla de Krasny Bor (1), en la que la División Española de Voluntarios se batió con heroica bravura luchando contra el comunismo en las gélidas tierras rusas. Y al final, resultó ser una barata apología de la Leyenda Negra a las que ya nos tiene tristemente acostumbrados. Sus compadres ideológicos de izquierda a derecha llevan dos siglos repitiendo la misma cantinela, con tal de no reconocer su bestial fracaso. "En España hay más saña que en toda Europa... La Inquisición..."

Con todo, según datos del historiador británico Henry Kamen (a quien Pérez-Reverte definió con acierto como "el hispanista de la no Hispania”), por no citar otros muchos más fiables como Jean Dumont, la Inquisición Española en tres siglos no llegó a los 3.000 muertos. ¿Más saña que en toda Europa? Entonces… ¿Cómo se explica que la Inquisición protestante alemana matase en diez años a más de 10.000 personas? ¿Y los más de 40.000 muertos en Inglaterra y Escocia por una caza de brujas que en España ni existió? La escuela filosófica de Gustavo Bueno, que no es precisamente católica a machamartillo, ha calificado a la Inquisición Española de “racionalista” en comparación a las protestantes.

Otrosí, ¿cómo se explica que su idealizada Revolución Francesa estuviera comandada ideológicamente por un tipo como el barón de Montesquieu, que negaba el alma a los negros; mientras que en la Sevilla del siglo XVI (y con orígenes en el siglo XIV) ya estaba la Hermandad de los Negritos; y mientras que el primer poblado de negros libres de América fuera el Fuerte Mose de la Florida Española? (2) ¿Cómo se explica que el general jacobino Westermann dijera: "La Vendée ha dejado de existir. Ha muerto bajo nuestros sables, con sus mujeres y sus niños. He aplastado a las mujeres con los cascos de mis caballos, he masacrado a las mujeres, que no podrán engendrar más bandidos. No tengo nada que reprocharme por no haber hecho prisioneros. Los he exterminado a todos. Los caminos están diseminados de cadáveres. Hay tantos que en muchos lugares forman una pirámide". ¿Eso es propio de un “hombre bueno”, término que tanto le gusta a Pérez-Reverte? ¿Y cómo se explican los muertos de la guillotina, instrumento de terror y masacre que Pérez-Reverte ha llegado a reivindicar? ¿Cómo se explica la política genocida de Garibaldi y los Saboya contra los napolitanos, a quienes robaron sus reservas económicas y sus tierras, matándolos u obligándolos a emigrar? Y volviendo a la ejemplar Inglaterra, ¿qué tal si hablamos sobre el genocidio y la esclavitud de los irlandeses y a los siglos el de los boers, bajo la atenta y alcohólica mirada de Churchill? (3)

Por lo visto, esto se le “olvida” al literato cartagenero, el mismo que considera que el infanticidio es un adelanto. Y la culpa de todo, a nuestro pasado; pasado que, según él, es el de más saña de Europa. Y junto con el “marqués” de Vargas Llosa, los intelectuales predilectos de la derecha ex-pañola. Con estas alforjas intelectuales, imagínense los viajes culturales que puedan hacerse en la Ex-paña progre de las mil y una noches y la unanimidad negrolegendaria, donde al fin y al cabo, Pérez-Reverte no es sino uno más de este cúmulo de despropósitos.

Lo que no me acabo de explicar es por qué Pérez-Reverte (y como él, tantos otros) dice admirar a los grandes del Siglo de Oro. ¿Qué parte de Quevedo o Calderón no ha entendido? Lo digo porque no entiendo como un anticatólico contumaz se puede sentir identificado con los mayores apologistas del ideal hispano-católico. Pero bueno, supongo que a la baratija negrolegendaria no se le puede exigir ni coherencia ni honestidad.








(1) El artículo en cuestión puede verse en este enlace:

Recordando Krasny Bor | Web oficial de Arturo Pérez-Reverte




(2)Sobre la Hermandad de los Negritos:

Hermandad de Los Negritos - Sevillapedia - Wikanda


Sobre el Fuerte Mose:

