RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

viernes, 19 de junio de 2015

ELUCIDACIÓN DE LA "TRADICIÓN" (I PARTE)


 
Por doquier se lee, se escucha, se apela a la "Tradición". Sus detractores encienden la alerta cuando se habla de "tradición" (sobre todo si es propia del país en que nacieron), pero sus partidarios esgrimen el vocablo a manera de "varita mágica" de la que no saben si está hecha de madera o de metal (y salta a la vista que tampoco saben emplearla). 

Me propongo en ésta y sucesivas entregas aclarar el término con el propósito de aquilatarlo y rectificar así los torpes, insípidos y estériles usos del término.
 
 
INTRODUCCIÓN: LA AUTORIDAD,
LA TRADICIÓN Y LA AUTORIDAD DE LA TRADICIÓN
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
 
Con mucha razón podía escribir el filósofo italiano Norberto del Noce: "En todas partes se ha establecido una línea divisoria entre tradicionalistas y progresistas, y el progresista de cualquier color se siente más cerca de otro progresista que del tradicionalista de su mismo partido". Esta observación se puede comprobar a diario. Podríamos pensar que, al igual que los progresistas se atraen entre sí, los tradicionalistas de cualquier credo (sagrado o profano) tendrían la misma propensión al acercamiento. Pero la experiencia constata que esto, si alguna vez sucediera, se produce con menos frecuencia. Podemos ver a un sacerdote católico ("progresista") confraternizando -en aras del ecumenismo- con pastores protestantes ("progresistas"), pero es más difícil que un sacerdote católico ("tradicionalista") esté dispuesto a confraternizar institucionalmente con un pope ortodoxo griego ("tradicionalista", por supuesto): más fácilmente será que los veamos excomulgándose recíprocamente en virtud de los calificativos de "cismático" o "romano" respectivamente. Y eso que ocurre en el terreno de las religiones, sucede con pareja semejanza en el terreno de las ideas políticas (a primera vista, más profanas). Pero a mí no me interesan ahora los "tradicionalismos" religiosos: la cuestión es de suyo embrollada como para empezar por aquí. Lo que me interesa es aquilatar el vocablo "tradición": ¿qué decimos cuando hablamos de "tradición"?
 
Dejemos por un momento suspendida esa pregunta, para explicar la génesis del contencioso ante el que nos encaramos en esta ocasión.
 
El debate tiene sus raíces en el protestantismo, pero la Ilustración dieciochesca sometió a una tremenda crítica a la "autoridad" y a la "tradición": todo lo que era "autoridad" y "tradición" fue cuestionado. La raíz filosófica de esta actitud se encuentra en Descartes que, como pocos, demostró con su filosofía dos puntos que pueden resultar muy instructivos para desacreditar la filosofía moderna:
 
1) Que esta actitud ofensiva es eficaz en destruir, pero no en construir. Descartes mostró la eficacia de su método en la parte destructiva, conduciéndonos al solipsismo de la subjetividad; pero fue de lo más chapucero a la hora de construir a partir del "Yo pienso", terminando por explicar, por ejemplo, la unión de la "res cogitans" con la "res extensa" con burdas soluciones como la "glándula pineal".
 
2) Que todo el que quiere empezar de nuevo se contradice a sí mismo y, a la postre, se ve forzado a introducir elementos tradicionales aunque sea subrepticiamente. Descartes se jactó de prescindir de la tradición, para hacer una filosofía nueva conducida por sus reglas metodológicas; pero cualquiera puede rastrear los antecedentes de su argumentario en el "Teeteto" de Platón (para articular la duda en el momento de descartar el testimonio de los sentidos como fuente de certeza; o bien para la imposibilidad de distinguir el sueño de la vigilia) o en San Anselmo y San Agustín para sus pretendidas demostraciones de la existencia de Dios.
 
Es cierto, no obstante, que Descartes fue más prudente a la hora de llevar sus especulaciones al terreno de la filosofía práctica: la moral y la política. Pero no tardarían en asomar algunos más ignorantes y audaces que él.
 
La Ilustración, con Inmanuel Kant a la cabeza, pensó que era hora de que la humanidad prescindiera de la tutela de "autoridades" y "tradición". Había que atreverse a pensar para aprender: "Sapere aude!": para emancipar al ciudadano de las estructuras tradicionales, pues ya había llegado presumiblemente a la "mayoría de edad". Esto resulta un despropósito: pues si esta actitud de someterlo todo a crítica se llevara a las cuestiones de la política y la organización social, lo que estaría garantizado sería la parálisis de la acción y, en ciertas situaciones (las de vida o muerte en el orden práctico) pensar incapacita para actuar. Los estropicios que se siguen de aquí son incalculables y, además, si todo lo que tuviéramos que saber (se supone que para actuar) lo tuviéramos que saber por el esforzado ejercicio individual de la razón: ¿cuándo empezaríamos a vivir conforme a la razón ilustrada? Además de ello, ¿quién le ha dicho a Kant que todo "ciudadano" está dispuesto a ejercer su razón? En definitiva, lo que ocultaba el proyecto de Kant no era la emancipación, sino la sustitución de un modelo de pensar y actuar (el tradicional) por otro (el suyo y el de sus alegres compadres ilustrados). Mucho más sensato y práctico se nos muestra aquel rey Federico II de Prusia, cuando dijo aquello de: "Razonad sobre lo que queráis y tanto como queráis, pero obedeced".
 
El hombre moderno ha despreciado la autoridad y la tradición (sus motivos habría que irlos buscar en profundos desarreglos del alma, en lo que la religión ha llamado pecados capitales). Y esto ha llegado a tal gravedad que hoy se confunde "autoridad" con "autoritarismo", por lo que es oportuno recordar las lúcidas palabras de H. G. Gadamer: "la autoridad de las personas no tiene su fundamento último en un acto de sumisión y de abdicación de la razón, sino en un acto de reconocimiento y conocimiento: se reconoce que el otro está por encima de uno en juicio y perspectiva y que en consecuencia su juicio es preferente o tiene primacía respecto al propio".
 
Con el desdén y el desprestigio propagandístico que, desde la Ilustración revolucionaria, ha afectado a la tradición y a la autoridad (así como a la "autoridad de la tradición") los individuos, así como la sociedad en su conjunto, han perdido resolución práctica, los problemas que se han ido suscitando no han encontrado la contundente solución que el hombre antiguo era capaz de aplicar. La tradición, cuando lo es, forma un tipo humano mejor definido, con menos dubitaciones, con mayor seguridad (lo mismo en él que en su tradición), un individuo mucho más eficaz que cualquier filosofante que todo lo quiere someter a examen minucioso con su razón abstracta, en debates interminables que nada resuelven y más bien complican.

Bien supo ver esto Nietzsche cuando comentó: "La manera como en conjunto se ha mantenido en Europa el respeto a la Biblia es tal vez el mejor elemento de disciplina y de refinamiento de la costumbre que Europa debe al cristianismo: tales libros profundos y sumamente significativos necesitan, para su protección, una tiranía de la autoridad venida de fuera a fin de conquistar esos milenios de duración que se precisan para agotarlos y descifrarlos".
 
Lo que ha ocurrido en Europa, desde los siglos XVII-XVIII, es que se ha perdido toda referencia, los moldes en los que se formaba un tipo humano más integrado e íntegro han sido declarados obsoletos. La desintegración del hombre y la sociedad es justamente lo que le debemos a esas pedantes y funestas manías ilustradas y revolucionarias de cuestionar y rechazar la "autoridad" y la "tradición".
 
Pero todavía sigue pendiente la pregunta: ¿Qué decimos cuando hablamos de "tradición"? Como introducción por hoy está bien.
 
 
BIBLIOGRAFÍA:

Del Noce, Augusto, "Tradición e innovación" (Comunicación en la Convención de estudio del Comité Católico Docente Universitario, "Autoridad y libertad del devenir de la historia", 23-25 de mayo de 1969). Publicado en español en "Agonía de la sociedad opulenta", EUNSA, Pamplona, 1979.

Gadamer, Hans-Georg, "Verdad y método. Fundamentos de la hermenéutica filosófica", Ediciones Sígueme, Salamanca, 1991.

Nietzsche, Friedrich Wilhelm, "Más allá del bien y del mal: preludio de una filosofía del futuro", (traducción de Andrés Sánchez Pascual), Editorial Alianza, Madrid, 1992.  
  
 
 

martes, 16 de junio de 2015

FÚTBOL Y LO QUE NO ES FÚTBOL

Imagen de www.abc.es

Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor


En estos días tan inciertos y aciagos para nuestra malhadada España, la patria de nuestras entretelas que, como dijo muy poéticamente Sinesio Delgado en su “Salutación a la bandera” (1), es en desdichas grandes; se cierne también el fútbol y lo que no es el fútbol. Por lo visto, cada vez que se enfrentan el Barcelona y el Bilbao en la final de la Copa, un grupo muy significativo de aficionados de estos equipos (a la sazón, equipos con mucha fuerza en la Federación Española de Fútbol, de toda la vida) pitan la Marcha Real cuando suena antes de comenzar el partido. Surrealista resulta el abucheo desde todo punto de vista, pues si fueran coherentes, lo que deberían hacer es presionar a sus respectivos equipos para que no jugasen esa competición que tanto les molesta. Si tanto odian a España, ¿por qué jugar en su liga? De todas formas, resulta misterioso cómo separatistas antiespañoles e indigenistas, aun convergiendo en su odiosa hispanofobia (que es el odio contra ellos mismos), sin embargo tienen que entenderse en la lengua de Cervantes, lengua que compartimos muchos millones de personas a lo largo y ancho del complicado mundo…

Con todo, esta penosa imagen es del siglo XXI. Quizá empezó ya en el siglo XX, sí, ¿pero siempre fue así? De ninguna manera. Y por ello, como diría Jack el destripador, vayamos por partes:


MITOS FUNDACIONALES ANTE LA VERDADERA HISTORIA

Mucho ojo con determinados mitos fundacionales que, para colmo, se han politizado al uso actual; porque por lo que vemos, en líneas generales, nada tienen que ver con la autenticidad de la historia. Hay quien asocia al Betis por ser “el equipo de los pobres”, pero lo cierto es que el Betis fue fundado por militares, y que tanto la duquesa de Alba como la madre de Juan Carlos se decían aficionadas de este club. Fue gracias  a la gestión de un Borbolla que Alfonso “XIII” (el primer productor pornográfico de España, entre otras cosas) que se le concedió el título de “Real”. Y sí, en el Betis ha habido pobres, como también ha habido ricos, y ha habido republicanos, como también ha habido notorios franquistas. Lo mismo puede decirse del Sevilla, club del que un servidor es seguidor. El Sevilla F.C. fue fundado en 1905 (2) por una mezcla variopinta de británicos radicados en la ciudad y alrededores y paisanos ligados al entorno del regeneracionismo español.  Y es esta génesis la que explica muchas fundaciones balompédicas en España: Por un lado, la presencia de comerciantes y navieros británicos; por otro, el hecho de que el regeneracionismo español considerarse el deporte como una actividad a fomentar, como prolongación de buena salud y juventud. Y tanto en la fundación como en el desarrollo del Sevilla ha habido absolutamente de todo, desde masones a tradicionalistas. Y  masones también hubo en el Betis. Hay quien dice que Ramón Sánchez-Pizjuán, el presidente al que el club debe el estadio, era más franquista que Franco, y sin embargo, la única militancia que se le conoce es anteriormente en el partido liberal. Asimismo, el Sevilla se influenció de los colores del Sunderland inglés, pero en los años 20, su escudo inicial fue modificado y adaptado al blasón hispalense,  inspirándose en el fernandino pendón de la Reconquista, cuyos colores coincidían con los que se estaban utilizando. Otrosí, los colores del Betis no se deben a la bandera islamófila que se sacó de la manga el impopular Blas Infante, sino al Celtic de Glasgow, por las camisetas que trajo un futbolista de origen escocés. La bandera mal llamada “de Andalucía” felizmente ni estaba ni se le esperaba en aquella época. Asimismo, Benito Villamarín, de origen gallego y quien da nombre al estadio bético, no era precisamente un rojo antifranquista.


Lo dicho: Hay de todo, como en botica. Los tópicos no reflejan la realidad, ni la histórica ni la actual. Y esto es muy visible en los dos clubes que monopolizan actualmente el fútbol español con  una política surrealista de ingresos televisivos que no se aplica en ligas como la italiana o la inglesa: Mientras que el Barcelona y el Real Madrid ingresan más de cien millones de euros por derechos televisivos, hay equipos que no llegan ni a diez. Semejante desproporción hace imposible la competición; con lo que el segundo en la clasificación le puede sacar tranquilamente más de veinte puntos al tercero. Eso por no hablar de proporción en los favorables arbitrales y otras historias…

Y así, el Real Madrid debe la franja morada de su escudo a la bandera de la II República; morado que nunca formó parte de bandera castellana alguna, ni tampoco de la revuelta comunera de principios del siglo XVI; es un morado de logias que ya se dejó ver a finales del siglo XIX e irrumpió definitivamente en 1931. El Barcelona, en cambio, le debe sus colores al suizo cantón de Hans Gamper, aquel que fundara el club en 1899 sólo para extranjeros. En el 1900 se fundó el Español, que era el equipo de los catalanes, y escogió los colores del cruzado catalán Roger de Llauria, reservando el rojo y gualda en su primer escudo.

escudo y uniforme Club Espanol de Football
Imagen de http://lafutbolteca.com/tag/club-de-futbol-espanol/page/13/


Podríamos hablar de la verdadera historia de muchos equipos, pero como vemos, estos tan significativos, fueron todo lo contrario de lo que algunos querrían representar para su interés. Y es que en el deporte se dan masas heterogéneas al calor de un mismo equipo, y en todos encontraremos perfiles similares.




Jugadores del Real Madrid alzando el puño en Chamartín, 1937.
Imagen de z6.invisionfree.com



La directiva del F.C. Barcelona entregando las medallas del club a Franco, 1974.
Imagen de somatemps.me



A PROPÓSITO DE LOS PITIDOS DE LA COPA

El 30 de mayo del 2015 ha pasado a la historia por constituir una enésima y surrealista vergüenza para España, y sobre todo, para su imagen en el mundo. En la final de la Copa, una buena parte de los aficionados del Barcelona y del Bilbao se las ingeniaron para abuchear mientras sonaba la Marcha Real. En el palco, el Letizio, al lado de un sonriente Artur Mas, y un sempiterno Ángel Villar (tengo 33 años y no he conocido otro presidente en la Federación Española de Fútbol…) completaban el tragicómico cuadro. Y en ese momento, me acordé mucho de la afición del Betis. Años ha, en una final de Copa, mientras que unos capullos comenzaron a pitar la Marcha Real, la afición del Betis los calló con su tajante tarareo. Y al terminar el partido, se proclamó merecidamente campeón. Hoy, en cambio, las niñas bonitas de la corrupta federación (y después se quejarán encima...) han vuelto a hacer por enésima vez el tonto y por supuesto, no habrá sanción que valga; que para eso siempre se mira al sur… En fin, me acordé de mis amigos béticos y para bien, de verdad. Porque uno está ya casi sin ilusión por el fútbol, pero siempre hay excepciones que confirman la regla, y esta marca de nobleza siempre quedará en vuestra historia ante un país cada vez más estupidizado e indigno. Ojalá el ejemplo que dieron los béticos en aquella final sirva para un futuro mejor, porque vaya tela el presente...

Sea como fuere, ¿siempre fueron el Barcelona y el Bilbao exponentes del separatismo? La respuesta es negativa. Fue al contrario. Como nos informan los amigos de Somatemps (3), las relaciones del Barcelona con el franquismo fueron de lo más cordial y fluido. Y otro tanto puede decirse del Bilbao, equipo que gracias sobre todo a la figura de Telmo Zarra (que hizo que España fuera semifinalista en el mundial de 1950, derrotando a Inglaterra), lo exhibió como símbolo de identidad española. A tal punto que, por ejemplo, en 1951, en mi pueblo (Bollullos de la Mitación, a no muchos kilómetros de Sevilla), se fundó el C.D. San Martín con los colores del equipo bilbaíno, porque era el equipo que caía simpático en toda España. Todavía en Jaén quedan peñas forofas del Bilbao de esa época. (4) 
Y es que los separatistas viven en el postureo, la mentira, el odio y la ignorancia. La absurda prohibición franquista (contra la que se posicionaron carlistas y falangistas, por cierto) sólo duró hasta 1946; a partir de ahí, por ejemplo, Josep Pla desarrolló muy tranquilamente su prosa en catalán. En cambio, no hay ni un triste homenaje para él por parte de estas hordas; como la falsa Galicia castelista (que implantó Fraga) no homenajea a Evaristo Martelo Paumán, J. Manuel Pintos, Emilia Pardo Pazán, Julio Camba, Álvaro Cunqueiro,  Ramón del Valle-Inclán y tantos otros que contribuyeron al bien de la cultura y la lengua gallega. Otrosí, esto del postureo, la mentira, el odio y la ignorancia también es muy propio de muy diversos patrioteros de etiqueta, que más allá de votar al PP y de insultar a otras regiones españolas, no saben hacer otra cosa. Los separatistas, aun muy equivocadamente, quieren creer en algo; mientras que este patrioterismo que encima no hace sino hablar mal de casi todas las regiones españolas, no quiere creer en nada más que en su individualismo atroz, cobarde y circense-electoral.