La Florida de España, Fuerte Mose - de Rumbos.net





(3)Véase:RAIGAMBRE: SOBRE LA COLONIZACIÓN ANGLOSAJONA

sábado, 2 de mayo de 2015

ANTE EL 2 DE MAYO




Manuel Fernández Espinosa


Las naciones se fundan: la nuestra se constituyó el 8 de mayo del año 589, con el Tercer Concilio de Toledo. Pero si quieren seguir siendo, tienen que auto-afirmarse en la voluntad de seguir siendo. Y España tuvo muchas fechas que refrendaron que somos quienes somos y no estamos dispuestos a que nos cambien. Podríamos citar muchas fechas de reconstitución y el 2 de Mayo de 1808 constituye una de las más gloriosas, por el heroico esfuerzo de todo un pueblo. Brillan aquí y allí nombres y apellidos: militares como D. Luis Daoíz o Pedro Velarde, pero también destaca el de una mujer del común: Manuel Malasaña Oñoro y el de tantos otros madrileños que salieron a la calle espontáneamente, a batirse contra un enemigo superior en pertrechos y preparación militar. A morir, tijeras en mano, blandiendo el cuchillo... Contra las bayonetas, los fusiles y las cimitarras.
 
Podemos ver aquí un impulso natural que sale en defensa de lo más propio: la casa de uno. Y sí, pero los franceses hubieran "respetado" las vidas, aunque no tanto el honor ni las haciendas, a los dóciles. Lo que empujó a nuestros antepasados a luchar fue la decisión de defender lo que hoy llamaríamos su "estilo propio de vida", pero que en castellano antiguo era primorosamente llamado "vivienda". "Vivienda" que no dice ya la habitación donde uno vive, sino que, aunque en una acepción desusada, significa "el estilo de vida", "el modo de vivir".
 
Y es que, podrán venirnos con mil novelerías, como las que traían los esbirros de Napoleón Bonaparte (con todas sus revolucionerías en la mochila: liberté, igualité y fraternité), venían a hacernos "modernos". Y el pueblo de Madrid les dijo: NO. Y España les dijo: NO. Pues, contra la superchería de la tontería moderna, el hombre tradicional sabe en su fuero interno que todo aquello que es nuevo, no por ser nuevo, es bueno; sino que la experiencia constata todo lo contrario: lo nuevo es una amenaza, pues solo los moldes tradicionales aseguran un grado satisfactorio de éxito. No son simplemente ideales etéreos, son cosas muy prácticas: los experimentos, como dicen por ahí, con la coca-cola. Las libertades que decían traernos los invasores eran nuevas esclavitudes. Venían a cambiárnoslo todo: nuestra relación con Dios, nuestra relación con lo más inmediato que se despliega en el tiempo y en el espacio (la Patria), nuestra relación con la institución (la Monarquía) que nos garantizaba esas libertades reales, del municipio, de los fueros, de nuestras sagradas instituciones tradicionales. Y cualquier español de aquel 1808 entendía que es preferible arriesgar la vida, perderla, antes que perder la vivienda, el modo de vida.
 
Cualquier novedad (las ideológicas son a la larga más peligrosas) es una amenaza para una sociedad. Significa introducir una variable que no se sabe a ciencia cierta lo que deparará. Así siente el hombre y la mujer tradicionales. Y aquellos antepasados nuestros que se alzaron contra quien violaba nuestra vivienda, allanando nuestro domicilio, reaccionaron como naturalezas sanas y fuertes que se resisten a ser peleles de otro y, más todavía, de un extranjero que viene a enseñarnos cómo tenemos que vivir.
 
Sin embargo, los sangrientos años de lucha (inmortalizados por Goya en sus óleos y grabados) fueron traicionados por los liberales. Y la victoria contra el invasor que a la postre se logró solo retrasó la invasión invisible de esas perniciosas ideas. El constitucionalismo de Cádiz, ese engendro extranjerizante, postizo y nefasto, trajo consigo la perversión de la política, dando lugar a todas las convulsiones que padecieron nuestros antepasados durante el siglo XIX: pronunciamientos, desamortizaciones, golpismo liberal, sociedades secretas al servicio de intereses extranjeros... Y todas esas violencias liberales afectaron a nuestras instituciones más tradicionales, desfigurándolas a su vez: la Monarquía se transmutó en absolutista con Fernando VII (rey de infame recuerdo), el patriotismo se convirtió en nacionalismo (centrípeto, centralista y zarzuelero en los liberales; y, más tarde, centrífugo y antiespañol en algunas de nuestras regiones).
 
Los retos del presente no son menos comprometedores para nuestra vivienda. La sistemática destrucción de nuestro amor propio, la delicuescencia que han instilado en nuestras gentes, la deletérea negación de nuestra identidad se han convertido a principios del siglo XXI en constantes de una horrible mentalidad prevalente que tenemos que quebrar con resolución, que tenemos que aniquilar sin titubeos.
 