Así las cosas, los auténticos culpables del surrealista abucheo, más que los separatistas, están en los sostenes del corrupto régimen del 78; el mismo que creó el régimen de los cacicazgos "autonómicos" y en cada uno un mito contra España; el mismo que está utilizando el odio entre hermanos como rédito politiquero; el mismo que libera terroristas asesinos y financia embajadas "catalanas" y "euskal etxeas" (5) del PNV por todo el mundo, por cierto.

En fin, vaya talento el de unos y otros...

Y por cierto, ahondando en los separatistas, hay un detalle que igual se les escapa a determinados hinchas adeptos de Blas Infante (6): ¿Por qué copian cánticos hispanoamericanos? ¿No deberían copiar algo de Marruecos o Arabia Saudita? ¿Por qué, asimismo, no exigen que los clubes andaluces lleven blasones relacionados con la Corona de Castilla? De verdad, ¿no se dan cuenta de lo falso, embustero, ignorante y mezquino que es el alandalusismo?


¿LA ROJA?

Si bien se había destacado en muchos otros deportes, parecía que en fútbol, la selección española nunca iba a ganar nada. Pero eso fue cambiando luego de la Eurocopa que ganamos siendo entrenador Luis Aragonés. Era la segunda, que conste; que la primera se había ganado en 1964. A partir de ahí, se desató una euforia que, en un país tan aficionado al fútbol (como todos los de nuestro entorno), parecía lógica. Empero, lo que no es lógico es que gracias al infame Adolfo Suárez, la bandera roja y gualda y el orgullo nacional en sí habían quedado postergados, siendo enemistados desde el mismo Estado. El régimen de 1978 está enseñando desde la escuela a odiar la cultura y la historia española; y en cada comunidad autónoma, se impone un mito nacional contra España. (7) Por ello, tras tantos años de alienación, de favorecimiento al separatismo en un sistema electoral injusto, mucha gente criada y educada en el miedo, quería aprovechar los triunfos de la selección de fútbol para exhibir la bandera roja y gualda sin ser molestado o motejado. Y este problema no existe sólo en Vasconia o en Cataluña: Existe en toda España y, reiteramos, es un virus inoculado por el régimen de 1978, especialmente a través de Alfonso Suárez y la UCD. El mismo régimen que siempre ha favorecido el terrorismo antiespañol, y que ahora los libera para mayor escarnio de las pobres víctimas.

La bandera roja y gualda y las palabras “España” o “español” (o “españolista”) llegan a ser hasta despectivas sólo en España. Es un proceso de autodestrucción desde arriba como nunca se ha visto. Entonces, ¿era el fútbol la solución? No, pero se podría aprovechar aquel clima, ante el cual, en muchos pueblos a lo largo y ancho de nuestra geografía peninsular e isleña aprovechaban la ocasión para colmar sus fachadas con la bandera nacional. Recuerdo que era posible recorrer un radio de unos 90 kilómetros, desde el Aljarafe sevillano hasta la costa de Huelva, pareciendo que uno estaba en un mar de balcones de sangre y sol. Era una buena nueva que nos estaba avisando, por muy chusca y facilona que fuera la coyuntura. En cambio, como los dizque “patriotas” de diversas sensibilidades parecen estar más ocupados en sus tertulianas terapias de autoayuda, discusiones bizantinas, circos electoralistas y demás habituales malandanzas; llegaron los progres y cambiaron la tradicional “furia española” por “la roja”; con el lema “Podemos”, que antes del partido de Pablito Iglesias y demás perroflautas reconocidos desde el chavismo al banco Santander, ya usó Barack Hussein Obama en su campaña electoral. La cadena Cuatro fue el escaparate de este patrioterismo futbolero que, estuvo efervescente mientras se ganaron dos eurocopas y un mundial, y luego de ridículo del mundial de Brasil, pasó a la inadvertencia. Los progres aprovecharon el tirón y manipularon como quisieron; los que se supone que deberían haberlo aprovechado y alimentado para fines más elevados, no hicieron nada, como tristemente es habitual. Cierto es que los progres tienen dinero y medios; tan cierto como que muchos llamados “patriotas” no tienen cabeza ninguna.

Así las cosas, el fútbol ni es malo ni es bueno de por sí. Con todo, no le falta razón al avezado periodista José María García cuando dice que estamos ante la competición más adulterada de la Historia. De un deporte de masas hemos pasado a un circo cada vez más descarnado, un circo impersonal, mundialista, donde los valores de la disciplina, el esfuerzo y el mérito ya no son más que un recuerdo del pasado, si es que de verdad alguna vez valieron dentro de este mundo deportivo. Hoy del fútbol no va a venir nada bueno necesariamente. Ayer pudo venir, pero como se dice en Sudamérica, “ya fue”. Enésima oportunidad perdida. Así que, panem et circenses, y aquí paz y después gloria.

Espero, eso sí, que los aficionados al fútbol (entre los que me encuentro) se dejen de mamarrachadas y de copiar actitudes propias de bárbaros que no nos tocan en nada. Reservemos las energías para lo verdaderamente bueno e importante.





Notas: 


(1) Letra de "Salutación a la bandera": SALUTACION A LA BANDERA ESPAÑOLA - Sitios España




(2) No obstante hay estudios históricos que están avalando que en verdad la fundación del club tuvo lugar en 1890. Remitimos algunos enlaces:


descubierta acta fundacional sevilla fc de 1890








(3) Véase:


Las medallas que el “Barça” entregó a Franco | SOMATEMPS






(4) Recuérdese: http://www.alertadigital.com/2012/01/06/el-vasco-como-arquetipo-espanol/




(5) Recuérdese: la euskal etxea no es la casa de los vascos - raigambre




(6) Sobre Blas Infante y su nefasta doctrina, véase:


el andalucismo, ¿quinta columna del islam en la península?







(7) Véase: "De modas y guanches". - Revista La razón histórica

domingo, 14 de junio de 2015

RELEER A KIERKEGAARD


 
 
FILOSOFÍA Y TEOLOGÍA PARA UN TIEMPO DE APOSTASÍA
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
La "cultura de masas" (¿hubo alguna vez "cultura" donde hubo "masa"?: oxímoron flagrante) elimina a los grandes filósofos. La censura no tiene menester de proscribir ni quemar sus libros en autos de fe públicos: el mecanismo es más simple. Se extrae de su obra dos, tres lo más, frases y con ellas se les caracteriza sin mayores traumatismos. De esta forma el público queda persuadido de que es una pérdida de tiempo leerlos: de Nietzsche hay que saber que "Dios ha muerto" y de Ortega y Gasset que "Yo soy yo y mi circunstancia". Así es como se les evita y así se impide que sean pensados; pues, si fuesen leídos y pensados, podrían acarrear problemas desagradables a quienes nos quieren acomodados al "pensamiento único" que es el no-pensamiento.  
 
Esa ha sido la "suerte" de Søren Kierkegaard (1813-1855) que, durante un tiempo, gozó de gran fama en los ambientes cultos y hasta en las universidades de todo el mundo. Se cristalizó su pensamiento en el concepto de "angustia" (que malamente traduce el "temor y temblor" de San Pablo), se le etiquetó como "antihegeliano" y quedó despachado con la vitola de "proto-existencialista" (con lo que de efímero tiene todo lo que ostentó el marchamo de "existencialista"). Pasado el fervorín que se sintió por el personaje (con sus conflictos biográficos) y su obra, su estrella se apagó. En España (que, en esto de la filosofía, siempre ha sido tan de modas) el nombre de Kierkegaard no se oyó más veces que cuando el dúo humorístico "Faemino y Cansado" soltaba aquella coletilla, difícilmente comprensible para el común de los auditorios: "Yo leo a Kierkegaard".
 
Sin embargo, un acercamiento a Kierkegaard nos permite constatar que estamos ante un filósofo difícil para perezosos, peculiar para todos y enterizo. Los que lo han leído a fondo han encontrado entre Kierkegaard y Nietzsche asombrosas coincidencias, no obstante ser ateo el alemán Nietzsche y creyente el danés Kierkegaard. Así Georges Brandes, con su "Søren Kierkegaard. En kritiske Fremstilling i Grundrids" (1877) y Harald Høffding, con su "Søren Kierkegaard som Filosof" (1892) enfatizaron las concomitancias entre el alemán y el danés. Ambos, ciertamente, parecían encaminados en su juventud a su formación teológica con miras a ser pastores protestantes y ambos, por razones distintas, rehusaron recorrer ese camino.
 
Sin embargo, lo que les une es una posición irreconciliable con el mundo que les rodea, conformadizo y acomodaticio, mientras cada uno de ellos, cual profeta que predica en el desierto, reclaman auto-exigencia moral. Leamos este pasaje de Kierkegaard:
 
"Que otros se lamenten de que los tiempos son malos; yo me quejo de su mediocridad, puesto que ya no se tienen pasiones. Las ideas de los hombres son sutiles y frágiles como encajes, y ellos mismos son tan dignos de lástima como las muchachas que manejan el bolillo. Los pensamientos de su corazón son demasiado mezquinos para que se les dé la categoría de pecaminosos. Quizá tales pensamientos en un gusano constituyeran un pecado, pero no en un hombre hecho a imagen y semejanza de Dios. Sus placeres son circunspectos e indolentes; sus pasiones, adormiladas. Estos mercedarios cumplen sus obligaciones, pero se permiten, como los judíos, achicar un poquito la moneda. Y hasta piensan que aunque Dios lleva una contabilidad muy ordenada, no tendrá mayores consecuencias el haberse burlado un poco de Él. ¡Que la vergüenza caiga sobre ellos! Por eso mi alma se vuelve siempre al Viejo Testamento y a Shakespeare. Aquí se siente en todo caso la impresión de que son hombres los que hablan; aquí se odia y se ama de veras, se mata al enemigo y se maldice la descendencia por todas las generaciones; aquí se peca" (S. Kierkegaard, "Diapsalmata ad se ipsum").
 
Quien esté lo suficientemente familiarizado con Nietzsche podrá ver la similitud que guardan estas palabras con las que lanza Zaratustra cuando fustiga al "último hombre". Si Kierkegaard escribe: "Sus placeres son circunspectos e indolentes; sus pasiones adormiladas", Zaratustra sentencia: "La gente tiene su pequeño placer para el día y su pequeño placer para la noche: pero honra la salud".
 
El mensaje de ambos está vigente hoy en día. Pues, según entiende Kierkegaard: "...muy a menudo se ha olvidado que lo contrario del pecado de ningún modo es la virtud. Esto resulta más bien un criterio pagano, que se conforma con una medida puramente humana, ignorando lo que es el pecado y que siempre se encuentra ante Dios. No, lo contrario del pecado es la fe" (S. Kierkegaard, "Tratado de la desesperación"). No podía ser de otro modo para un luterano cuyas fuentes de inspiración son San Agustín y Pascal, sin renunciar a Sócrates.
 
Como Nietzsche, Kierkegaard barruntó el nihilismo que se gestaba en su época, aunque no empleara el término "nihilismo". En su teoría de los "estadios", Kierkegaard nos ofrece el análisis de tres formas de vivir y entenderse en el mundo: el "estadio estético", el "estadio ético" y el "estadio religioso". El "hombre estético" es el hombre del momento efímero y su paradigma es el "seductor" (magníficas son las páginas que Kierkegaard dedicó al "Don Giovanni" de Mozart en "Los estadios eróticos inmediatos ó el erotismo musical"). El segundo estadio es el "ético" que se instala en el deber y cuyo paradigma es el "marido". Y el tercero es el "religioso" que es el hombre de la fe y, en ese sentido, corresponde a la figura veterotestamentaria de Abraham. Los estadios no se recorren gradualmente, sino que para abandonar uno y adoptar otro hay que "saltar". El filósofo español Carlos Díaz nos dice que "A los pueblos determinados a retrogradar de lo religioso a lo ético y de lo ético a lo estético decidió Kierkegaard darles la espalda en señal de repudio" ("Nihilismo y estética: filosofía de fin de milenio"). Y, en efecto, puede entenderse así leyendo al danés: si Nietzsche condenaba al cristianismo por creerlo causa del mundo que despreciaba, Kierkegaard condena el fariseísmo de la mediocre burguesía que se llama todavía "cristiana" de palabra, pero que se contiene en el estadio ético; y Kierkegaard tampoco da muchas expectativas al desgraciado esteta que salta de flor en flor, labrando su desesperación e instatisfacción terrenal y su ulterior desventura de ultratumba. Y es que, tal y como apunta el coruñés Manuel Maceiras Fafián, con lapidaria exactitud: "Toda la obra de Kierkegaard tiene como objetivo, precisamente, enseñar al hombre a convertirse en cristiano" (Schopenhauer y Kierkegaard: sentimiento y pasión").
 
Kierkegaard percibió las señales de la apostasía en el seno de los pueblos cristianos europeos. Y esa apostasía empezó en las naciones protestantes, como su misma Dinamarca. Por eso es certero en diagnosticarlo y denunciarlo, cuando revisa en el "Tratado de la desesperación" los tipos de escándalo.
 
"Trata al cristianismo como fábula y mentira, niega al Cristo (su existencia, que sea quien dice ser) a la manera de los docetas o de los racionalistas: entonces o el Cristo ya no es un individuo, sino que sólo tiene la apariencia humana, o no es más que un hombre, más que un individuo: de este modo, con los docetas se esfuma en poesía o mito sin pretender realidad, o bien con los racionalistas se hunde en una realidad que no puede pretender la naturaleza divina. Esta negación de Cristo, de la paradoja, implica a su vez la del resto del cristianismo: del pecado, de la remisión de los pecados, etcétera." (S. Kierkegaard, "Sygdommen til Døden").
 
Kierkegaard veía con claridad meridiana que este escándalo constituía el "pecado contra el Espíritu Santo" que no tiene perdón: "Esta forma del escándalo es el pecado contra el Espíritu Santo. Como los judíos decían que el Cristo expulsaba a los demonios mediante el Demonio, de igual modo este escándalo hace del Cristo una invención del Demonio".
 
Y, en efecto, hoy éste es el pecado que subyace a la apostasía generalizada en el mundo. Ya no afecta solo a países protestantes, también ha afectado a países tradicionalmente católicos como España, Italia, Portugal, Irlanda... Y ello no sin un más o menos inconsciente (siempre frívolo) "aggiornamento" que está suponiendo la autodemolición del catolicismo en las naciones que fueron sus más firmes bastiones. Por encima de ecumenismos oficialistas, sí que es de esperar que la fecunda relación cordial entre católicos, ortodoxos y protestantes, como veía otro grande del siglo XIX, el ruso Vladimir Soloviev, pueda algún día alumbrar una nueva Cristiandad en que la división entre confesiones haya sido superada sin ceder. Pero eso no será nunca factible desde planteamientos progresistas, pues como bien precisó Augusto del Noce:
 
"...no existen varios progresismos: laico, protestante, católico, sino uno solo que se caracteriza por un ateísmo de forma arreligiosa, que se diversifica del marxismo que es ateísmo como religión secular, y que, aunque presume de superar el marxismo, en realidad expresa su descomposición" (Augusto del Noce, "Agonía de la sociedad opulenta").
 
Es por eso que autores cristianos, aunque no católicos, como Kierkegaard, siempre podrán sernos de ayuda para comprender la situación presente en que nos hallamos. Y, muchas veces, hasta mejor que otros que, llamándose católicos, o nos proponen su corruptor progresismo o, por una nula competencia en cuanto a lo que es tradición, confuden tradición con "fosilización". 

jueves, 11 de junio de 2015

EL AMARGO PAN DEL PROFESOR ESPAÑOL DEL SIGLO XXI





EL PAN CON EL SUDOR DE SU FRENTE Y QUIZÁ DESCALABRADO


Manuel Fernández Espinosa


El presente artículo (¿de opinión?) trae enlazadas varias noticias y un vídeo que ilustra cuanto se dice en él. Se recomienda leer las noticias y, si no se es hipersensible, ver y escuchar el vídeo.