Y como siempre ha sido, será el piadoso recuerdo y la admirada veneración por todos nuestros antepasados caídos en defensa de nuestra vivienda, la que nos sostendrá en pie sobre el asfalto que nos han traído y en pie, sobre las ruinas de un mundo que tenemos que reconstruir: el nuestro, el tradicional, el nuestro, el identitario, el nuestro, el propio, el nuestro. El nuestro y no el de otros.

viernes, 1 de mayo de 2015

LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS

 
 
 
 
 

 

La expulsión de los moriscos: una cuestión perenne.
 
 
 
 
por Manuel Fernández Espinosa
 

 
 
Es normal leer en ciertos y malos libros de Historia, muy propensos a las mitificaciones, que la expulsión de los moriscos fue una torpeza política, pero así como los gitanos han podido, aunque a duras penas, integrarse en España sin perder sus señas de identidad, siendo en la actualidad tan españoles como todos los demás lo somos, los moriscos no pretendieron nunca otra cosa que invertir los progresos alcanzados por la Reconquista, para volver a convertir a España en la punta de lanza del Islam en Europa. Una expulsión oportuna pudo frenar ese retroceso que de nuevo nos hubiera sumido en las tinieblas del año 711
 
 

Siete de la mañana del día 13 de junio de 1601. En Velilla, apacible pueblo a las riberas del Ebro, no muy lejos de Zaragoza, una famosa campana de diez palmos de circunferencia empieza a teñir a pausas, unas largas y otras cortas, sin que actuara sobre ella ningún impulso humano. Según los testigos, unas veces el badajo se movía en círculo, lamiendo con horrísono y broncíneo lamento los labios de la campana, otras veces daba grandes golpes a oriente, a poniente y al sur, nunca al septentrión. La campana tocó así, sin que nadie la accionara y ante el estupor de todos los que se acercaron a presenciar el portento, desde ese 13 de junio hasta el 29 de ese mismo mes y año del Señor de 1601, reinando en las Españas Felipe III de Austria. 

La leyenda dice que esta campana, llamada la campana de Velilla, tiene esta extrañísima virtud debido a que, según los lugareños, fue fundida en las mismas fraguas en que fuera acuñada una de las treinta monedas con que pagaron a Judas su traición. La antigüedad conserva cumplida crónica de las ocasiones en que la campana fue tañida por invisible mano; pasó así estando en prisión el Rey D. Alfonso de Aragón, así ocurrió a la muerte de Fernando el Católico, y así sucedió cuando el saco de Roma. Dícese, al cabo, que la campana de Velilla suena cuando se ciernen sobre Aragón, bien infortunios o bien prosperidades. Y decir Aragón es decir España. 

La barbarie morisca. 

Cuando tocó la campana de Velilla en 1601 lo hizo, así lo atribuyeron nuestros antepasados, a una feliz determinación de la Corona: la expulsión de los moriscos se realizaría muy pronto. La Providencia confirmaba con la campana de Velilla el buen suceso.  Muchos años antes de que la campana de Velilla tañera como présago de la inminente expulsión de este elemento alógeno, los moriscos granadinos habían sembrado el terror. En 1568 se habían sublevado en las Alpujarras cometiendo infames crímenes, y mientras que se perpetraban auténticas orgías de sangre, sus secuaces proclamaban como rey propio a Fernando de Córdoba, de la simiente de Abén Humeya.  Podemos decir que después de conquistada Granada por los Reyes Católicos en 1492, los moriscos -población vencida- se habían beneficiado de unas condiciones muy generosas, pactadas en la capitulación. Se les permitió elegir si quedarse en Andalucía, respetándoles su religión y leyes, o tomar el camino de regreso a África. Pero la bondad de los Reyes Católicos costaría cara a los españoles: se repetía la famosa fábula del pastor que arropó a la víbora en su regazo, cuando la víbora salió de su letargo, le mordió. La Corona, haciendo uso de la legitimidad que le asistía, había promocionado una política de repoblamiento, trayendo a las Andalucías colonos cristianos del Norte que devolvieron a las tierras meridionales de España el aspecto que perdieron en el aciago año de 711.