A la memoria de Abel Martínez, profesor
asesinado en el desempeño de sus funciones
en el Instituto Joan Fuster de Barcelona.




En la España del siglo XIX se hizo proverbial aquello que decía: "Pasas más hambre que un maestro de escuela", pero aunque pasaran privaciones y las pagas municipales se retrasaran, el respeto y hasta la devoción estaban aseguradas por parte de las familias, de los alumnos y de la comunidad; pues la pobreza nunca estuvo reñida con la educación, ni la riqueza trae de suyo la educación que empieza en las familias y en sus respectivas casas.
 
En la España del siglo XX, el dicho que prevaleció fue el de "Tienes más vacaciones que un maestro". Aunque no fuese del todo exacto, el siglo XX trajo consigo, por más que fuese a trancas y barrancas, cierto prestigio social y elevación económica de los profesionales del magisterio. Luego, con la democracia, en un esfuerzo político por ideologizar los centros de enseñanza, a conveniencia de la izquierda o de eso que por ahí se hace llamar todavía derecha (sin que se le caiga la cara de vergüenza), vinieron las leyes de enseñanza del ahora quito y después pongo que no ha servido para más cosa que para volver locos a los enseñantes y llenar los bolsillos de algunas editoriales.
 
En la España del siglo XXI puede que los maestros no pasen hambre, sus vacaciones están pendientes de revisión, pero como toda la clase media española han sufrido una sensible merma en sus derechos y en sus ingresos, con la consecuente repercusión en su calidad de vida.
 
Cuando hablamos de calidad de vida (y perdóneseme la expresión tan burguesa) pensamos casi siempre en el sueldo y en los emolumentos. Ahora bien, hay que ser menos burgués para reparar en que la calidad de vida también podría con perfecta legitimidad incluir las condiciones en que el docente vive su profesión en el centro de trabajo. Y en eso parece que son pocos los que piensan.
 
La depauperación del oficio tal vez no se haya sentido con mayor impacto social que con el  asesinato de Abel Martínez en un instituto de Barcelona, el pasado mes de abril, a manos de un alumno de 13 años que, por ser menor de edad, ha quedado sin imputar. Luego pueden venirnos con los paños calientes que se quiera: que si fue un "caso aislado", que si tiene una explicación psiquiátrica y que si la abuela fuma porros, pero el hecho es que el joven profesor que salió en defensa de una profesora resultó muerto.
 
Aunque el profesorado español solo lleve en su cuenta una víctima mortal, son muchísimos más los maestros que viven a diario en condiciones muy tensas, que afrontan cotidianamente conflictos con alumnos que, sin ninguna educación ni vergüenza, les pierden el respeto, los chulean, les injurian y les responden con displicencia. Claro está que  no puede culparse a todos los niños y adolescentes de ser así de maleducados; el comportamiento de los adolescentes hay que atribuirlo, en una gran parte, a lo que ven en sus familias. Los progenitores que no aplican la autoridad paterna en el ámbito doméstico y se desentienden de la escuela, que incluso critican a los maestros a espaldas de estos y delante de sus hijos, los padres que disculpan y justifican a todo trance a sus hijos malcriados (por ellos) o los que incluso agreden a profesores no son menos culpables que los pequeños monstruos que exhiben su egoísmo ése, el que creció silvestre ante el televisor, la pantalla de internet o la del teléfono móvil, los consentidos que ejercen su tiranía hoy en las aulas, sin la menor consecuencia para ellos. Tampoco están exentos de culpa ciertos equipos directivos de los centros de enseñanza que, por las razones que fueren, no hacen imperar la mínima disciplina que exige un proceso pedagógico. Podríamos detenernos en averiguar las polvaredas que han traído estos lodos, podríamos incluso remontarnos al siniestro aquelarre de la revolución de mayo del 68, con su vitriólica acción devastadora sobre la autoridad; pero, no, ahora no es el momento ni el lugar, ni tampoco tengo ganas. Pues lo que me interesa comentar es el desprestigio social en que ha caído el profesorado español, lo cual es un hecho en bruto.

Las pagas de Navidad que no se han retribuido al profesorado andaluz en ninguna provincia de Andalucía, a excepción de la de Córdoba, está muy bien que sean reclamadas, pero muchísimo más merece la pena que los profesores de toda España busquen la forma de rectificar esta situación demencial que ya está salida de madre. Tal vez no sea tarde, pero para eso hacen falta sindicatos mucho menos burgueses que los que hay en el panorama, pues por mucho que arguyan ser "sindicatos de clase", salta a la vista que son capaces de movilizarse con más bríos a la hora de reclamar unas perras (y, eso sí, siempre dependiendo del signo de la administración respectiva) que por la dignidad del profesorado. Mientras la profesión del magisterio está tocando fondo y hasta excavando, lo de las pagas confiscadas es sinceramente peccata minuta.
 
Para colmo de males, algunos individuos y empresas de la "intoxicación" informativa y lúdica fomentan el desprestigio del profesorado, concediendo el protagonismo a los alumnos en entrevistas de campo que, si pudieran parecer un trabajo peridístico es mera coincidencia; o que, con la mayor de las irresponsabilidades públicas, incluso hacen negocio con juegos de animación en los que se figura la agresión a un profesor.

La situación del profesorado español en esta primera mitad del siglo XXI puede que no sea de precariedad económica hasta el holocausto por inanición, pero el prestigio de la profesión se ha menoscabado a la luz de los hechos más recientes... ¿Será necesario que el profesorado necesite otra víctima más, además de Abel Martínez, para que tome conciencia de que la situación exige una rectificación más contudente que los minutos, las horas, los días, meses y años de silencio?

Mientras lo más importante para algunos sindicatos sea la imposición de la "ideología de género" o lo meramente económico, contemos con que el oficio no recobrará el prestigio de antaño y, sí, podrá ser que los maestros del siglo XXI puedan comer, a diferencia de los héroes de la pizarra del XIX, pero comerán su pan con algo más que el sudor de su frente: lo comerán ofendidos y humillados, golpeados y hasta asesinados.

jueves, 4 de junio de 2015

IDEOLOGÍA DE GÉNERO: IDEOLOGÍA DEGENERADA



Manuel Fernández Espinosa

Una ideología (dígase la “de género”) no se combate con otra ideología. Una ideología es, a fin de cuentas, una filosofía política popularizada, simplificada, generalizada, dramatizada, sacralizada y utópica… Y eso, hablando en plata, es un fraude. Es obvio que si pretendiéramos eliminar un fraude con otro fraude estaríamos solucionando falsamente el problema. Toda “ideología” se hace, en el mejor de los casos, sin contar con el mundo real, cuando no contra el mundo real: es un afán de forzar el mundo real, la naturaleza y la sociedad tradicional, a ser lo que no es, y por odio a la forma que presenta, la ideología trata de convertir la forma de esos planos en su contraforma. Así el marxismo. Así la “ideología de género”. Contemos una anécdota: el egregio filósofo idealista Hegel exponía un día en clase su sistema filosófico, ante un auditorio de atentos alumnos. En su sistema todo cuadraba, todo estaba en un perfecto orden lógico, tan característico del genio alemán. Al término de la explicación, un alumno levantó la mano y dijo: “Profesor: Eso que usted nos ha demostrado está muy bien, pero el mundo no es así”. El profesor Hegel contestó: “Pues peor para el mundo”. 

Para configurar idealmente un mundo imaginario el ideólogo despega del mundo real –no valoremos ni sus motivos ni sus pretensiones: él piensa que así como él dice nos iría mejor a todos. Si esto fuese tal que así, no debiera preocuparnos la actividad intelectual del ideólogo; al fin y al cabo, pudiéramos pensar, todo lo ideológico transcurre en los “gabinetes intelectuales” de esa casta de idealistas, reformadores y revolucionarios. Pero, desde que Carlos Marx afirmó que lo que importaba no era “teorizar” sobre el mundo, sino “transformarlo”, la cosa cambia de color. La ideología -que pudiera quedar en el limbo de las propuestas- se torna ahora en creciente presión mediática, en vertiginoso cambio ambiental y, hostilmente, los paladines de la ideología combaten las formas tradicionales de estar en la realidad: es entonces cuando la ideología nos afecta y llega el momento de definirse: o la aceptamos con lo que ello comporta o reaccionamos contra su expansión agobiante. La ideología no consiste en un elenco de ideas inocuas que piensan dos, tres o cuatro personas; hay seres humanos, muchedumbre de tales seres, que persuadidos de hacer lo mejor o por las razones que fueren la sirven y, con ella en la mano, tratan de darle forma al mundo según dictan las recetas enunciadas en el vademecum ideológico. Eugenio d’Ors nos advirtió: “Las leyes son normas pero no dejan de ser armas”. El político que asume una ideología, emplea –bien lo sabemos- las leyes como armas, para imponernos las formas de vida de esa ideología, coaccionando con la amenaza de la sanción. Cuando las leyes-normas atentan contra la dignidad del hombre –ocurre con harta frecuencia cuando hay una ideología de por medio-, la reacción no puede ser otra que la rebelión contra esas leyes-normas.

Pero a la ideología, para concretarse en la realidad no le bastan los códigos legislativos. Es tanto más eficaz en la medida en que es aceptada en las formas de vida cotidiana. De lo invisible, teórico y ajeno a nuestras vidas, pasa a lo visible: así se cumple la sentencia de William Blake: “What is now proved was once only imagin’d”: Lo que hoy es evidente, fue una vez imaginado

Y aquí es donde mejor podemos y debemos combatir a la ideología: en lo visible, para arrinconarla a lo invisible de donde mejor no hubiera emergido nunca. A la ideología que se nos trata de imponer actualmente hay que vencerla en el terreno en que ella campa gustosa: el campo de las tendencias estéticas que configuran el ambiente mismo, el cotidiano vivir, el mundo real en que nos movemos, que va conformándose sin nuestro consentimiento muchas veces, pero indiferente a nuestras quejumbres, en tanto que no somos capaces de otra cosa que de quejarnos.

La ideología de género, decíamos en su momento, quería sumir en un indiferentismo contranatural la división de los sexos, multiplicando los géneros, según las “opciones de relación sexual”, y pese a lo aberrantes que estas fuesen; por eso, a tal fin aplica su denodado empeño en “desfeminizar” a la mujer, en paralelo a la desvirilizacion que lleva a cabo en el varón: proliferan la “mujer virago” y el “hombre amanerado”, y de ahí las modas que apuestan por una androginia predominante en el vestir, en el peinarse y en el comportarse.

La solución en este campo, el más visible y, por ello mismo, uno de los más urgentes, bien podría ser el retorno a modas en vestuario y hasta peinado que resalten y remarquen justamente lo femenino en la mujer y lo masculino en el hombre; tampoco descartemos la reinvención de modas que enfaticen lo que decimos, cuanto ganaríamos en esta lucha si existieran diseñadores y diseñadoras de moda con una orientación recta que no viciaran las tendencias. De hacerse esto así, la autoafirmación de los dos sexos visible y patente, muchas otras facetas de la vida ordinaria adquirirían la normalidad que están perdiendo aceleradamente. Y lo que a simple vista parece minúsculo pudiera ser el antídoto contra el desvanecimiento de la “mujer femenina”, cuya vocación, como excelentemente determinó el magisterio de Juan Pablo II se concreta en dos vías capaces de depararle su felicidad tanto natural como sobrenatural: “la maternidad y la virginidad por el reino”: y, qué casualidad, precisamente eso es lo que la “ideología de género” pugna por abolir en la mujer. La ideología de género se muestra así, vulnerando en primer término a la mujer, como perfecta enemiga de la felicidad humana, enemiga de la felicidad del hombre y de la mujer tanto en la tierra como en el cielo.

Dijimos arriba que no combatiríamos la ideología de género con otra ideología. Proponemos combatirla, primeramente, desde la estética. Creemos haber cumplido, pero seguiremos.         

martes, 2 de junio de 2015

CARLISMO EN EL SUR



Miembros de la Familia Peinado, de Castillo de Locubín: en solitario, D. Manuel Peinado Álvarez

UNA FAMILIA FACCIOSA DE CASTILLO DE LOCUBÍN (JAÉN)

Manuel Fernández Espinosa




Desde 1998, cuando ÓRDAGO apareció en la vida tosiriana, venimos recuperando el patrimonio olvidado del carlismo. El General Miguel Gómez Damas fue, desde nuestros inicios, uno de los personajes que concentró nuestro interés. Teníamos una convicción, con la que partíamos y que fue adquiriendo cuerpo: la militancia del General Gómez en las filas carlistas no era un caso excepcional. En Torredonjimeno, el carlismo había calado: fue así como tuve ocasión, recopilando y estudiando datos de los archivos reconstruir siquiera a pinceladas el carlismo embrionario de Torredonjimeno. Se trataba de un estudio exhaustivo, además de ser el único que sobre la cuestión se ha llegado a hacer (1). Quiero aprovechar desde aquí para corregir un error que se coló en aquella primera composición: en la página 3 atribuía yo a D. Jorge Bessieres una filiación que después he comprobado errónea. Bessieres no fue líder de una “rebelión liberal” ocurrida en la llamada Década Ominosa (1823-1833), sino que acaudilló una “revuelta absolutista” contra las tendencias liberaloides que ensayara Fernando VII en su largo reinado.

De todas formas, tanto aquel artículo como otras muchas manifestaciones de nuestros hallazgos se vieron comprometidos por la historia oficialista que no quiere reconocer que Torredonjimeno, así como buena parte de nuestra actual provincia, tuvo una fuerte presencia carlista. En cambio, pese a la empeñada negación de los historiadores académicos, la realidad es más obstinada todavía y viene a desmentir, bajo forma de más documentación gráfica y escrita, la mezquina versión oficial de la historia. Torredonjimeno, pese a quien le pese, tuvo una fuerte presencia carlista, avalada –entre otros datos- por no pocos suscriptores de LA ESPERANZA, periódico carlista (2).


La presente contribución que viene a fundamentar nuestra tesis histórica sobre la presencia carlista en nuestra localidad y provincia nos la proporcionó providencialmente un particular que prefiere silenciar su nombre. En su casa se conservan, como reliquias, los enseres personales además de retratos –que hoy publicamos- de la familia de un ilustre carlista giennense, D. Rufino Peinado Peinado, héroe de la III Guerra Carlista (1872-1876), del que ya teníamos ocasión de referir en el artículo más arriba mencionado.

Vamos a comentar estas fotografías, al hilo de la historia que él mismo nos contó, recogida literariamente por su sobrino, D. Rafael Álvarez de Morales y Ruiz quien escribió las memorias de D. Rufino bajo el título “Recuerdos de un carlista andaluz. (Un cruzado de la Causa)” (3). Estas fueron publicadas por el Instituto de Historia de Andalucía de Córdoba en 1982. D. Rafael se sirvió de las confidencias que el anciano soldado de la Lealtad le hiciera en la privanza familiar. Así se trazan unas memorias que nos ponen de manifiesto toda la grandeza de los vencidos. Cuando uno acaba el libro, siente un nudo en la garganta y toda la consternación por nuestro pasado, abortado tantas veces. D. Rafael no tuvo la suerte de contar con este material gráfico que hoy publicamos por vez primera. En ese caso, el libro se hubiera enriquecido considerablemente. Valiéndonos de las memorias de D. Rufino, recopiladas por D. Rafael, vamos a ofrecer una semblanza de este carlista del Santo Reino de Jaén.


Primavera del año 1872. En un apacible pueblecito del Santo Reino de Jaén, Castillo de Locubín por nombre, Paco “el Sastre” lleva a la Casa del Vicario –domicilio de la familia Peinado- unas boinas blancas con borla azul, confeccionadas en el secreto de su obrador. Todo estaba dispuesto para el 21 de abril. El Rey sin corona, D. Carlos VII, había escrito desde Suiza una orden: “Ordeno y mando que el día 21 del corriente se haga el alzamiento en toda España, al grito de ¡Abajo el extranjero! ¡Viva España!”. 

Rufino Peinado Paeinado


Sesenta hombres de Castillo de Locubín habían quedado emplazados, bajo el mando de El Niño del Vicario, para echarse al monte. “El Niño del Vicario” era el progenitor de D. Rufino, D. Manuel Peinado Álvarez. Pero, nos cuenta D. Rufino que aquella primera salida, como la de D. Quijote, no fue coronada por el éxito; cosa que se veía venir nada más que emprender la marcha aquella partida de pacíficos vecinos convertidos en guerrilleros: “Como siempre, los prudentes y los cautos, los que no regateaban palabras que nada cuestan, fueron más que los sinceros”. Al final, eran treinta o menos, apenas pasaban de veinte.
 