Ya decimos que, toda vez reconquistada España, muchos moriscos tomaron la derrota de África aunque se les había permitido quedarse. Aquellos que se quedaron no se conformaron con las ventajas estipuladas en las capitulaciones de Granada; fue entonces cuando empezó una lacerante guerra. En las primicias de esta rebelión todo hacía pensar a las autoridades españolas que no se trataba de otra cosa que de hechos aislados: robos violentos perpetrados por los "monfíes", una especie de salteadores de caminos musulmanes, pero con el tiempo los monfíes, liderados por el descendiente de Abén Humeya, el más arriba mencionado Fernando de Córdoba, se convertirían en los verdugos más encarnizados de todas las mujeres, niños, viejos y clérigos cristianos que encontraban a su paso.  Diego Hurtado de Mendoza nos cuenta las horrorosas matanzas que, hasta el grado más monstruoso, perpetraron los moriscos contra la pacífica y desarmada población española que con ellos "convivía" [como gustan decir a los sostenedores de esa absurda mitología de las tres culturas].  "Comenzaron por el Alpujarra, río de Almería, Boloduí, y otras partes a perseguir a los cristianos viejos, profanar y quemar las iglesias con el sacramento [dentro], martirizar religiosos y cristianos, que, o por ser contrarios a su ley, o por haberlos doctrinado en la nuestra, o por haberlos ofendido, les eran odiosos. En Guecija, lugar del río de Almería, quemaron por voto un convento de frailes agustinos, que se recogieron a la torre, echándoles por un horado [agujero] de lo alto aceite hirviendo, sirviéndose de la abundancia que Dios les dio en aquella tierra para ahogar sus frailes. Inventaban nuevos géneros de tormentos: al cura de Mairena hinchieron [hincharon] de pólvora y pusiéronle fuego; al vicario enterraron vivo hasta la cinta, y jugáronle a las saetadas [lo que significa que después de enterrarlo hasta la cintura, lo flechearon]; a otros lo mismo dejándolos morir de hambre. Cortaron a otros miembros, y entregáronlos a las mujeres, que con agujas los matasen; a quien apedrearon, a quien acañaverearon [hirieron con cañas cortas en puntas], desollaron, despeñaron; y a los hijos de Arze alcaide de La Peza, uno degollaron, y otro crucificaron, azotándole, e hiriéndole en el costado primero que muriese. Sufriólo el mozo, y mostró contentarse de la muerte conforme a la de Nuestro Redentor, aunque en la vida fue todo al contrario; y murió confortando al hermano que descabezaron. Estas crueldades hicieron los ofendidos por vengarse; los monfíes por costumbre convertida en naturaleza." ("Guerra de Granada".)  A la luz de sus tremendos crímenes se entendió que no se trataba de hechos aislados, sino de una ofensiva en toda regla, por lo que se deduce que la expulsión se hizo una necesidad imperiosa para la preservación de España, item más los moriscos tendían puentes con el Turco que asolaba el mar Mediterráneo.

La expulsión fue una más que prudente medida: fue lo más acertado que se pudo hacer bajo el reinado de los Austria menores. Así lo afirma, con la solvencia que por desgracia no tienen algunos historiadores españoles, el historiador e hispanista John Huxtable Elliot: "...resulta plausible la creencia de que la expulsión era la única solución posible. Fundamentalmente la cuestión morisca era la de una minoría racial no asimilada -y posiblemente no asimilable- que había ocasionado trastornos constantes desde la conquista de Granada. La dispersión de los moriscos por toda Castilla, después de la represión de la segunda rebelión de las Alpujarras, en 1570, sólo había complicado el problema extendiéndolo a áreas hasta entonces libres de población morisca. A partir de 1570 el problema morisco fue un problema tan castellano como valenciano o aragonés, aunque sus características variasen de una región a otra." ("La España imperial 1469-1716")  Derramados por toda la península, crecían con asombrosa celeridad, el ritmo de crecimiento de la población morisca era de un 70% entre 1533 y 1609, frente a un 45% de la población española. Encapsulados y a la espera de ser invencibles por número se habían organizado en Valencia con el significativo nombre de "la nación de los cristianos nuevos de moros del reino de Valencia", que nos puede recordar los nombres que en la actualidad han adoptado las llamadas "comunidades islámicas" que crecen con similar vertiginosidad en nuestra España de hoy. Se descubrió no sólo relaciones entre moriscos con turcos, sino también contactos entre moriscos asentados en Aragón y el gobernador francés de Bearn y ocupaban tierras que pertenecían por derecho propio a españoles menos afortunados. Pero muchos nobles los protegían, por el beneficio económico que les deparaban.  Se estima que fueron expulsados 275.000 de los más de 300.000 moriscos que se calculan existentes. Algunos piensan que esto supuso un grave varapalo para la economía española, pero Elliot sostiene que: "creer que su expulsión tuvo consecuencias comparables a la de los judíos, en 1492, es absurdo". Otra cosa es que el gobierno de Lerma no supo encauzar la situación abierta tras su acertada expulsión.  La literatura barata que exagera las consecuencias de una medida tan oportuna no tiene ningún derecho a condenar una expulsión que se era cuestión de vida o muerte. Si, como algunos de esos noveleros afirma, nuestros antepasados del siglo XVII hubieran sido xenófobos radicales, hubiéramos podido asistir a la expulsión de otros colectivos alógenos que tenían su residencia en España, como los gitanos, pongamos por caso. Y no faltaron voces que así lo proclamaron. En 1621 el sabio economista D. Pedro Fernández de Navarrete publicaba anónimamente su "Conservación de monarquías", que más tarde se volvería a publicar en 1626 con el nombre de su autor. En este libro se aconsejaba la expulsión de otros segmentos de población considerados no-españoles y que habían sobrevivido a la expulsión de los moriscos, como gitanos e irlandeses. No prosperaron las indicaciones de Fernández de Navarrete, y aunque los gitanos tardaron en acomodarse, podemos afirmar que, en términos generales, el gitano es hoy por hoy uno de los colectivos que, conservando celosamente sus propias costumbres y cultura, es tan español como el que más.  En el siglo XVIII un franciscano de Torredonjimeno (provincia de Jaén), fray Juan Lendínez, decía así en su libro inédito "Augusta Gemela ilustrada" (año 1778) que: "Atribuyose este tañido [de la campana de Velilla, más arriba referida] a feliz pronóstico de la expulsión de los moriscos. Cuyos tratos con los enemigos de España, principiando a descubrirse más visos por estos días llamaron la atención del Monarca. Súpose tenían trato con el Gran Turco, y otros reyes del África, para entregarles a España; levantándose para día determinado; y aguardaban [los moriscos] llegasen con brevedad los socorros que habían pedido, contando ellos ciento y cincuenta mil combatientes. Dentro de estos reinos [de la Andalucía] habían solicitado alianzas, varias veces, aun con los Príncipes Christianos [con Francia, enemiga secular de España, y Venecia, rival mercantil del Mediterráneo].