En las eras del Calvario se estrecharon las manos. Era madrugada cerrada de una primavera que iba para verano. Cada cual traía su escopeta de caza, y algunas eran reliquias de la Guerra de la Independencia: “Esta seguro que despanzurró a más de un gabacho… Y a pena que nos crucemos con los guiris ya verás como todavía hace pupa…” –comentaba el dueño de uno de estos escopetones. Algunos dejaban ver el detente, otros lo llevaban entre el pecho y la camisa. Un hombre que había venido de Torredonjimeno, antiguo veterano de la guerra de los Siete Años, de los que hizo la guerra con Gómez y los vascones, ya estaba allí, dispuesto a entrenarlos sobre la marcha.


 
Rufino estaba allí, apenas afeitaba barba y ya estaba enrolado en la Causa de Dios, Patria y Rey. En la partida de espontáneos requetés andaba el hermano de Rufino, Salustiano, que era el mayor de la prole de “El Niño del Vicario”. Ambos hermanos estaban entre los partisanos por haberlo dicho “padre”, aquel partidario idealista que creía en el Rey Don Carlos VII como en el Papa: “¡Habemus regem!” –cuenta Rufino que había exclamado su padre cuando recibió la orden de alzarse en armas.

 

Y, una vez que llegó “El Niño del Vicario”, la partida de “facciosos” (así eran llamados los carlistas) echó a andar. Camino de Los Vadillos, cruzaron el río, y por el Navaltrillo y Las Cabreras llegaron a la Umbría del Rayo, rumbo al Cortijo del Hoyo. Los lugareños que los veían se asombraban ante el paso de aquella cuadrilla armada; pero todos eran hombres temerosos de Dios y, por eso mismo, cuando acamparon en el Cortijo del Hoyo los guerrilleros no se dieron al saqueo, sino que el cabecilla compró unos chotos al cortijero y se pusieron a preparar su rancho. Unos fumaban, otros sesteaban bajo un chaparro… Pero el teniente coronel de Jaén, que habíase convenido en llegar al Cortijo del Hoyo para sumarse al alzamiento, no venía. Y allí, a unas leguas de Valdepeñas, aquella banda de idealistas esperaba que te esperaba.

 

Esos fueron los comienzos de la vida aventurera y asendereada de D. Rufino Peinado y Peinado, un Quijote olvidado, pariente de una mi bisabuela y cuyos descendientes tengo el honor de conocer y tratar. Aquella primera salida fue, como la del Caballero de la Triste Figura, abortada por la defección de aquel teniente coronel que a última hora se rajó, y aquellos trabucaires requetés quedaron compuestos y sin batalla, regresándose mohínos a la paz de sus hogares sin poder haber servido al Rey como era el propósito de su cabecilla, “El Niño del Vicario”. En cambio, para el joven Rufino, hijo de aquel partidario del carlismo, aquella primera expedición de tan cortos vuelos sería el primer paso de una vida llena de amargas derrotas, exilio y fatigas.

 




Don Rufino Peinado y Peinado nació en Castillo de Locubín el 16 de noviembre de 1854. Después de la expedición truncada que ha sido relatada, atravesó la Península para sumarse a los facciosos de Vascongadas, combatió con el Segundo Regimiento de Castilla –Cazadores del Arlanzón- organizado en Arrigorriaga. Vencidas las ambiciones de Carlos VII, pasó D. Rufino con los carlistas derrotados al exilio en Francia. Estudió como autodidacto y regresó a España aprovechando una amnistía. Fundó un periódico en Jaén, fue profesor en Jaén y en Granada, y ya mayor se retiró a Castillo de Locubín, a su casa, la que él bautizó a la francesa como “Mon repos”. Escritor de fina pluma, D. Rufino fue un leal combatiente, un curioso filósofo admirador de Balmes y amigo personal de Vázquez de Mella.

 

En 1936, cuando Jaén estaba bajo el poder del Frente Popular, D. Rufino, a pesar de ser un venerable anciano, fue denunciado ante un tribunal popular por un indeseable. Las autoridades republicanas tuvieron la deferencia de declararlo inocente, atendiendo a su vejez y a la falta de todo motivo para condenarlo. El mismo denunciante declaró en el juicio: “No saber ni quién era aquel hombre”. Y, en efecto, nadie podía saber lo que aquellos cansados ojos habían visto. En la salvación de un fusilamiento casi asegurado tuvo mucho que ver el abogado de Jaén, D. Virgilio Anguita.

Manuel Peinado Álvarez, el fogoso carlista apodado “El Niño del Vicario” falleció en Villardompardo, hasta donde fue como administrador de las fincas de D. Manuel Pedro Delgado, un jaenero hacendado que vivía en la capital de Jaén y buen amigo de D. Rufino. Todavía hay miembros de la familia Peinado en Villardompardo que son parientes de este oficial carlista. Pero es que, entre la mucha prole de D Manuel, hermanos y hermanas de D. Rufino, también encontramos en Torredonjimeno afincada a su sobrina Paquita.

 
Pasada la Guerra Civil, el 10 de mayo de 1951, cuando eran las siete de la tarde, D. Rufino entregó su alma a Dios. Fue excéntrico, tal vez, por sus correrías que tan lejos lo llevaron, más allá de los Pirineos; pero, como se demuestra en sus memorias, fue hombre sensato y cabal. Este hombre, por honrar a padre y a madre, entregó su juventud en las aras de la Patria y de la Causa de la Legitimidad. 

Descanse en paz, D. Rufino. Y alúmbrele luz perpetua.

BIBLIOGRAFÍA:

Para este artículo me he basado sobre todo en “Recuerdos de un carlista andaluz. (Un cruzado de la Causa)”, de D. Rafael Álvarez de Morales y Ruiz.

(1) Fernández Espinosa, Manuel, “La historia que nunca nos contaron… La milicia de Voluntarios Realistas de Torredonjimeno: los orígenes del tradicionalismo tosiriano”, Revista Cultural de Torredonjimeno ÓRDAGO, n.º 7, año 2002, pp. 2-8.)

(2) Carpizo Bergareche, Esperanza, “La Esperanza carlista (1844-1874)”, Editorial Actas Colección Luis Hernando de Larramendi, 2008.

(3) Álvarez de Morales y Ruiz, Rafael, “Recuerdos de un carlista andaluz. (Un cruzado de la Causa)”, Instituto de Historia de Andalucía de Córdoba, 1982.

lunes, 1 de junio de 2015

LIBERALES EN CONSERVAS


Por Antonio Moreno Ruiz 
Historiador y escritor


De entre las muchas cosas en las que vienen fallando los grupos o partiditos conocidos como “patriotas” es en creer que existe un caladero de votos en los “descontentos del PP”; y así, montan toda una logística enfocada a rescatar a estas supuestas ovejas descarriadas. Así llevan desde los tiempos de Alianza Popular, donde muchos iban a los vehementes discursos de Blas Piñar y, sin embargo, acababan votando a Fraga. Y muchos de aquella época no se dieron cuenta del percal; pero bueno, en todo caso, tenían derecho a equivocarse. Empero, pasados más de treinta años, ya no hay ingenuidades posibles. Y es que pasa lo siguiente: ¿Quién ha dicho que hay descontentos en el PP? La práctica demuestra que ni tan siquiera vale la pregunta. No hay descontentos en el PP. El franquismo, al contrario que el sazalarismo portugués, nunca se preocupó de hacer una escuela política. Fue un régimen que se basó en un carácter “personal” y que fue mutando por etapas. Creó y alimentó a una masa que, totalmente desprovista de contenido, aceptó, sin mucha cultura, lo primero nuevo que se le vino por delante. Algunos dicen que el régimen se hizo el harakiri muerto Franco, pero el harakiri ya estaba hecho en el propio franquismo. Franco, gallego fino, sabía muy bien que España viraría hacia una democracia. Los acuerdos con los Estados Unidos y el querer entrar en el mercado común europeo conllevarían eso. Pero claro, tanto él como Carrero Blanco se imaginaban que podría ser una democracia tutelada, como lo era la entonces República Federal Alemana, sin comunistas y acaso sin separatistas. Una cosita tranquila, con clase media y tal. Carrero Blanco además no era partidario de entrar en la OTAN; e incluso se mostraba partidario de mantener la independencia económica, por lo que si no se le permitía a España la entrada en el mercado común europeo, se reforzarían los lazos con el mundo árabe y se buscarían nuevos mercados, ya fuera en el sudeste asiático, ya fuera incluso en los países soviéticos si hacía falta. Y este pragmático-hipotético reforzamiento de la independencia fue lo que llevó a que el siniestro Henry Kissinger ideara el asesinato del almirante. Poco más tenía que ofrecer el franquismo. Oliveira Salazar, fiel seguidor de la Doctrina Social de la Iglesia, admirador de Charles Maurras y contemporáneo de Dollfuss, en cambio sí que creía en la escuela corporativista, y como pudo (aun bajo la atenta mirada de un imperio británico que se posa sobre Portugal muy especialmente desde la segunda mitad del siglo XVII), su régimen continuó aun a pesar de su muerte. Sólo pudo ser derribado por un golpe militar empujado por Estados Unidos, y eso, tras trece años de una dramática guerra en África que fue un botín entre angloamericanos, británicos, franceses, soviéticos y cubanos. Le costó muy caro querer defender su integridad territorial y geopolítica, acabar con la deuda y el analfabetismo, mantenerse lejos de las garras comunistas e intentar crear toda una escuela de cuadros políticos. Por ello, toda vez que se dio la Revolución de los Claveles (1), el salazarismo cayó y sus cuadros se fueron, tomando el poder una oligarquía socialista que nada tenía que ver con el salazarismo. Sin embargo, al otro lado del Guadiana no ocurrió eso: Por ejemplo Sevilla, una de las ciudades más franquistonas del país, pasó en menos de una década a ser un puntal izquierdista. En buena parte de España se repetía este esquema. Franco fue muy popular hasta los años 70 y murió en la cama; en cambio, una vez muerto, no se supo reaccionar. No es que en Portugal se supiera mucho, pero la Revolución de los Claveles supuso un antes y un después. En España, se pasó de camisa vieja a chaqueta nueva, y tanto los franquistas como sus hijos se mostraban como demócratas y progres de toda la vida. Muchas familias de derechas, teóricamente pertenecientes al bando vencedor de la Guerra Civil, sin embargo, educaron a los suyos en el miedo, en la cobardía, en el “hijo, tú no te destaques, no te signifiques…” ¿Acaso pensaban que el Frente Popular regresaría vivito y coleando a cobrarse la venganza con la ayuda de la Unión Soviética? Es posible, pero por desgracia, en verdad todo fue mucho más prosaico, más simplón: Lo que temían muchos era perder su statu quo, su comodidad. Sustituido nuestro tradicional fervor religioso y nuestros lazos clánico/familiares, las sociedades ibéricas han creído que el paraíso en la tierra radica en el confort, y luego de treinta años de corrupción, millones de pasmarotes autómatas, especialmente conservadores, piensan que “es que no se va a cambiar el mundo”, “cuidado con la izquierda”, “lo que hay que hacer es asegurarse las papas”. Y claro, como vivimos en un país donde la pequeña empresa es atacada desde el Estado, lo mejor está en ser funcionario. Si por muchos fuera, España tendría cuarenta y siete millones de funcionarios. O más. Porque no hay ideales más elevados en la vida.

Con gente así, ¿qué cabreo, qué descontento, qué “voto católico” ni qué “voto patriota” va a haber? Se les acabó el parche franquista y buscaron otro remiendo en los mismos franquistas, que de la manita los llevaron adonde les dio la gana. ¿Ellos qué sabían? Ni quisieron saber tampoco. Y pasaron los años, y a vivir contentitos y calladitos.

Desde luego, un servidor no experto en cuestiones de mercadeo politiquero. Pero hay algo muy obvio, y es que en esta parte derechista de la sociedad, miedosa, cerril, inculta, miserable; que de facha pasó a liberal en conservas, de la misa y el rosario a un individualismo atroz; en resumidas cuentas: Gente que no cree en nada; gente que le importa un rábano si hay un referéndum ilegal separatista, que el gobierno libere terroristas, que subvencione abortos, que despoje de seguridad social a los miles y miles de jóvenes españoles que no hemos tenido más remedio que emigrar; que regale la nacionalidad española a una cantidad exagerada de gente que nada tiene que ver con nuestra cultura ni nuestra sangre; que ofrezca educación islámica en las escuelas; que tenga la diplomacia vendida a tal punto que desde Gran Bretaña a Marruecos hagan y deshagan en suelo español lo que quieran; que estemos secuestrados por los dictados de una Unión Europea que ha arruinado nuestra agricultura, ganadería y pesca y que se dedica a favorecer al Magreb y a Turquía, a la par que nos enfrenta con Rusia por mandato yanqui; que haya homenajeado a los criminales stalinistas de las Brigadas Internacionales… En fin, nada de eso les importa. Ni nada de eso les cabrea. Lo único que les cabrea es que salga el PSOE y les gusta consolarse con el miedo a Podemos. Y por supuesto, más que el miedo a Podemos, les puede el que alguien les pueda llamar “fascistas”, “fachas”, “radicales” o algo que se les parezca. Es como mentar la bicha.

Ante estas conclusiones, habrá que explicarle a muchos conservaduros por qué, “de repente”, les salen hijos borrachos, drogadictos; o que los meten en un asilo a la más mínima oportunidad. Como si ellos mismos no fueran directamente responsables de que salgan monstruitos así, de mal en peor, hasta llegar a los tristemente célebres “ninis”. Pero bueno, si es que les sigue dando igual que a los niños españoles les enseñen como masturbarse desde la más tierna infancia…

Habrá hasta toda una legión de clerizontes que los consolarán, bastardeando la doctrina sociopolítica del Papa León XIII (¡que jamás autorizó a renunciar a principios católicos!) y utilizando algunas guarderías para adultos tan de moda para decirles que “se puede luchar desde dentro”. Ya puestos, que se metan al orgullo gay y luchen desde dentro por ahí, con la Plataforma Gay del PP por delante; la misma que ya estaba con Fraga, aquel que dijo ya en los 80 que no iba a modificar la ley abortista que se ha llevado por delante a dos millones de niños españoles en apenas tres décadas. Luego, habrá obispos que mantengan canales con periodistas chillones y analfabetos que pidan “sí a la guerra en Siria” como antaño predicaban por la guerra en Irak; ayudando con su analfabeta y manipuladora histeria al exterminio de los cristianos árabes.

Y en esta sociedad que se precia de “científica”, cuando no ofrece estos datos, ¿qué es lo que hacen estos liberales en conservas? Sorprenderse, y creerse que es uno el que se lo está inventando. Con lo a gustito que se vive en un mundo paralelo que no existe más allá del salón, del bar y de las vacaciones, ¿cómo va a venir alguien a fastidiar, cuando se sabe que toda la culpa es del PSOE y ya está? ¿Cómo alguien va a reconocer que ha sido engañado con tanta facilidad por una reata de malos tontos? ¡Válganos la leyenda rosa de la transición!

Cierto es que la izquierda no es mucho mejor. Como cierto es que la izquierda no se esconde: Dice lo que es y punto. Y lo dice hasta con chulesco orgullo si hace falta. Aunque también es cierto que, desde el PSOE a Podemos, utilizan a una clase trabajadora a la que desprecian para sus fines con el mayor de los cinismos. En maquiavelismo es difícil echarles la pata; máxime cuando tantos notorios burgueses y ricachones van de rojos. Mas, con todo y con eso, todavía en la izquierda hay gente que quiere creer en algo. La derecha liberal es gente que, sencillamente, no quiere creer en nada, más allá de vivir en perenne burguesía.

Así las cosas, por supuesto que hay que hacer política, y por supuesto que no está todo perdido, que siempre hay esperanza. Pero en la derecha no vamos a encontrar más “potenciales” que en la izquierda. Por eso, hoy más que nunca, se impone un discurso y una conciencia transversal; y una vez más insisto en que hay que crear una nueva Covadonga y actuar como mozárabes. El apalancamiento ibérico, ante un pueblo secuestrado por un turnismo tan caciquil como el de Cánovas y Sagasta (y que al igual que aquél, nos lleva a la ruina), impide que haya reacciones, como sí se puede ver en otros países de nuestro entorno. Y si hay algo que lo impide, es la cortedad de vista y la falta de realismo.

Dejemos a los liberales en conservas bien enlatados y aterricemos en la realidad, que bien dura es de por sí como para perder el tiempo con quien no lo merece. Hay que reconquistar.






(1) Véase: "izquierda y antimilitarismo" - "dignidad digital". - antonio ...