"Esto, con muchas muertes que hacían a los naturales españoles, y habérseles averiguado el ser apóstatas de Nuestra Santa Fe, y que vivían en la observancia de su malvada ley, puso al Rey en la necesidad de tratar en sus Consejos, si le sería lícito y útil al Estado la expulsión de los moriscos. Dividiéronse los pareceres, según eran en los Ministros los intereses, pero al fin, prevaleciendo el mayor número de votos, y tomando las mayores precauciones para la seguridad del hecho, fueron expelidos de todas las Provincias de España en 1610. ¡Feliz año! En que acabando España de arrojar de su seno tanto número de enemigos, vió cumplidos los deseos de tantos años. "Del Reyno de Valencia salieron para el África cerca de ciento cuarenta mil; con algunos que por rebeldes fueron puestos al remo. De Aragón y Cataluña salieron setenta mil; de Castilla la Vieja y la Nueva, la Mancha y Extremadura, otros setenta mil, con tres mil que salieron de Hornachos, y de los Reynos de Andalucía salieron treinta mil que en todos suman trescientos y diez mil personas. Permitióseles llevar sus bienes muebles y semovientes, quedando los raíces a favor de los Señores de los Lugares de quien eran vasallos, en Valencia, Aragón y Cataluña; y en los demás Reynos se aplicaron al Real fisco. Dícese que pereció la mayor parte, y que los demás, dondequiera que llegaron, fueron mal recibidos y [mal] tratados; y así afirman ellos que esta expulsión fue la mayor calamidad que han sufrido ellos mismos. Antes de salir de España, manifestaron cuán bien merecido tenían este castigo, por secuaces de su Profeta falso; y de consiguiente se casaron con muchas mujeres, confesando ser christianos en la apariencia, y de corazón observadores del Alcorán de Mahoma. Los moriscos de la Mancha fueron conducidos por los pueblos de Jaén]; lo que causó notable sentimiento de la piedad christiana de sus moradores, especialmente, la inocencia de los niños, que padecían la pena que sus padres merecían.

(...) "Concluida la expulsión de los moriscos en 1611 y viéndose ya los pueblos libres de los sustos que ocasionaba esta gente infame, se aplicaron al ejercicio de su piedad." 


(Augusta Gemella Ylustrada con los pueblos de su Partido hoy villa de Martos, pp. 390-393). 

La solución aportada por los Austria al problema morisco, expulsándolos de España, no fue, como pretende hacernos creer la historiografía más interesada y filoislámica, cuestión de xenofobia, sino cuestión de vida o muerte para España. Una cuestión perenne, como podemos apreciar contemplando el panorama actual.

Originalmente publicado en la Revista ARBIL